“Esta fue la culpa de su hermana Sodoma: ella y sus hijas tenían orgullo, exceso de comida y próspera tranquilidad, pero no ayudaron al pobre y al necesitado”. (Ez 16, 48-49)

domingo, 15 de agosto de 2010

La Asunción de la Virgen

Primera Lectura: Ap 11, 19; 12, 1-6. 10
Salmo Responsorial: Salmo 44
Segunda Lectura: Co 15, 20-27
Evangelio: Lc 1 39-56

Es todo un honor para mí iniciar en materia de este blog en un día tan especial como hoy. Aunque todos los domingos lo son, este lo es particularmente por que está dedicado a la Asunción de la Santísima Virgen María en cuerpo y alma. Trataré de explicar, como lo haría un sacerdote durante el sermón, la Liturgia de la Palabra en la mayoría de domingos y fiestas de guardar a lo largo del año, desde una perspectiva incluyente e igualitaria y, por supuesto, desde el cristal del catolicismo.

A fines de la Pascua de este año, en la fiesta de la Ascensión, el padre nos explicaba cuál era la diferencia entre estas dos palabras tan similares y a la vez completamente distintas. Puesto que Jesús resucitó de entre los muertos, como primicia divina por ser Él el Hijo de Dios, y lo hizo sólo por el poder divino, también su Asención al cielo es por su propio poder. Mientras que en lo que se refiere a la Asunción de María, hablamos que fue elevada al cielo en cuerpo y alma por los ángeles, y ahora es declarado dogma de fe para todos los católicos del mundo por obra del papa Pío XII

Irremediablemente, la liturgia de la Palabra de hoy, nos remite a las visiones del Apocalipsis que el Apóstol San Juan tuvo sobre el parto de la Virgen María. El salmo nos remite también a la figura femenina de la Madre de nuestro Señor. Y mientras la segunda lectura se aleja un poco del tema para hablarnos sobre la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo en el Evangelio nuevamente retornamos a la imagen de María, en la visita que hizo a su prima Santa Isabel, y que es por cierto, uno de los misterios que recordamos en nuestro Rosario Católico.

Tanto María como Isabel tenían puestas todas sus esperanzas en sus hijos. En este caso particular estamos hablando sobre una esperanza en cumplir la voluntad divina a través de los mensajes que tanto una como otra recibieron. Y es el mismo tipo de esperanza que todas las mujeres ponen en sus hijos al momento de nacer y que normalmente tratan sobre sueños de éxito, bienestar, salud y de darles lo mejor que de ellas pueda venir.

Así como nuestra Santa Madre tuvo que pasar por sus siete dolores, la actual concepción que tenemos sobre la sexualidad humana, normalmente hace que nuestras madres católicas (Y por supuesto, también nuestros padres reflejados en la figura del castísimo San José) sufran al momento en que sus hijos o hijas nos reconocemos como homosexuales. La postura oficial de la Iglesia las hace ser infelices cuando sus hijos tratamos de ser felices, y así empieza una lucha interna que con toda la fuerza que el Señor nos puede dar, normalmente termina en la tan anhelada aceptación. Muchas veces nuestras madres y padres piensan que hacemos esto por rebeldía, o por hacerles algún daño fruto de algún tipo de rencor. Pero no es cierto, cuando un hijo gay comparte con sus padres sus preferencias es simple y sencillamente un voto de confianza y todas las ganas del mundo por demostrar el amor que también como hijos sentimos por ellos.

Mamás y papás católicos de hijos gays, vean en María y en José su propia imagen. Acepten a sus hijos tal cual son, pues Jesús nuestro Señor, el Hijo de Dios nunca habló en contra de los homosexuales, es más ni siquiera mencionó nunca el termino homosexualidad o sodomita, ni pecado nefando. Los pocos versículos que hablan a favor de la homofobia son malas interpretaciones de textos bíblicos que por muchas razones quedaron así. Recordemos que el amor es lo más importante para nosotros como cristianos, pues el mandamiento más importante es "Ámense los unos a los otros como yo los he amado".

Así que en este breve intervención elevo mi plegaria a la Santísima Virgen María de la Asunción para que, así como ella fue elevada a la Gloria del Padre en cuerpo y alma, padres, madres e hijos de familias con un integrante gay, consigan en la aceptación de su realidad, encontrar el camino para llegar al Padre por la vía del Hijo y la inspiración del Espíritu Santo que nos enseña el camino de la felicidad.

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