“Esta fue la culpa de su hermana Sodoma: ella y sus hijas tenían orgullo, exceso de comida y próspera tranquilidad, pero no ayudaron al pobre y al necesitado”. (Ez 16, 48-49)

jueves, 26 de agosto de 2010

Madre Teresa de Calcuta

Sin duda alguna el Siglo XX le regaló grandes personas a la humanidad que significaron cambios inimaginables y que hoy son base para entender nuestro actual tiempo. Bueno y malos, pero grandes todos ellos, cosa que nuestro siglo no nos ha manifestado aún, pero seamos pacientes apenas ha pasado una década del XXI.

Una de estas grandes personas fue la madre Teresa de Calcuta, cuyo nombre de pila fue Agnes Gonxha, quien nació en Albania y muy jovencita fue a vivir a la India, en donde primero dio clases y después, tras conseguir la autorización de Roma, se dedicó a los pobres en cuerpo y alma, al ver la necesidad que habitaba en toda la India, y cumpliendo así muy cabalmente el Evangelio de Cristo Jesús.

Puesto que ella dio de comer al hambriento, de beber al sediento, vistió al desnudo, curó al enfermo y fue una fuerte defensora de la verdad que es Cristo, pero no lo hizo a través de sus discursos, sino que se la pasó trabajando todo el tiempo por predicar con su ejemplo, fundando así la Congregación de las Hermanas de la Caridad que se ha extendido por más de cien países en el mundo. Y ahí donde hay pobreza, tristeza, discriminación, desesperación, estas monjas humildemente y en memoria de su fundadora hacen efectivo el mensaje de Fe, Esperanza y Amor que nos dio nuestro Señor.

En un día como hoy festejamos que Dios le haya permitido llegar al mundo y compartir con nosotros ese siglo. Ahora sólo estamos en espera de que el Papa autorice su proceso de santificación y la canonice. Las condiciones ya están dadas, así que es sólo cuestión de tiempo. ¡Qué Dios bendiga a la Madre Teresa de Calcuta y la Hermanas de la Caridad!
Señor, cuando tenga hambre, dame alguien que necesite comida;
Cuando tenga sed, dame alguien que precise agua;
Cuando sienta frío, dame alguien que necesite calor.
Cuando sufra, dame alguien que necesita consuelo;
Cuando mi cruz parezca pesada, déjame compartir la cruz del otro;
Cuando me vea pobre, pon a mi lado algún necesitado.
Cuando no tenga tiempo, dame alguien que precise de mis minutos;
Cuando sufra humillación, dame ocasión para elogiar a alguien; Cuando esté desanimado, dame alguien para darle nuevos ánimos.
Cuando quiera que los otros me comprendan, dame alguien que necesite de mi comprensión;
Cuando sienta necesidad de que cuiden de mí, dame alguien a quien pueda atender;
Cuando piense en mí mismo, vuelve mi atención hacia otra persona.
Haznos dignos, Señor, de servir a nuestros hermanos; dales, a través de nuestras manos, no sólo el pan de cada día, también nuestro amor misericordioso, imagen del tuyo.

-Madre Teresa de Calcuta M.C.

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