“Esta fue la culpa de su hermana Sodoma: ella y sus hijas tenían orgullo, exceso de comida y próspera tranquilidad, pero no ayudaron al pobre y al necesitado”. (Ez 16, 48-49)

martes, 2 de noviembre de 2010

Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos

Requiem Æternam dona eis, Domine, et lux perpetua lucæt eis.
Requiescat in pace. Amen.

Primera Lectura: Jb 19, 1. 23-27
Salmo: 24
Segunda Lectura: Flp 3, 20-21
Evangelio: Mc 15, 33-39; 16, 1-6

Funeral de Carlos Monsivais.

Este día recordamos con especial cariño a todos aquellos que se nos han adelantado en el camino, y ya estando unidos a la muerte de Cristo esperamos el momento de su Resurrección, la cual sólo Dios Padre sabe cuando sucederá.

En la cultura occidental hemos aprendido que la muerte de nuestros seres queridos es motivo de llanto y desesperación, mientras que la propia es motivo de mucho temor. Nada más falso que eso, tal idea va en contra de todo el mensaje de la Palabra de Dios.

Recordemos que la muerte es únicamente una etapa más de la vida eterna, y que esta sucede cuando el Señor nos manda llamar de este mundo a su presencia. En sí, podemos decir que la muerte es una ilusión, por que el Señor es Dios de vivos y no de muertos. El mismo Cristo en el día de su Resurrección la venció de una vez y para siempre.

El magisterio de la Iglesia nos enseña que hay tres comunidades diferentes que la conforman. La primera es la militante, que está formada por todos los bautizados que aun tenemos vida física. También está la iglesia triunfante, que celebramos ayer en la Solemnidad de todos los santos y de la cual pueden formar parte nuestros padres, abuelos, bisabuelos, antepasados y tal vez hijos y nietos también. Y al final tenemos a la iglesia purgante, que hoy yace en el Purgatorio esperando que nuestras oraciones e indulgencias que ganemos para ellos ganen del Señor el privilegio de pasar a la gloria de la comunidad de los Santos en el Paraíso Celestial.

Estoy seguro que siempre recordamos con cariño a nuestros familiares, pero hoy hagámoslo de forma especial y elevemos oraciones de agradecimiento porque finalmente dejaron este mundo en el que tradicionalmente sufrimos un poco antes de la muerte y están en el mejor lugar que pueden estar, la presencia del Señor.

Así también recordemos a las almas de todos nuestros hermanos no heterosexuales que han muerto a causa del SIDA, la homofobia, la lesbofobia, la bifobia o la transfobia. Luchemos para que estos decesos sean cada vez menos frecuentes y oremos para los que aun no han alcanzado el Cielo, por obra y gracia divina lo alcancen en ya muy poco tiempo.

Pongamos especial atención a la principal enseñanza que nos da, como la llamó San Francisco de Asís, la hermana muerte, que es el amor inapreciable a la vida misma y pongamos toda nuestra esperanza en el momento de la Resurrección.

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