“Esta fue la culpa de su hermana Sodoma: ella y sus hijas tenían orgullo, exceso de comida y próspera tranquilidad, pero no ayudaron al pobre y al necesitado”. (Ez 16, 48-49)

jueves, 16 de diciembre de 2010

¡Consumismo, consumismo, consumismo!

Faltan sólo nueve días para que acabe el Adviento y empiece la navidad. En México hoy empezaron las Posadas y en todo el mundo vamos haciendo ya los preparativos para las celebraciones litúrgicas y seculares de la Noche Buena y la Navidad. Desde el mes pasado hemos sido bombardeados en las señales abiertas de TV con cientos de anuncios comerciales sobre juguetes y en las señales de paga, además de los juguetes nos hemos visto rodeados de publicidad sobre perfumes, autos, ropa, inversiones, créditos y demás.

Los pequeñines ya van pensando en escribir sus cartas para Santa Claus, los Reyes Magos o el Niño Jesús, según la tradición del lugar del mundo en el que viven. Los varoncitos dudan entre si pedir un X-box, un Wii o un PSP, mientras que las damitas no saben si una Barbie, una My Scene o una princesa de Disney. Los adultos ya van pensando en el pavo, el pollo, los romeritos, el vino, la sidra y todo lo demás que haga falta para le cena o la comida de estas fiestas, que es propio celebrar en familia o con los amigos. Y para sorprenderlos nos vamos haciendo a la tarea de pensar en qué les vamos a regalar, pues la Navidad hay que disfrutarla todos.

A quien no me crea sólo dese un breve paseo por alguna tienda de cualquier cadena comercial, la que sea. No hay diferencia entre una u otra. Observen bien y tal pareciera que hay ofertas de fin de año que sería pecado perderse. En diciembre el poder adquisitivo aumenta, bien porque hemos estado pensando en ahorrar para esta época del año, lo cual es poco probable. O bien porque hemos recibido un crédito o un préstamo de alguna institución para poder gastar el dinero que no tenemos y llenar un vacío en nuestras vidas, lo cual parece mucho más probable.

Este novenario de navidad se vive con intensa emoción, no importa si se viven en América, Europa, Asia, África u Oceanía. Y en algunos lugares están por aparecer las compras de pánico en la tarde del día 23 y la mañana del 24. Regalos, vacaciones, viajes, comida. Todo este ambiente se vive. Y cuando llega enero, quedan los buenos recuerdos y un vacío empieza a crecer en nuestro interior, aquel que se tendrá que volver a llenar en diciembre del año que está por empezar, eso sin mencionar el de la cartera.

Y todo esto sucede básicamente por una sola cosa. Somos tan egoístas que olvidamos que la Navidad es la fiesta en que tradicionalmente celebramos el nacimiento del niño Jesús, Hijo de Dios e Hijo de la Virgen María que lo concibió por obra y gracia del Espíritu Santo luego de ser consultada por al Arcángel Gabriel.

La familia, los amigos y los conocidos recibien felicitaciones y abrazos, pero pocos se acuerdan del Niño Jesús y le dan su tan merecido regalo. Una oración de agradecimiento o una felicitación son acciones muy loables. Pero una verdadera acción navideña radica en ayudar a quien lo necesite. Las obras de misericordia son una excelente lista de regalos que podemos ir pensando en darle al Señor. Dar de comer al hambriento, de beber al sediento, vestir al desnudo o dar posada al que está en la calle. Lo que salga de nuestro corazón y por cierto, hacerlo con alguien que conocemos pero que nunca hablamos, como el limosnero de la iglesia, el vagabundo de la banqueta, la familia pobre del barrio vecino.

Siendo habitantes de esta cultura occidental u occidentalizada, nos será un poco difícil separnos de todo este frenesí consumista. No pido que dejemos de hacerlo, pues es nuestra forma de vida y nuestra tradición. Pero si sugiero que la modifiquemos un poco y nos movamos hacia Cristo, quien está en los más necesitados.

Y a propósito de mis compatriotas mexicanos que desde hoy se agasajan con las posadas, he de dejarles esta reflexión que vi en el diario milenio en linea anoche. Mientras que para los ciudadanos de la aldea global quede este video. Sólo recordemos que el Adviento todavía no se acaba y nuestra obligación cristiana es para todo el año. Dicho esto, ahora sí: ¡¡¡FELICES FIESTAS!!!

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Posadas

Embriáguese si quiere, si no puede evitarlo, pero por favor no la llame “posada”.
La tradicional posada mexicana era una fiesta popular, religiosa, con un poco de sano jolgorio.
Lo importante era salir en familia a peregrinar y cantar villancicos.
Romper piñata, rezar un poco y luego cenar las viandas elaboradas en el barrio.
Lo de ahora son borracheras con bailongo hasta que el cuerpo aguante.
Son noches de muerte en pleitos y accidentes mortales por conducir ebrios.
Los medios llevan la cuenta no de las bendiciones, sino de los muertos en las posadas.
De esos desfiguros, ¿también vamos a culpar al crimen organizado?

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2 comentarios:

  1. Hola. Tienen que ser bellísimas las posadas mexicanas, aquí en Europa también sufrimos un consumismo navideño brutal.Gracias

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