“Esta fue la culpa de su hermana Sodoma: ella y sus hijas tenían orgullo, exceso de comida y próspera tranquilidad, pero no ayudaron al pobre y al necesitado”. (Ez 16, 48-49)

domingo, 6 de febrero de 2011

5º Domingo Ordinario

Primera Lectura: Is. 58, 7-10 Entonces surgirá tu luz como la aurora.
Salmo: 111 El justo brilla como una luz en las tinieblas.
Segunda Lectura: Cor 2, 1-5 Les he anunciado a Cristo crucificado.
Evangelio: Mt 5, 13-16 Ustedes son la luz del mundo.


Queridos hermanos y hermanas en Cristo Jesús:

Este domingo se nos habla de una consecuencia lógica de nuestro ser cristiano. Cuando fuimos bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo nos convertimos en luz para el mundo que es tinieblas. Y si nos lo imaginamos, esto aparece como una ilustración muy bonita en nuestra mente y hasta puede hincharnos de vano orgullo. Así que no caigamos en semejante tentación y mejor relfexionemos un poco sobre qué significa realmente ser la luz del mundo.

El profeta Isaías nos lo dice muy claramente. Quien tiene un discipulado o apostolado cristiano se convierte automáticamente en un luchador social, practica las obras de misericordia y en la medida de sus posibilidades ayuda a los demás a encontrar la salvación, que es Cristo mismo. Más adelante, Jesús nos dice en el Evangelio que no se puede ocultar una ciudad en lo alto de un monte; ni se debe esconder una luz cuando se ha encendido. Así pues, si el cristiano en vez de ser luz para el mundo se convierte en oscuridad, o causa oscuridad, está invirtiendo el orden natural de las cosas y entonces caemos en una separación del plan divino que se nos ha dejado plasmado en las escrituras.

Isaías primero, y Jesús después estaban muy concientes que entre las estructuras humanas se utilizan frecuentemente la opresión, la amenaza y las injusticias para controlar a los demás o para descalificarlos. Y esto es precisamente lo que pasa cuando la Jerarquía de la Iglesia y los llamados "buenos católicos" atentan contra la igualdad de homosexuales y heterosexuales. No se dan cuenta que al hacerlo dejan de cumplir su misión profética como cristianos en el mundo y se convierten en oscuridad, o hablando en un lenguaje más evangélico, hacen que la sal pierda su sabor para terminar siendo pisoteada en el camino.

Por eso, Isaías nos recomienda ampliamente detener las descalificaciones que se hacen de un bando a otro, pues no se trata de descalificar al contrario, sino de fortalecernos a nosotros mismos en nuestras diversas vocaciones. Y así, que el sacerdote en vez de hablar mal de los homosexuales, que hable de la labor que los cristianos debemos realizar en el mundo para hacerlo un lugar más pacífico y agradable para vivir. Pero que los homosexuales en vez de descalificar a la Iglesia, trabajemos más para dar una sana consejería a personas con VIH o al menos intentemos dar un buen consejo a los demás integrantes de la comunidad.

Pero no hace falta ser jerarca de la Iglesia o representante de la comunidad LGBT para ser luz del mundo. Nosotros, los integrantes de los grupos de base tanto de la institución como del movimiento, también podemos iluminar al mundo. Solo se trata de ser más sensibles a las necesidades del prójimo y estar atento a ellos para poderlos ayudar, incluso si no se dan cuenta. Basta, por ejemplo, con que los padres cumplan alegremente con su labor de mantener y educar a los hijos con valores cristianos como el respeto, la igualdad y el amor; que los hijos ayuden a los padres en las tareas del hogar y cumplan con sus labores escolares ayudando a quien más lo necesite solo con no unirse a los que critican al otro por su condición, estatura, peso, nivel socioeconómico, etc.; que los esposos se pongan de acuerdo para llevar bien las labores del hogar y al mismo tiempo ejercer un trabajo que lleve el dinero a la casa y cumpla una función productiva en la sociedad; que el vecino heterosexual respete a la pareja de homosexuales que vive al lado y se traten unos a otros como buenos vecinos e incluso se consulten y respeten las decisiones que conciernen al vecindario en un clima de cordialidad.

Aunque nuestra naturaleza es pecadora, un verdadero esfuerzo en el sentido del establecimiento de la justicia nos acercará cada vez más a Dios, y no tendremos ningún temor. Nos dice el salmo que el justo no temerá malas noticias porque en el Señor vive confiadamente. No vayamos a malinterpretar estas palabras. Entendamos que aunque el justo se entere que tiene SIDA, o haya sufrido la infidelidad de su pareja, si confía en el Señor, no temerá, tal vez pueda sentir tristeza, desánimo o frustración, pues son sentimientos naturales a nuestra condición humana, pero siempre brillará una luz de esperanza porque sabe que todo lo que el Creador hace es bueno.

Ser cristiano se trata de salir al mundo a ser luz para los demás. Ser un reflejo de la luz de Cristo, tal como la luna lo es de la del sol. O mejor aún, ser la misma Luz de Cristo. Todo depende de nuestra actitud y las ganas que tengamos de instaurar el Reino de Dios en este mundo siempre en congruencia con el Evangelio. Y precisamente por eso decimos que todos los bautizados estamos llamados de una u otra forma a ser luz, y no tinieblas. Ya sabemos que algunos son tinieblas, pero eso no significa que en algún momento no vayan a brillar con luz radiante. Así que en vez de enojarnos con ellos, entendamos que actúan desde su condición cultural y educación y elevemos al Creador una plegaria por ellos, para que alcancen la santidad.

Nuestro deber y salvación es dar gracias al Señor siempre y en todo lugar. Y la mejor forma de hacerlo es lograr que los demás lo glorifiquen por cuanto ser cristiano significa verdaderamente en el mundo y el testimonio que damos de nuestro carácter de bautizados. Que por nuestras malas acciones y omisiones, se nos perdonen nuestros pecados y alcancemos la conversión. Y que por nuestras buenas acciones la gente dé más Gloria al Padre y el mundo entero se convierta en el Reino de Dios.

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