“Esta fue la culpa de su hermana Sodoma: ella y sus hijas tenían orgullo, exceso de comida y próspera tranquilidad, pero no ayudaron al pobre y al necesitado”. (Ez 16, 48-49)

domingo, 31 de julio de 2011

Domingo 31 - 18º domingo durante el año.

PRIMERA LECTURA: Is 55, 1-3
SALMO: Sal 144, 8-9. 15-18
SEGUNDA LECTURA: Rom 8, 35. 37-39
EVANGELIO: Mt 14, 13-21
Lo más ‘espiritual’ que es el Reino de Dios se vincula a lo más ‘material’, que es la comida. Así lo indican las lecturas de hoy desde la perspectiva del pan, que se comparte y multiplica, situando el centro del mensaje de Jesús, como expresión del Reino de Dios, como auténtico ‘milagro’.
El Reino de Dios se expresa aquí en dos signos ‘materiales’: curar y alimentar. Este Jesús ya no enseña, no establece una escuela de altas lecciones teóricas, sino que se limita a curar y alimentar. Ésta es su signo, ésta es su tarea. Jesús cura a los enfermos para que puedan comer, compartiendo entre todos el pan (el pan de todos) en un mundo donde se extiende el hambre y la opresión.
En aquel tiempo, en un plano social, la comida separaba a puros de impuros, a ricos de pobres, a nacionales (judíos) de extranjeros (gentiles), haciendo imposible una comunión universal. Pues bien, en contra de eso, Jesús quiere y promueve una comida que vincule a todos. De esa manera, el tema del reino nos introduce en el centro real de la conflictividad máxima, en un tiempo de hambre y de fuertes divisiones sociales y sacrales. Desde ese fondo queremos decir que el mensaje y camino de Reino, que Jesús ha iniciado es “mensaje y camino de pan”, como aparece en los textos de las multiplicaciones (=alimentaciones, pan compartido) y, de un modo definitivo, en la Última Cena (la misma vida hecha para los otros). El Reino es Banquete para los hambrientos. Dios había preparado desde antiguo su comida para todos. Dios quiere una mesa compartida.
En ese contexto, Jesús se ha sentido enviado por Dios para ofrecer la invitación a los “cojos, mancos, ciegos”, a los expulsados por razones económicas, sociales y/o religiosas (a los que vagan por plazas y caminos). Precisamente ellos, artesanos, oprimidos y negados del sistema social (los que llamamos prescindibles), son privilegiados de Dios.
Ésta es la comida de Jesús, a campo abierto, sobre el ancho mundo… Es la comida que él y sus discípulos tienen que compartir con todos los que vienen, sin distinción de puros e impuros. Jesús, Mesías que da su propia vida, viene a presentarse en la Iglesia como Mesías del Pan compartido, a campo abierto, para todos los que van y vienen y de un modo especial para los ‘enfermos’.
El programa y camino de Jesús que es “pan para todos” suscita el rechazo de los privilegiados que quieren un pan para sí mismos, un pan separado, de puros y ricos, mientras los otros pasan hambre. Por eso, Jesús saca a sus discípulos del ámbito social resguardado de los sistemas sociales y económicos, para iniciar con ellos un camino de pan universal y compartido, desde fuera de la sociedad establecida (en un campo desierto).
Lo más urgente sigue siendo el pan, vinculado a la salud: que los hombres y mujeres puedan comer y beber y relacionarse, que no estén condenados al miedo perpetuo del hambre y la marginación, como los artesanos galileos. Pues bien, como acabamos de indicar, ese regalo de pan puede suscitar y ha suscitado la oposición de los acomodados, de manera que la llegada del
Reino puede ser causa de rechazo para aquellos que no quieren compartir el pan. Pues bien, superando ese rechazo, la Iglesia helenista de Jerusalén descubrirá tras la pascua que el mensaje de Jesús sólo se puede mantener en línea de comunión de pan.
Volvemos así al texto de hoy, que más que multiplicación del pan debería llamarse ‘alimentación universal’, solidaridad mesiánica. El centro del ‘milagro’ no es un aumento material de panes y peces, sino el aumento de la solidaridad y de la acogida humana. Denles ‘ustedes’ de comer, dice.
USTEDES.
Estas multiplicaciones/alimentaciones dadas evocan la fraternidad que surge y se despliegan allí donde los hombres y mujeres son capaces de dar y compartir lo que tienen, desde la pobreza, anunciando así la llegada del Reino que será un banquete de abundancia. La conversión de las piedras en pan, que el Diablo promete a Jesús, habría un prodigio satánico de magia, pero no sería milagro, pues el milagro de Jesús consiste en comunicarse la vida con (desde) los pobres, en fraternidad mesiánica. Según eso, el signo de las multiplicaciones no consiste en la posible reproducción o incremento material (de panes y peces), sino en la comunicación fraterna, que es anuncio del Reino. Ése es el signo de Jesús, un cambio de los hombres, no del pan; pero ese cambio de los hombres puede transformar los mismos panes, haciendo que ellos sean un medio de encuentro y bendición para los hombres.
El milagro es compartir los alimentos, y nosotros mismos, VIVENCIAS Y BIENES, compartir y compartirnos... ¿O es que también hay quien pretende agregar, al milagro de la “multiplicación” de los panes y peces, el de la “aparición” de las canastas?.
N.R.: Las ideas claves han sido tomadas de artículos escritos por Xabier Pikaza Ibarrondo.

Comentario al 18 Domingo Ordinario.

Hermanos:

¡Qué la paz esté con ustedes!

Católicos del mundo, no dejemos confundirnos por nada que no venga desde el alma del Evangelio mismo. En la semana recibimos en nuestro correo electrónico una serie de mensajes bien intencionados de un hermano católico 'bienpensante' que está totalmente de acuerdo con todas las posturas e interpretaciones (no necesariamente tan milenarias) de la jerarquía de nuestra bienamada Iglesia. Independientemente de todo lo que nos dijo, y cuyo interés por nuestras almas agradezco con profundidad, resalta este pequeño párrafo en nuestra conversación electrónica:

Cuando hable de la Iglesia, tenga en cuenta que Ud. pertenece a ella, como todo bautizado, por más santo o pecador que fuera. Le recuerdo asimismo que la Iglesia como institución no tiene como objetivo el respaldar dictaduras derechistas, ni erradicar el hambre del mundo, sino brindar a los cristianos las herramientas para su Salvación, que es el Bien Supremo, por encima de todas las necesidades humanas. Si el Estado del Vaticano, que nuclea institucionalmente a la Iglesia, decidiera por caridad realizar colectas (como las de Cáritas, etc.) para combatir el hambre, la pobreza y otros bienes escasos para mucha gente, lo hace por simple caridad, dado que NO es su responsabilidad hacerlo. La responsabilidad es de los Estados, ONGs, etc.

Y resalta porque se relaciona directamente con el Evangelio de hoy y una orden estricta que nos da Jesús y cuya interpretación leí en el Misal anual 2011 de la Obra Nacional de la Buena Prensa, y que dice:

Ante el problema de alimentar a la multitud, a los discípulos de Jesús se les ocurrió "que vayan a los caseríos y compren algo de comer". Ante el mismo problema, de alimentar a tantos pobres como nos rodean, a los cristianos de ahora también se nos ocurren respuestas igualmente brillantes
:
  • "Yo no soy la Divina Providencia".
  • "Que los mantenga el Gobierno".
  •  "Para qué vienen a la ciudad".
A Cristo no le gustó la solución de sus discípulos de entonces -como es muy probable que tampoco le guste la de algunos de sus discípulos de ahora-, porque tajantemente les ordenó: "Denles ustedes de comer".
 

miércoles, 27 de julio de 2011

La Iglesia y la homosexualidad: un nuevo "caso Galileo"

Con mucho gusto y agrado hemos recibido esta colaboración con la autoría de Juan Sánchez Núñez a través de nuestro hermano Víctor Eremita, administrador del blog "Católico libre". Muy ad hoc con una serie de correos electrónicos que hemos recibido y que poco vale la pena mencionar aquí. Un artículo de corte ecuménico, definitivamente, mas recordemos que uno solo es el Cristo, y una sola es su Iglesia, por lo que una sola es nuestra fe. Y no olvidemos que el Rin desembocó en el Tíber, y lo sigue haciendo.

Llevo mucho tiempo pensando en escribir este artículo, pero ha sido el extraordinario testimonio de una madre cristiana evangélica la que me ha terminado de convencer [Pág. 8 de Cristianismo Protestante Nº 55, Enero-Marzo 2010]. Su sufrimiento y, sobre todo, su esfuerzo por comprender y aceptar a su hijo, son extraordinarios, y nos muestran de lo que es capaz el amor.
 
Una madre de tres hijos, a los que ha educado en la misma fe, en los mismos valores, con el mismo amor, y que descubre asombrada el sufrimiento que durante años ha padecido uno de ellos por reconocerse y aceptarse homosexual. Exclama esa madre angustiada: evidentemente mi hijo no ha elegido ser homosexual, nadie elige el sufrimiento, nadie elige ser rechazado, despreciado, acusado de pecador, denigrado por ser un pervertido; nadie elige esta marginación y esta humillación.
 
Y tiene razón esta hermana nuestra. Nadie elige vivir siendo constantemente denigrado y despreciado; pero es más, querida hermana, y creo que esto es fundamental: nadie elige su condición sexual, ni el homosexual ni el heterosexual. Y esta afirmación es la que me gustaría desarrollar en este artículo, porque creo es clave para definirse en un sentido o en otro. Creo que el rechazo de esta afirmación es el que está haciendo que muchas iglesias sean miradas por gran parte de nuestra sociedad como atrasadas y sectarias, y consideradas como grupos de personas que ignoran los avances fundamentales de la ciencia.
 
Sí, y por ello he titulado así mi artículo, porque creo que lo que nos divide tan profundamente a las iglesias evangélicas en España en cuanto a la evaluación de la homosexualidad, no es lo que dice la Biblia, sino lo que dice la ciencia. Y en el fondo, nuestra postura a favor o en contra se define más por nuestro conocimiento científico que por nuestro conocimiento bíblico. De ahí que estemos, como indico en el título, ante un nuevo "caso Galileo".
 
Hoy en día nadie piensa que la tierra sea el centro del universo, y que el sol, los planetas y el resto de las estrellas giren a su alrededor. Quien afirma esto, simplemente es considerado un ignorante o un chalado. Y sin embargo, llegar hasta aquí ha costado muchísimo sufrimiento. Galileo fue condenado, no sólo por la inquisición de la iglesia católico-romana, sino también por las iglesias de la reforma, pues nadie estaba dispuesto a aceptar que la Biblia pudiera equivocarse, era la ciencia la que estaba en el error.
 
Ese conflicto nos ayudó a interpretar mejor la Biblia y a no ver en la ciencia a un enemigo de nuestra fe. Hoy en día nadie duda de que la tierra gira alrededor del sol; y nadie hace una lectura literal de los textos bíblicos que afirman lo contrario; se tiene en cuenta el género literario de los mismos y la naturaleza del lenguaje teológico, y se distingue muy bien el tipo de verdad que nos comunican, que es una verdad de salvación y no una verdad científica: no es cierto que el sol se detuviera [Josué 10, 13] para que Israel venciera a sus enemigos [en todo caso se tendría que haber detenido el movimiento de rotación de la tierra sobre su eje, cosa que ignoraba el autor del texto]; pero sí es cierto que Dios ha salvado a Israel y ha estado a su lado de manera extraordinaria en todas las circunstancias adversas de su historia.
 
Los Testigos de Jehová tienen otro "caso Galileo" con las transfusiones de sangre. Algunos hacen una lectura literal de los textos bíblicos referentes a la importancia de la sangre para la vida humana, en clara contradicción con lo que dice la ciencia actual: que la vida humana no está en ningún fluido corporal, sino en todo el cuerpo humano; una vida humana que es más que materia, es también y fundamentalmente espíritu. Y es que cuando se escribieron esos textos bíblicos, no se sabía que la sangre circulaba por el cuerpo, no se supo hasta muchos siglos después, y mucho menos se imaginaban los autores que podrían realizase transfusiones de sangre. Cuando salta a la sociedad una noticia en la que esa creencia ha puesto en riesgo alguna vida humana, genera un rechazo frontal y absoluto, y los testigos de Jehová son vistos como personas retrógradas, ignorantes y sectarias, con una visión de la vida totalmente desfasada y peligrosa.
 
Creo que con la homosexualidad estamos ante otro "caso Galileo". Y me explico. Hoy en día la ciencia médica, biológica, psiquiátrica, etc, nos dice que la homosexualidad es una condición sexual y no una opción sexual. Y esta distinción es fundamental. La homosexualidad no es una orientación sexual elegida por una persona, sino recibida por la misma, exactamente igual que la heterosexualidad. Hoy la ciencia nos dice que en la orientación sexual de una persona han intervenido factores genéticos, ambientales, sociales, educativos, etc. y que cuando esta orientación ha madurado, debe ser plenamente aceptada, sin ninguna reserva, para que sea posible un desarrollo equilibrado de la personalidad.
 
Esta visión de la homosexualidad es la que está detrás de las Leyes que distintos Estados han aprobado reconociendo igualdad de derechos a los homosexuales y permitiéndoles incluso el matrimonio. Leyes que ponen fin a una discriminación y a una persecución y desprecio que los homosexuales han soportado durante siglos. Hoy en día el homosexual es visto en nuestra sociedad como una persona, no como alguien que padece una enfermedad o ha hecho una opción sexual pervertida. Pensar así sólo es posible si ignoramos todo lo que la ciencia actual nos ha ayudado a entender de la homosexualidad.
 
La homosexualidad empieza a ser estudiada por la ciencia médica a finales del siglo XIX, y claro está, es vista como una patología, como una enfermedad, como una opción del individuo en contra de su naturaleza [Permitidme abrir un paréntesis. Hoy en día la ciencia nos dice que la homosexualidad es tan natural como la heterosexualidad, y que no sólo se da entre humanos, sino entre una gran diversidad de animales: delfines, ciervos, chimpancés, elefantes, aves, insectos, etc.].
 
Pues bien, la ciencia empezó estudiando la homosexualidad como una enfermedad, y han sido necesarios muchos estudios a favor y en contra, mucho debate científico, con amplia participación de todos los agentes sociales, de las iglesias, de distintas organizaciones de todo tipo, etc. para que cambiara radicalmente el modo de evaluar la homosexualidad. La primera asociación científica que eliminó a la homosexualidad de la lista de enfermedades, fue la prestigiosa Asociación de Psiquiatría Americana [APA]en 1974, y en su seno comenzó una "guerra" el sector minoritario para que volviera a incluirse en la lista de trastornos, patologías o enfermedades. No lo consiguió, al contrario, en 1986 fue ratificada esa decisión aprobada en 1974 por la mayoría de sus miembros.
 
A partir de los últimos años del siglo XX hemos asistido a declaraciones similares de diversas organizaciones científicas. La Organización Mundial de la Salud eliminó en 1990 a la homosexualidad de su lista de Enfermedades y otros Problemas de Salud; la Asociación Médica Norteamericana, la Asociación de Psicología Norteamericana, etc. han actuado de la misma manera. Pero no sólo los profesionales de la ciencia, sino que las leyes y los gobiernos de los países de nuestro entorno social y cultural, corroboran esta visión de la homosexualidad y adoptan las mismas medidas que la Organización Mundial de la Salud. Así lo hizo el Reino Unido en 1994, o la Sociedad China de Psiquiatría en 2001, etc.
 
En nuestra sociedad la homosexualidad es vista como una condición sexual, no como una opción sexual; y por lo tanto el homosexual tiene los mismos derechos y deberes que el heterosexual a la hora de vivir su sexualidad de una manera plena y enriquecedora. La condición sexual del homosexual no puede ser objeto de discriminación ni de menosprecio de ningún tipo, pues sería como discriminar o despreciar a alguien por el color de su piel o por su etnia. Creo que nuestra sociedad está horrorizada con la discriminación y la persecución que han sufrido los negros, los judíos, etc. por su condición étnica; al igual que todavía, en muchas sociedades, son menospreciados y marginados los homosexuales por su condición sexual.
 
Y ahora viene "la gran pregunta" de nuestras iglesias: ¿Y qué dice la Biblia?.
 
Y la respuesta es clara y rotunda: nada, absolutamente nada; la Biblia no dice nada de la homosexualidad, pues cuando se escribió desconocía que existiera. La Biblia no dice nada de la condición homosexual, como tampoco dice nada de la circulación de la sangre, ni dice que el sol gire alrededor de la tierra, a no ser en un lenguaje coloquial y no científico.
 
La Biblia no habla de la homosexualidad, la Biblia habla sólo de actos homosexuales, y además actos homosexuales vistos como manifestación y expresión de una actitud profunda del corazón, actos homosexuales que son fruto de la codicia y la lascivia del ser humano, no manifestación del amor y de la ternura entre dos personas. Cuando fueron escritos esos textos, ni siquiera podían imaginar sus autores que los actos homosexuales fueran, al igual que los heterosexuales, manifestación del amor y del compromiso entre dos personas.
 
Esto se ve claramente cuando los leemos en su contexto histórico; podemos comprobar entonces que en ellos se habla de los actos homosexuales, o bien como actos que transgreden las leyes de pureza del pueblo [Cf. Lv 15, 16-20 y Lv 20, 18 antes de leer Lv 20, 13, en donde se dicta pena de muerte, tanto al que tiene relaciones sexuales con mujer que tenga el periodo, como al que lo hace con otro hombre; la razón en el primer texto que cito, en el que se nos habla de la impureza del semen y de la sangre]; o bien como actos realizados en un contexto de egoísmo y autosuficiencia humana, de búsqueda de placeres extremos y de experiencias orgiásticas, de situaciones en las que los seres humanos desean transgredir todos los límites e ir más allá de lo conocido en una carrera desenfrenada tras el placer y la autosatisfacción.
 
Y este contexto bíblico hay que tenerlo muy presente a la hora de leer esos textos, pues resulta una gran injusticia utilizarlos para condenar los actos homosexuales de una pareja homosexual que se ama y se respeta; esa utilización sería equivalente a la de aquel que utilizara la condena bíblica de la promiscuidad y la prostitución para condenar los actos sexuales de una pareja heterosexual. Y no debe ser así, la Biblia tiene en gran estima los actos sexuales de aquellos que se aman y se respetan.
 
Me gustaría exponer brevemente lo que he dicho anteriormente, analizando el que considero más conocido, y el que de manera más amplia nos habla de los actos homosexuales en la sociedad greco-romana del siglo I, el texto de la carta de Pablo a los Romanos, en su capítulo 1.
 
Es claro el contexto en el que Pablo habla de estos actos: son manifestación de la arrogancia de los seres humanos, que en su rechazo del Creador han caído en la idolatría de sí mismos y en la adoración de sus propias obras, de sus cuerpos…, y «Dios los ha dejado a merced de sus bajos instintos, de modo que ellos se degradan a sí mismos. Este es el fruto de haber preferido la mentira a la verdad de Dios, de haber adorado a la criatura en vez de al Creador» [Vs. 24-25].
 
Los destinatarios de la carta sabían muy bien de qué hablaba Pablo. Tanto en Corinto, desde donde escribe Pablo, como en Roma, habían adquirido mucha fama los cultos de Mitra, Afrodita, Cibeles, etc. Contaban con muchos santuarios y un gran número de fieles que participaban en ritos orgiásticos con los sacerdotes y sacerdotisas de los mismos. En los actos de culto de estos santuarios era habitual mantener relaciones sexuales con los prostitutos sagrados y participar en actos tanto heterosexuales como homosexuales; es más, incluso era habitual que las sacerdotisas utilizaran elementos "fálicos" para penetrar a otras mujeres. Es este contexto el que tiene en mente Pablo cuando describe los actos homosexuales de sus contemporáneos.
 
Son manifestación de la idolatría, de un corazón entenebrecido que no ha reconocido a su Creador y «profesando ser sabios, se volvieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por una imagen en forma de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles» [Vs. 22-23]. Sí, los templos de estas divinidades estaban llenos de imágenes de dioses, diosas, gatos, chacales, cocodrilos, serpientes, Isis, Osiris, Anubis, etc.
 
Pablo está haciendo referencia a algo muy conocido en su medio ambiente, la polémica judía contra la idolatría y sus consecuencias. Algo que describe de manera muy similar el libro de Sabiduría en sus capítulos 13 y 14, libro que no está en las biblias protestantes pero si en las católicas, escrito unos siglos antes que la carta de Pablo y cuyo uso era habitual en aquella época.
 
Pues bien, es la idolatría la que genera todo tipo de perversiones humanas, dirá Pablo:
«Por esta razón Dios los entregó a pasiones degradantes; porque sus mujeres cambiaron la función natural por la que es contra la naturaleza; y de la misma manera también los hombres, abandonando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lujuria unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos el castigo correspondiente a su extravío» [Vs. 26-27].
Y no puedo dejar de mencionar algo que pone claramente de manifiesto las ideas preconcebidas con las que leemos los textos bíblicos. Estoy convencido que muchos de nosotros, cuando leemos la primera parte del texto que he citado anteriormente, pensamos que Pablo se está refiriendo al lesbianismo. Si leemos que «sus mujeres cambiaron la función natural por la que es contra la naturaleza», inmediatamente pensamos que está condenando actos homosexuales entre mujeres. Pues bien, parece que no es así. Al menos durante los primeros cuatro siglos del cristianismo, los que comentan este pasaje no lo interpretan así. Todos los comentarios que tenemos de este texto, de Clemente, de Orígenes, de Agustín, etc, dicen que Pablo no está hablando de lesbianismo, sino de mujeres que tienen relaciones anales con personas del sexo opuesto.
 
Es imprescindible para interpretar los textos bíblicos tener en cuenta la sociedad en la que están escritos, sus costumbres sexuales, sus ritos sagrados. Era habitual en la sociedad greco-romana que muchos hombres tuvieran relaciones sexuales con varones jóvenes y esbeltos que estaban al servicio de la casa, y descuidaran a sus esposas; algo tan incomprensible para nuestra sociedad como esos actos de prostitución sagrada de los que hemos hablado. Es imprescindible tener en cuenta todo esto para no hacer un uso injusto de los mismos y condenar a inocentes.
 
Hermanos, la Biblia no dice nada de la condición homosexual, pero sí tiene mucho que decir a las personas homosexuales, lo mismo que a las heterosexuales: que vivan plenamente su sexualidad, pues es un don divino al servicio de la comunicación humana en el amor, el compromiso y el cuidado mutuo.
 
Cuando en nuestra sociedad los homosexuales ocupan puestos de responsabilidad en la Administración de Justicia, en el Gobierno, en los ayuntamientos, etc. Cuando destacados artistas, actores, cantantes, etc. viven su condición homosexual con toda naturalidad y sin ninguna discriminación. Cuando nuestros gobiernos aprueban leyes para que incluso en el ejército sea reconocida la condición homosexual… Cuando todo esto sucede en nuestra sociedad, no podemos nosotros en las iglesias seguir hablando de opción homosexual y de perversión homosexual, en contra de lo que afirma la ciencia, y reconoce la mayoría de nuestra sociedad.
 
Y es que si nuestra sociedad actúa así, si nuestros políticos aprueban estas leyes, no es porque sean unos inmorales que no tienen en cuenta lo que es bueno y justo; sino porque han aceptado lo que la ciencia dice acerca de la homosexualidad y buscan superar la discriminación y la marginación que han sufrido durante siglos nuestros hermanos homosexuales.
 
Creo que también nosotros en las iglesias debemos aceptar lo que dice la ciencia sobre la homosexualidad; y más cuando, como hemos visto, la Biblia no dice absolutamente nada de ello. Bueno sí, nos anima a respetar y amar a todo aquel que es despreciado y marginado. Pero, por favor hermanos, no incluyamos a los homosexuales en el conjunto de los "pecadores" que debemos amar, NO; tal y como creo haber expuesto en este artículo, el homosexual es un ser humano que ha recibido de Dios su condición sexual y está llamado a aceptarla y vivirla en el amor, con sus riesgos y sus grandezas, exactamente igual que el heterosexual.
 
¿Cuánto tiempo le llevará a la iglesia reconocer lo que la ciencia nos dice acerca de la homosexualidad?. ¿Cuántos "Galileos" tendrán que arder en las hogueras de nuestras inquisiciones?. ¿Cuánto dolor nos llevará aceptar que la Biblia no puede ser utilizada como un arma arrojadiza, como un Código Penal?. Espero que no sea tanto como para que nuestra sociedad termine por considerarnos una secta, y no sea capaz de escuchar de nosotros el mensaje de vida plena que sólo la fe de Jesucristo hace posible.

domingo, 24 de julio de 2011

Domingo 17º ordinario

1Rey 3, 5. 7-12
Rom 8, 28-30
Mt 13, 44-52

Desde hace unos Domingos atrás se está hablando del Reino de Dios, que en realidad es Dios mismo reinando con su presencia en este mundo.

Este Dios, es el que se deja encontrar como al verdadero tesoro que, al encontrarlo, nos llena de felicidad y alegría. Éste Dios es, también, el que busca esa perla fina (nosotros) que tanto le ha costado conseguir, echándose al mar (a nuestra misma realidad) y abrazándonos en nuestra propia vida.

Que alegría y que felicidad si dejáramos que Dios obrará como Él quiere. Por ello, a decir de un gran amigo, La palabra de Dios siempre nos va a proponer motivos y razones para acrecentar nuestra inseguridad frente a la vida y frente al seguimiento, de una causa que creemos muy importante para los que nos llamamos cristianos: el Reino.

Las lecturas de hoy, por tanto, son un llamado al cambio de actitudes relativas de nuestras prácticas, muchas veces tan egoístas, a los valores profundos y absolutos que propone Jesús desde la propuesta del proyecto del Reino.

Que diferencia ese reinado de Salomón en comparación al reinado que enseña Jesús con sus palabras, pero sobre todo con su práctica de justicia y de igualdad: El proyecto del «Reino de los cielos» se convierte -así- para muchas personas en una alegre pero exigente sorpresa, que en el caminar normal de la vida se produjo por medio de un encuentro afortunado que impregnó de una gran riqueza la existencia.

Y es una alegre pero exigente sorpresa ya que para el seguidor de Jesús es necesario romper los esquemas de muchas estructuras que deshumanizan.

Al decir de otro gran liturgo conocido, personas éstas que esperan un cambio sin ponerse en búsqueda, ateniéndose muchas veces a su herencia legalista, que no les permite salir a encontrar nuevas posibilidades para su existencia o para la existencia de los demás, se enfrentan en estas parábolas a las personas que han encontrado un sentido que creían perdido para sus vidas y se arriesgan al cambio y a la novedad, poniéndose en marcha en la construcción de proyectos alternativos que construyan hermandad solidaria entre los seres humanos y se comprometen en afianzar, desde la práctica concreta, los valores de vida y justicia que han encontrado.

Esta oferta del Reino que propone Jesús, es una realidad que quiere personas capaces de incorporar los propios valores de la historia y la cultura a las nuevas realidades, siempre impregnadas de justicia, que se puso en marcha a partir del anuncio y la práctica del Reino ... a riesgo de ser excluidos o llamados al orden por falsificar un mensaje que muchos creen suyos propios.

Muchos querrán separar y deshacer ese entramado que la misma red ha alcanzado, sin darse cuenta que sólo le corresponde a Dios juzgar y decidir como corresponde, y al hombre creyente intentar que ese Dios que le ha inundado desde dentro se manifieste en el afuera del quehacer diario.

Muchos querrán separar y deshacer , o mejor dicho, quemar de antemano aquello que le parece malo y legalmente incomprensible a los ojos de un Dios al que verdaderamente no conocen. Tal vez, es por ello, que aun hoy día, una persona como el obispo mexicano Raúl Vera sea atacado y amenazado por dialogar verdaderamente con homosexuales; por defender sus principios y desestimar aquella idea de que el homosexual es pecador por naturaleza ...... o, que es el origen del mal y del SIDA, como hoy me han dicho unas personas en la calle. Que tentado estuve también yo de mandar a estas personas a la hoguera ya que no son ni piensan como yo, ... pero hubiera caído en lo mismo que ellos y no habría aprendido nada.

Dios y su Reinado no aceptan ni siquiera que nosotros, discriminados por muchos, discriminemos y maltratemos a aquellos que realmente tanto ignoran de esa verdad y que tanto nos hieren con sus palabras y acciones ... mucho debemos aprender también nosotros.

El Reino de Dios es gozo y felicidad, pero también muy exigente para el que quiera seguirlo de verdad rompiendo los esquemas de muchas estructuras que deshumanizan. El Reino de Dios está cerca. ¡ Está aquí !. El que quiera oír, que oiga.

domingo, 17 de julio de 2011

Domingo 17 - 16º domingo durante el año.

PRIMERA LECTURA
Sab 12, 13. 16-19
SALMO
Sal 85, 5-6. 9-10. 15-16
SEGUNDA LECTURA
Rom 8, 26-27
EVANGELIO
Mt 13, 24-43




Fuera de ti, Señor, no hay otro Dios que cuide de todos, a quien tengas que probar que tus juicios no son injustos. Porque tu fuerza es el principio de tu justicia ... Tú, Señor, Dios compasivo y bondadoso, lento para enojarte, rico en amor y fidelidad, vuelve hacia mí tu rostro y ten piedad de mí. Tú, Señor, eres bueno e indulgente ... Y el que sondea los corazones conoce el deseo del Espíritu y sabe que su intercesión en favor de los santos está de acuerdo con la voluntad divina ... Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre. ¡El que tenga
oídos, que oiga!".

Justicia y Misericordia son algunas palabras que de los textos nos resuenan en nuestro interior. Así se nos presenta -en parte- ese Reino de Dios que ya está entre nosotros y que tenemos que ver y dejar ver; Reino de Dios que entre nosotros tenemos que vivir. ¡El que tenga oídos, que
oiga!".

El domingo anterior reflexionamos sobre la parábola del sembrador y los tipos de tierra, que expresa como en la relación con Dios puede haber distintos tipos de respuesta por parte de los hombres. Insiste la parábola sobre todo en los distintos tipos de tierra.

En este domingo vemos las parábolas del trigo y la cizaña, de la mostaza y de la levadura. Las tres tienen en común que hablan del crecimiento del Reino de Dios, independientemente de la respuesta que el hombre dé a la invitación de Dios. El Reino de Dios crece, aunque parezca algo insignificante, como crece la mostaza, que es una semilla muy pequeña, o como crece la masa por la acción de la levadura, que en el volumen de la masa también es algo insignificante.

El Reino de Dios crece en nosotros. El Reino está creciendo allí donde se dan los valores del Evangelio, los valores de las bienaventuranzas: justicia, voluntad de Dios, fraternidad, solidaridad, paz, misericordia ... El Reino de Dios crece entre nosotros; en nosotros.

Pero el Reino crece mezclado con la cizaña; es decir, con valores que son antievangélicos: la insolidaridad, el egoísmo, el individualismo, la competencia, la marginación, la incomunicación, la división, el rencor, la envidia... Valores que, no sólo están en otras personas, sino que también están presentes en cada uno de nosotros.

La celebración de hoy es una invitación a parecernos más a Dios, para que el Reino pueda volverse visible en nosotros. Dios es PACIENTE, como nos deja entrever la parábola del trigo y la cizaña, y es CLEMENTE y MISERICORDIOSO, como nos dice el salmo responsorial. Son atributos de Dios en relación con el hombre: Dios siempre nos da una oportunidad más para colaborar en la construcción del Reino de Dios: tiene paciencia con nosotros, es misericordioso; es decir, pone su corazón en nuestras miserias, para sanarlas, para mostrarnos su perdón y su compasión; y es clemente; es decir, es justo con el ser humano y su justicia es siempre misericordiosa, comprensiva. Él no corta la cizaña antes de tiempo.

Quizá así podamos comprobar cómo, misteriosamente, lo negativo, la cizaña, se transforma en trigo. Sólo el amor puede hacer cambiar a los demás, sólo el amor nos puede transformar a nosotros mismos.

Sin embargo, podríamos decir, si hemos estado atentos, que la parábola puede resultar alienante si se toma como una invitación a la inactividad, o a la suspensión de nuestra responsabilidad, para dejarla en las manos de Dios: él sería quien al final de la historia, más allá de la historia, debiera poner las cosas y las personas en su lugar... Esta idea de un Dios «premiador de buenos y castigador de malos», que contabiliza nuestras acciones y por cada una de ellas nos dará un premio o un castigo, ha sido una idea central de la cosmovisión cristiana clásica. El miedo a la condenación eterna, pieza central de la bóveda de la cosmovisión cristiana clásica medieval y barroca, está en la misma línea. ¿Qué decir de todo ello hoy?

No podemos olvidar que la buena noticia que Jesús vino a anunciar (el Reino) es una Buena Nueva para los pobres, para los discriminados de entonces (y de ahora), en la que de ahora en adelante Jesús y sus discípulos (¿nosotros?) lucharán por una sociedad igualitaria. Comprender el valor de lo pequeño, de lo pobre ( de lo que no es bien visto a los ojos de los poderosos y de las normativas ) como opción fundamental de Jesús y de quienes proseguimos su causa, debe ser una denuncia permanente contra tantas formas de opresión (¿nos suena esto?) y marginación (¿y esto?) de estructuras injustas que deshumanizan a tantas personas y comunidades, en donde vive ocultamente el valor de la grandeza del Reino cuando se construye organización y se promueven los valores del Reino.

No podemos quedarnos sin hacer nada. El Reino de Dios está aquí. ¡El que quiera oír que oiga!.

jueves, 14 de julio de 2011

Aniversario San Ælrededo

Una invitación para los católicos gays y lesbianas que viven en Saltillo, México y sus alrededores.

DESDE LOS ANTIGUOS ERMITAÑOS QUE SE ESTABLECIERON EN EL MONTE CARMELO, LOS CARMELITAS HAN SIDO CONOCIDOS POR SU PROFUNDA DEVOCIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN. ELLOS INTERPRETARON LA NUBE DE LA VISIÓN DE ELÍAS (1 REYES 18, 44) COMO UN SÍMBOLO DE LA VIRGEN MARÍA INMACULADA. YA EN EL SIGLO XIII, CINCO SIGLOS ANTES DE LA PROCLAMACIÓN DEL DOGMA, EL MISAL CARMELITA CONTENÍA UNA MISA PARA LA INMACULADA CONCEPCIÓN.

ORIGEN EL ESCAPULARIO "ESTE DEBE SER UN SIGNO Y PRIVILEGIO PARA TI Y PARA TODOS LOS CARMELITAS: QUIEN MUERA USANDO EL ESCAPULARIO NO SUFRIRÁ EL FUEGO ETERNO" AUNQUE EL ESCAPULARIO FUE DADO A LOS CARMELITAS, MUCHOS LAICOS CON EL TIEMPO FUERON SINTIENDO EL LLAMADO DE VIVIR UNA VIDA MAS COMPROMETIDA CON LA ESPIRITUALIDAD CARMELITA Y ASÍ SE COMENZÓ LA COFRADÍA DEL ESCAPULARIO, DONDE SE AGREGABAN MUCHOS LAICOS POR MEDIO DE LA DEVOCIÓN A LA VIRGEN Y AL USO DEL ESCAPULARIO. LA IGLESIA HA EXTENDIDO EL PRIVILEGIO DEL ESCAPULARIO A LOS LAICOS.


MISA DE ANIVERSARIO ESTE DOMINGO 17 DE JULIO EN PUNTO DE LAS 2:30 DE LA TARDE EN LA IGLESIA DE NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN, QUE SE ENCUENTRA UBICADA EN LA CALLE DE EMILIO CARRANZA CASI ESQUINA CON CORONA (UNA CUADRA ARRIBA DE COOPEL Y BODEGA AURRERA QUE ESTAN EN PRESIDENTE CÁRDENAS)

FRAY VÍCTOR VERA (ORDEN DE LOS CARMELITAS) NOS INVITA A QUE CELEBREMOS LA MISA EN SU TEMPLO PARA QUE JUNTOS PODAMOS FESTEJAR POR PARTIDA DOBLE NUESTRO ANIVERSARIO Y LA FIESTA PATRONAL, ADEMAS DE QUE PODREMOS DISFRUTAR DE UNA TARDE DE BUENA DIVERSIÓN CON LOS JUEGOS Y COMER RICOS ANTOJITOS MEXICANOS QUE TENDRÁN EN EL LUGAR, LOS ESPERAMOS A TODOS Y TODAS PARA QUE NOS ACOMPAÑEN.

viernes, 1 de julio de 2011

Biblia y homosexualidad

“Creo que la Biblia es Palabra de Dios. Creo también que esa Palabra se revela a través de poemas, refranes, parábolas, cartas, y otras, escritas por personas que, además de la inspiración de Dios, reflejaron en los textos bíblicos su propia cultura, sus conocimientos y sus prejuicios

La Biblia comenzó a escribirse hace unos cuatro mil años. El término “homosexual”, en cambio, se inventó en el S. XIX. Por ello, no hay en las versiones originales del Antiguo Testamento (hebreo) ni del Nuevo Testamento (griego), ninguna condena a los “homosexuales”, pues tal palabra no existía.

Algunas versiones modernas traducen que “los homosexuales no entrarán en el Reino de Dios” (San Pablo dixit). Pero no es eso lo que dice el texto original. En un artículo posterior veremos cómo la palabra griega arsenokoitai que algunas versiones traducen como “homosexual”, tiene un sentido diferente en el original.

A partir del siglo XI se extendió el uso de la palabra “sodomita” (de Sodoma) para referirse a los homosexuales, vinculando así el pecado de Sodoma con la homosexualidad. En las antiguas versiones de la Biblia Reina de Valera y de la del Rey Jaime, la palabra hebrea “kadesh”, que aparece en el Antiguo Testamento, es traducida como “sodomita”. La palabra kadesh (“sagrado”) se refiere a los “prostitutos sagrados”, hombres de los pueblos vecinos de Israel que ejercían la prostitución en los templos paganos. Esta práctica, “abominable” por ser idolátrica, no era una práctica homosexual, pues estos hombres, por lo general, se acostaban con mujeres, toda vez que los cultos paganos eran con frecuencia ritos de fertilidad. Al traducir “sodomita” en lugar de “prostituto sagrado”, se reforzó la idea homofóbica de que para Dios los homosexuales son “abominables”, cuando en verdad ninguno de esos textos se refería a ellos.

Sodoma: un texto clave. Uno de los textos más utilizados para juzgar, condenar y perseguir a los homosexuales, es el episodio de Sodoma. Sin embargo, un número significativo de biblistas -católicos y protestantes- sostiene que el pecado de Sodoma no tiene que ver con la homosexualidad, sino con la transgresión al principio de hospitalidad, transgresión que se da por el intento de violación masiva contra dos ángeles visitantes. Como en el caso de Sodoma, la mayoría de los textos sobre los que se fundamenta el supuesto carácter pecaminoso de la homosexualidad, lo que realmente condenan es la relación sexual no consentida, impuesta por relaciones de poder contra ángeles, hombres, mujeres y menores de edad.

Pistas en la praxis de Jesús. En ninguno de los cuatro Evangelios se condena a la homosexualidad. En cambio, sí encontramos enseñanzas de Jesús ajenas al concepto de familia heterosexual: Jesús dijo: “Quien no deje padres, hermanos, esposa e hijos por seguirme, no es digno de ser discípulo mío…” y El mismo se hizo rodear y seguir por personas pertenecientes a minorías sexuales: solteros/as, viudas y prostitutas.

Su mensaje para las personas homosexuales es el mismo que nos dejó a todas y a todos: en el Juicio Final no nos preguntará si fuimos homosexuales o heterosexuales, sino si dimos de beber al sediento, de comer al hambriento, de vestir al desnudo, de liberar a los oprimidos…

La praxis de Jesús fue inclusiva y se alejó de los esquemas patriarcales homofóbicos de su época. Hoy, quienes nos decimos sus seguidores y seguidoras ¿lo estamos en verdad siguiendo?

Carlos Eduardo Bonilla Avendaño,