“Esta fue la culpa de su hermana Sodoma: ella y sus hijas tenían orgullo, exceso de comida y próspera tranquilidad, pero no ayudaron al pobre y al necesitado”. (Ez 16, 48-49)

jueves, 14 de julio de 2016

Con M de Misericordia

Hace un tiempo atrás en el FACEBOOK de éste blog se sugirió la lectura del libro "Una fe más allá del resentimiento" de James Alison.

A raíz de ello hemos decidido de a poco ir caminando en el analisis y la reflexión de éste libro, no necesariamente respetando el orden de los capítulos, para poder comprender un poco más y mejor nuestra fe de personas homosexuales, lejos de lo que muchos llaman el "silencio de Sodoma".



Con M de Misericordia es sólo una reflexión personal en base a la lectura de algunos capítulos del libro, pero también es invitación a una reflexión grupal porque TU palabra dentro de este escrito es también de gran importancia.

Y -para dejar en claro- aunque cite textualmente algunos pasajes es sólo para que no se pierda el espíritu ni el contenido enriquecedor de tales pasajes. 


 Con M de Misericordia



No hay nada de elegancia en habitar un espacio que ha sido tildado histórica, social y teológicamente de irrisorio, en el mejor de los casos, y en el peor de los casos de maligno.

Hace un mes ya que ha sido la masacre de Orlando y desde entonces -como desde antes, porque esto ocurre desde mucho antes- se escuchan voces que salen en defensa de homosexuales y otras tantas que hacen todo lo contrario. El Papa pide perdón (o dice que habría que pedirnos perdón), algunos Obispos (de México y de EEUU por ejemplo) piden más respeto hacia los homosexuales -NOSOTROS- porque no son (somos) cristianos de segunda. De echo hasta se han armado de valor para pedir al Vaticano que se quite (o al menos que se reformule) del Catecismo de la Iglesia Católica (alias CIC o CATIC) el artículo 2357 que  refiere a los actos homosexuales como intrínsecamente desordenados. Y aunque no sea bien visto hasta podemos encontrarnos con algún que otro sacerdote católico que bendice parejas homosexuales. Claro que también nos encontramos con los que de la vereda de enfrente matan gays o rezan para  los “maricas” tengan SIDA o vayan al infierno (por creerse que el Señor Dios de la Vida así lo ha pedido) o, peor aún, no aceptan el cadáver de su hijo muerto (como sucedió en Orlando) porque éste (su HIJO) era gay.

Y todos estos se dicen hombres de fe.

Pero la fe no se nos da para “pertenecer a la iglesia”, sino para entender y AMAR al ser humano. ¡Pequeña diferencia!

Este don de la FE, por tanto, nos debería ayudar a descubrir cómo amar y cómo compartir una dignidad de personas homosexuales (amadas por Dios) que los siglos nos ha quitado, ya que DIOS no tiene nada que ver con la violencia religiosa.

Y como Dios no tiene nada que ver con la violencia religiosa es que debemos descubrirnos verdaderamente amados por Él., porque que Dios se encarnara y viviera entre nosotros supone un verdadero terremoto de Misericordia.

Dicen que una vez hubo un ciego. Este hombre era ciego de nacimiento y, según parece, en aquel entonces todos suponían que era un pecador. De echo hubo quien preguntó a un tal Jesús que por ahí pasaba: “Rabí, quien pecó, para que éste naciera ciego: él o sus padres”. “¿Quién pecó” es la pregunta lógica -diría- porque este razonamiento es común y hasta lo podemos encontrar a nuestro alrededor: se llama culpar a la victima. Si alguien tiene SIDA ha de ser un castigo de Dios por haber tenido una conducta aberrante. Y así pensamos TODOS en algunas situaciones. Pero la actitud de Jesús está muy lejos de esto: y no sólo está muy lejos sino que nos da una lección de subversión de esta mentalidad desde su interior. Lo que él lleva a cabo es una inclusión. Y no sólo desde lo simbólico gestual sino desde la experiencia interpersonal ya que se acerca y le habla de TU. El (“el ciego”) siempre ha sido EL -el otro- hasta que ahora irrumpe con un soy YO. A partir de ese momento le dirigen la palabra y le hablan... aunque claro que a las autoridades les cuesta un poquitín más ya que la existencia de excluidos no supone ningún problema para el orden establecido ya que más bien ese orden depende de ellas. Por eso el primer paso es cerrar filas afirmando la bondad del grupo.

El famoso NOSOTROS y ELLOS donde el ELLOS son los malos y NOSOTROS los buenos; donde “nosotros” somos los justos y  “ellos” los pecadores. Pero el PECADO ahora ya no es un defecto que en principio excluye a alguien del grupo de los justos sino que el pecado es -tengámoslo en cuenta- participar en el mecanismo de expulsión. Los que forman parte del grupo de los justos pensando que ven se hacen ciegos al aferrarse al orden que piensan que tienen que defender. El pecado consiste en RESISTIRSE, en nombre de DIOS, a Su obra creadora que nos quiere incluir a todos.

Es de inmensa importancia que lo que hace sentirse excluidos no tiene nada que ver con Dios sino que es una reacción puramente social. Dios lo que quiere es acogernos y llevarnos a una plenitud de vida que probablemente provocaría el escándalo de quienes son partidarios al orden vigente.

Pero cuidado que las VICTIMAS se pueden convertir en un grupo RABIOSO para excluir a los fariseos que -por cierto- siempre han sido fácil objeto de burla. Y convertirse en un grupo rabioso no nos haría como victimas muy diferente de los rabiosos victimarios. Y esto lo logramos en el mismo instante en que desde un SOY YO comenzamos a aprender a no ser un expulsor, porque dejemos claro que muchos -aun no siendo excluidos- desde el uso de las palabras crean (creamos) una bondad expulsora.

El ser humano nunca puede prescindir del esfuerzo de aprender, poco a poco y en la vida real, a separar las palabras morales y religiosas de ese mecanismo expulsor que exige sacrificios humanos, para hacer que esas palabras sean palabras de MISERICIORDIA que liberen. Y eso significa que el camino hacia la bondad pasa indefectiblemente por la toma de conciencia de nuestras acciones y nuestras propias palabras.

Lo que nos ofrece la fe cristiana en la esfera moral no es una ley ni una forma de mantener una estructura de la supuesta bondad de este mundo, sino un procedimiento para subvertir desde su interior mismo la bondad humana, empezando por nuestra propia bondad. Lo que viene a significar que el primer paso para llevar una vida moral correcta desde un punto de vista cristiano es ser conscientes de nuestra propia complicidad en la hipocresía y caer en la cuenta de lo violenta que ésta puede llegar a ser.

Sigamos pues avanzando e intentemos aprehender día a día un poco más lo que quiere decir “Misericordia quiero” quitando de nuestros esquemas mentales las posibles actitudes violentas de las victimas y los silencios bondadosos de los que excluyen, porque ya no debería haber un orden sagrado que se base en la existencia de una victima más o menos camuflada para que sacrificándola el orden perviva.

El “yo” del hijo de Dios nace de entre los escombros de la idolatría arrepentida.
Porque Dios te ama tal y como eres para que NO te escondas ni te niegues a ti mismo la búsqueda de la integridad y de las virtudes que tú tienes como la persona que eres.

“Ni el pecó ni sus padres - dijo Jesús- sino que esto es para que se manifiesten las obras de Dios en él”. Y las obras de Dios se manifestaron porque al poco tiempo el hombre que ya veía comenzó a hablar sobre las maravillas de Dios en su vida... también a los fariseos y al resto del pueblo... para que también ellos pudieran ver.



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