“Esta fue la culpa de su hermana Sodoma: ella y sus hijas tenían orgullo, exceso de comida y próspera tranquilidad, pero no ayudaron al pobre y al necesitado”. (Ez 16, 48-49)

viernes, 30 de diciembre de 2016

Llegando a Fin de otro año... Tiempo de Bendecir lo que hemos vivido

Escrito por P. Eduardo Casas

Bendigo el tiempo con su paso.

Bendigo el trabajo y su cansancio.

Bendigo la caricia de la amistad.

Bendigo la vida y todos sus momentos.

Bendigo la salud que nos hace estar vivos.

Bendigo la lucidez que nos permite estar despiertos.

Bendigo a los que me aman y también a los que han dejado de amarme.

Bendigo la humildad de los que aceptan el bien aunque duela.

Bendigo el servicio de quien se pone en el último puesto.


¡Feliz Año Nuevo !.

Navidad, Fiesta del Dios de la Empatía

Escrito por Pepelu Aguirre Macías

"La empatía es la única ideología capaz de cambiar el mundo"

Esta frase de María Mariscal encontrada en las redes, cuando preparaba unas palabras para las plataformas sociales, me ayudó a descubrir una nueva faceta del Adviento y de la Navidad. Jamás me había planteado la idea de que mi fe se la debo a un acto puro y duro de empatía. Jamás había pensado que en Navidad se celebra la Fiesta del Dios de la empatía.

Y es que, cuando el mundo entero está más pendiente de las antipatías o no empatías... Dios vuelve a empatizar con el hombre en esta Navidad. 

Es verdad que lo hace con toda la condición humana, sea cual sea...

Lo hará en el seno de una humilde muchacha  en un pequeño pueblo perdido en la periferia de un gran imperio; 

  • empatizará con el hombre, naciendo en una pequeña familia de refugiados que huían de la tiranía y que acaban, después de una desesperada búsqueda, en un inhóspito pesebre, rodeado de animales, como lo hacían los más pobres; 
  • lo hizo al ser presentado en el Templo junto con dos pichones, la ofrenda de quienes no podían permitirse el lujo de un cordero… 

Tanto empatiza Dios con los olvidados de la historia, que se identifica con ellos “tuve hambre y no me diste de comer”.

¡Cuán grande es la dignidad humana!, que todo un Dios, dejando a un lado el alarde de su categoría divina, se introduce de lleno en nuestra condición, rebajándose a sí mismo para elevarnos a nosotros. 

  • ¿Acaso no es un motivo de esperanza en esta Navidad que vuelve a atravesar nuestra vida? 
  • ¿Acaso no es un motivo para tomar la empatía con el otro como criterio de autenticidad y de seguimiento fiel? 
  • ¿Acaso no hemos de educar a nuestros jóvenes en el arte de empatizar como moneda de transformación social y como medio para descubrir el rostro de Cristo en el más necesitado? 

Dios se pone en mi lugar. Sólo poniéndome en el lugar del otro, puedo encontrarme con el Dios de la empatía.


¡Feliz Navidad!

domingo, 25 de septiembre de 2016

¡No conviertas la tierra en infierno!


Domingo 26. Tiempo ordinario. Ciclo C.


Epulón y Lázaro se encuentran en los relatos de una nueva parábola de Jesús.

Epulón es rico. Lázaro es pobre. El pobre está fuera de la puerta, rodeado por los perros de la calle. El hombre rico se encuentra dentro de casa. 

Entre ellos no se produce ninguna forma de comunicación. Nunca.

Y luego se mueren. Los dos. Y sigue sin haber comunicación.

Es una parábola inquieta e inquietante, que nos sitúa de nuevo ante la exigencia del amor concreto y comprometido, como servicio al prójimo.

Más de una vez he pesando que es una parábola contraria al evangelio, pues al rico se le condena sólo por ser rico.
Más de una vez he pensado que es una parábola sin misericordia: ni Dios escucha el lamento del condenado que pide solamente unas gotas de agua.
Más de una vez he pensado que es una parábola no-cristiana, pues no hay resurrección sino seno de Abraham.
Pero después lo pienso, mejor, leo y siendo por dentro lo que dice y digo: aquí está Jesús como advertencia, aquí está Jesús que nos llama, diciendo: Epulón, tierra rica, no conviertas tu casa en infierno para los demás.


La conclusión que se deduce del relato no es que los necesitados del mundo deben mantenerse como están, ya que esperan la gloria futura tras la muerte. El relato no quiere que el pobre y el rico sigan viviendo simplemente en mundos que se encuentran herméticamente sellados, alejados uno de otro. Nada de eso: este relato nos abre hacia una dirección totalmente distinta. Para aclarar esto, quiero referirme al fuerte contraste que existe entre sus dos sub-divisiones: en la primera encontramos una simple puerta, en la segunda el gran abismo.
Durante el tiempo de su vida, el pobre mendigo y el rico “gourmet” no se relacionaban entre sí, pero podrían haberlo hecho, pues Lázaro yacía ante la misma puerta de la casa del rico: una puerta evoca la posibilidad de comunicación. Tras su fallecimiento, ambos se encuentran en el reino de los muertos. Tampoco ahora mantienen un contacto directo entre sí. Lázaro vive en una zona del “más allá” que es distinta de la zona donde se halla rico. Las cosas han cambiado y ahora es completamente imposible que uno vaya al lugar donde se encuentra el otro: entre las dos zonas se extiende un gran abismo.
De esta forma, en la segunda parte del relato, la situación resulta completamente distinta de la situación de la primera. Esta diferencia viene a presentarse de un modo particularmente instructivo:
En la primera mitad era aún posible superar la división social entre pobre y rico; el rico podría buscar el contacto con el pobre en la tierra.

En la segunda parte, esto resulta imposible: ya no se puede cruzar la frontera entre el rico y el pobre, después que ellos han muerto.

Aquellos lectores que suponen que la oposición entre pobres y ricos tiene ya un carácter definitivo sobre la tierra invierten y deforman totalmente el sentido de esta narración. De esa manera, ellos sustituyen la pequeña puerta de la casa de este mundo (que separa al rico del pobre) con un gran abismo. Al actuar así esto, ellos están convirtiendo la tierra en un Hades, esto es, en un reino de los muertos, donde las relaciones han quedado ya fosilizadas para siempre, mientras que en esta tierra debería estar completamente abierta la posibilidad de cruzar las fronteras.
El relato se opone a esa visión: las normas oscuras del reino de los muertos (donde nada se puede cambiar) no son aplicables sobre la tierra, durante el tiempo de nuestra vida. Nosotros vivimos todavía en un mundo donde las puertas pueden abrirse.

Epulón, sí, a ti te hablo, amigo lector, ¡No conviertas la tierra en infierno!. 
¡Abramos puertas!
¡Construyamos puentes!.

Fuente:  X.P.

jueves, 22 de septiembre de 2016

Videoblog: "Sacerdotes fuera del clóset"

Hermanos: En este video les platico sobre los sacerdotes que apoyan a los gays. Son parte de nuestra Iglesia y están aquí para apoyarnos.


miércoles, 14 de septiembre de 2016

Videoblog: "Contra los matrimonios"

Hermanos:

Les comparto este video. Les pido que antes de opinar lo vean completo ya que me comentan puede causar un poco de confusión si solo se ve la primera parte. Lo acepto, mea maxima culpa, pero la entrada del vlog fue pensada de esa manera desde el principio. ¡Bendiciones!


domingo, 11 de septiembre de 2016

Para Dios nadie está perdido

Domingo XXIV del Tiempo Ordinario. 


“Solían acercarse a Jesús los publicanos y pecadores a escucharle.
Jesús les dijo esta parábola:
Si una mujer tiene diez monedas y se le pierde una, ¿no enciende una lámpara y barre la casa con cuidado, hasta que la encuentra?
Y cuando la encuentra reúne a las amigas y a las vecinas para decirles:
¡Felicitadme!, he encontrado la moneda que se me había perdido.
Os digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta” 
(Lc 15, 1-10)

¡Hoy somos invitados a la escucha!
El evangelio de este domingo nos pone dos ejemplos de escucha. La escucha de los publicanos y pecadores y la escucha de los fariseos y escribas.
La escucha de los fariseos y escribas.
Estos últimos son “mensajeros” de críticas, están al acecho de lo que Jesús hace y dice, tienen el corazón enfermo, amargado, no pueden escuchar, oyen y al oír desatan un parloteo interior, un desenfoque de la realidad.
La mente nos agita, engendra ambición, no deja perdonar, nos agarrota con ruidos que nos hacen personas duras, sin capacidad de acoger, de perdona; nos atiborra de ruidos, de orgullo; nos hace sentirnos “las mejores”.
La escucha de los publicanos y pecadores.
El otro ejemplo, el de los publicanos y pecadores que se acercan a Jesús para escucharle. Escuchar con la cabeza y con el corazón. Se acercan a Jesús para escucharle. Es un modo, un talante de ser y de vivir. Dicen los místicos que “el camino más largo de recorrer en la vida es un camino muy corto, el que va de la cabeza al corazón.
Cuando llegamos al corazón nos invita con suavidad a escuchar, “siéntate, corazón mío”. Y es una llamada a buscar lo que hemos perdido, la “moneda perdida” que es muchas veces la paz del corazón. Sentirnos vulnerables, es lo que somos, nos llama a escuchar al Maestro, al Señor Jesús.Quien se abre a la escucha de Jesús, se abre a la plenitud.
Quien con sencillez escucha, siente “cosquilleos” en el corazón, y como la mujer de la parábola, necesitamos comunicar lo que sentimos y decir a quienes nos rodean: ¡felicitadme! He encontrado lo que buscaba, el Espíritu de Dios, y él hará en mí como en María de Nazaret, “obras grandes”, y como Pablo en la 1ª carta a Timoteo 1,12 podremos decir: “doy gracias a Cristo Jesús, nuestro Señor, que me hizo capaz, se fió de mí y me confió esta llamada… el Señor derrochó su gracia en mí”.
ORACIÓN:
Padre bueno,
que nos has enviado a Jesús:
nuestra gratitud.
Jesús, Tú nos hablas,
nos invitas a la escucha,
silencia nuestro corazón.
Santo Espíritu,
que nos iluminas y fortaleces.
Sólo podemos decir:
¡Hágase en mí tu voluntad!.Amén

Fuente:  Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

martes, 30 de agosto de 2016

Videoblog: ¡No tengan miedo!

Mis hermanos. Les comparto la alegría por haber iniciado con el video blog de Católico y Gay. Esperamos sus comentarios y como siempre, les deseamos bendiciones para todos.


domingo, 7 de agosto de 2016

Esperando en el servicio.

Domingo 19º del Tiempo Ordinario - Ciclo C


Fuente:  Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

“Dichosos los criados a quienes el Señor, al llegar, los encuentre en vela; os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo.”
(Lc 12, 35-40)

Este domingo el Evangelio nos invita a esperar. Pero esta espera tiene que ser cativa, expectante. No como quien espera el autobús, sino como quien espera la visita de alguien importante. Es una invitación a estar preparados, para que no se nos escapen las cosas buenas.
La espera que nos enseña Jesús nada tiene que ver con “mirar al cielo” (cfr. Hch 1, 11). Hacia donde hay que mirar es hacia los hermanos. La espera que nos enseña Jesús tiene que ver con el servicio.
Para relacionarnos con el Dios de Jesús es imprescindible atender a los hermanos, a las personas que nos rodean. La espiritualidad cristiana es una espiritualidad encarnada por eso el mejor termómetro de nuestra relación con Dios es nuestra vida cotidiana. De nada sirven muchas horas de oración ni haber asistido a misa todos los domingos de nuestra vida si nuestro amor a Dios no se traduce en amor al prójimo.
Pero tampoco vale lo contrario: de nada sirve ser voluntario en tres ONGs si al final llevo una vida vacía porque he desconectado con la Presencia viva de Dios que me habita.
Necesitamos de muchos ratos sentadas a los pies del Maestro para que nuestro “hacer” se depure de todo activismo, de todo afán de protagonismo, de toda apariencia. Pero necesitamos también levantarnos, abandonar el cómodo espacio de intimidad con Dios y volvernos hacia quienes puedan necesitarnos.
Jesús, el gran orante, la noche que en que iba a ser entregado, “se levantó de la mesa, se quitó el manto, tomó una toalla y se la ciñó a la cintura. Después echó agua en una palangana y comenzó a lavar los pies…” (Jn 13, 4-5)
En el itinerario que nos ofrece Jesús, oración y servicio van juntas, no se pueden separar, se alimentan mutuamente y nos hacen crecer armónicamente. Tampoco nuestro cuerpo y nuestro espíritu son dos realidades separadas, si descuidamos nuestro cuerpo o nuestro espíritu nuestra vida se resiente, se enferma.

“Trinidad Santa, ayúdanos a vivir con la cintura ceñida para el servicio y la lámpara de la oración siempre encendida. ¡Amén!”

sábado, 6 de agosto de 2016

Más vale chivo expiatorio que chanchito endemoniado

Siguiendo con el análisis de "Una fe más allá del resentimiento" tal como desde la página de FACEBOOK  se sugirió hace un tiempo, y teniendo en cuenta que aunque hoy es el día de la transfiguración , y de una u otra manera el tema se relaciona, aquí comentaré -siguiendo a Alison- algunas de sus ideas sobre lo acontecido en Gerasa en aquellos tiempos de Jesús.

La vida tiene cosas curiosas.
Y los hombres somos desconcertantes.

Un hombre que sufre de malos espíritus no preocupa demasiado.
Pero unos cerdos que se ahogan en el Lago, esos sí son importantes.

Para estos gerasenos los cerdos eran más importantes que el hombre que sufre.
Para estos gerasenos los cerdos eran más importantes que el mismo Jesús.
Llegan a tal punto que terminan “rogándole que se marchase de aquel país”.


Con Jesús sanando enfermos corrían el riesgo de quedarse sin cerdos. Y eso, señores, eso sí  era una verdadera tragedia.

En su pueblo quisieron desbarrancarlo monte abajo.
En Gerasa no son tan brutos, pero delicadamente le piden que se “marche del país”.
Su presencia resulta no liberadora sino peligrosa.

Su presencia en Gerasa es un peligro... para los cerdos.

¡Sananos porque el Endemoniado de Gerasa ya no es mas aquel a quien podiamos señalar con el dedo!.

(o tal vez sananos -y sanalos- porque ya no queremos ser más como el Endemoniado de Gerasa y queremos al fin ser libres de tantas ataduras, etiquetas y señalamientos)

Se acercaron a Jesús y vieron al endemoniado que había tenido la legión, sentado, 
vestido y en su juicio. Y así nomas ellos se quedaron espantados, y corrieron a avisarle a los demás lo que habían visto. 


 Algo estaba cambiando. Alguien estaba cambiando. Alguien había cambiado ... y eso les daba miedo.

Lo que les chocó fue verle sentado. Lo que les chocó fue verle vestido. Lo que les chocó fue verle en su sano juicio ........ porque ANTES eran "ellos" los que estaban en su sano juicio. Y de echo lo que les había mantenido en sus cabales era que había una persona que no lo estaba. 


Probablemente los habitantes de Gerasa no tienen idea de por que tienen miedo.  Sea lo que fuera aquella fuerza extraña que ha sacado al endemoniado de las reglas de juego que les permite sobrevivir, se trata de una fuerza muy amenazante, y así lo sienten. De modo que le piden a Jesús que se vaya.

De modo que Jesús se va ... pero deja plantada una semilla.

Mientras se embarcaba, el endemoniado le pidió que lo admitiese en su compañía. 
Pero Jesús le dijo: Vete a casa con los tuyos y anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo por su misericordia. 


El hombre se marchó y empezó a proclamar lo que Jesús había hecho con él.

Contrario a todas las peticiones al mismísimo Jesús por parte de seguidores y discípulos (Ven y Sígueme) , ésta vez Jesús le pide al "ex-endemoniado" que se quede con los suyos y comparta su historia. Tarea mucho más audaz.

"Vete a tu casa con los tuyos" ¡ Su casa! ¡ Los suyos ! Son realidades tan extrañas para el ex-endemoniado.

La lógica del razonamiento no parece ser "Es mejor que un hombre sea expulsado para que no se perturbe la nación entera " . Por el contrario, lo que sostiene parece ser : Es mejor que un hombre sea humanizado y que la nación entera aprenda a vivir de forma humanizada ". 


Bueno, lo repito: "Es mejor que un hombre sea humanizado y que la nación entera aprenda a vivir de forma humanizada ".

Muchos (gays) hemos sido tratados por diversos grupos cristianos como si estuviéramos con un espíritu inmundo. En la forma de exorcismos, para echar ‘el espíritu de la homosexualidad’, muchos hemos conocido de primera mano lo que es encontrarse supino a la aniquilación del ser que ha producido para nosotros todo el lenguaje sobre lo demoníaco.


Nosotros tenemos que aprender a distinguir entre la lógica de la Gracia y la lógica de la expulsión, revestidas ambas de las mismas palabras, ... siendo capaces de descubrir la Gracia que nos rodea.


“Si fue posible para el endemoniado de Gerasa entrar en su recto juicio; si nosotros, como gente gay, estamos a pesar de todos los pesares a la puerta de poder hablar entre amigos, en casa, en nuestro cabal juicio, es porque el endemoniado ha sido de verdad, y por fin genuinamente, poseído por el Espíritu”.


Con los primeros balbuceos del sano juicio ya podremos seguir al Señor entre los nuestros sin violencias ni búsqueda de falsas imágenes propias.


domingo, 24 de julio de 2016

Orar más

Primera Lectura: Gn. 18, 20-32
Salmo 138 (137), 1.2a. 2b. 2c. 2d. 2e-3.7c.8
Segunda Lectura: Col. 2, 12-14
Evangelio: Lc. 11, 1-13


¿Cuántas veces negoció Abraham con Dios en la primera lectura de hoy? ¡Fueron seis veces!

Y luego en el Evangelio Jesús nos dice que insistamos hasta que lo que pedimos se nos otorgue. Por que de entre nosotros ninguno le daría a su hijo una piedra si le pide pan, o una víbora si le pide pescado. 

Pues así con Dios. En estos tiempos somos víctimas de una violencia inhumana. Una que trasciende fronteras y que se descontrola cada vez más en el mundo. Los medios de comunicación nos informan de asesinatos múltiples, guerras, hambre, asesinatos aislados. A veces en nuestro ambiente personal nos sentimos asediados por la inseguridad, el peligro, la corrupción de quienes nos gobiernan, hasta por el rechazo de nuestros seres queridos y más cercanos.

Pero todo esto tiene solución. La oración es la solución que elf mundo necesita. ¡El Evangelio de hoy nos alerta sobre que hace falta orar más! Y para no equivocarnos, también nos enseña la forma de hacerlo, que es: Santificando a Dios, pidiéndole lo que necesitamos sabiendo que se nos dará según sea su voluntad, pidiendo perdón por nuestras ofensas porque nosotros perdonamos a quienes nos ofenden (nótese el sentido de reciprocidad) y finalmente, agregaría, agradeciendo todo lo que nos da.

Orar en la mañana, en la tarde, en la noche y ofrecer al Señor cada una de nuestras obras como forma de oración. Pero estas ofrendas deben ser puras, y solo lo conseguiremos si al hacerlas, damos lo mejor de nosotros mismos, ni un poquito menos. Orar, incluso, por aquellos que consideramos nuestros enemigos. Pues ellos también son nuestros hermanos, y Cristo también murió y resucitó por ellos.

La oración, nos dicen, debe ser con fe. Pero también con esperanza y sobre todo con Amor. Ese amor es el que nos debe llevar a actuar, por que las oraciones sin acciones se quedan vacías. Orar por tener un mundo mejor pero presionar para que ese mundo sea posible. ¡La única forma de derrotar al mal es un enérgico progreso en el sentido del bien! Y eso, solo lo podrá lograr la gente que tenga un poquito de bondad en su corazón y desarrollarla a través de sus obras y oraciones.

Oremos pues por todos, en especial, por nuestros hermanos que comparten las lecturas de este blog, pero también por sus autores, para que en la medida de la voluntad de Dios, puedan ser testigos del plan de vida que tiene preparado para cada uno de nosotros, cuyo propósito es la felicidad, y sepamos transmitirlo, siempre.

sábado, 23 de julio de 2016

Orando con la vida misma.




17º domingo durante el año
Ciclo C.

1 lectura Gn 18, 20-21. 23-32;
Sal 1371-3. 6-7a. 7c-8;
2 lectura Col 2, 12-14;
Evangelio Lc 11, 1-13




Quizá nos preguntemos, ¿para qué rezar si Dios sabe mejor que nosotros lo que nos hace falta? Nuestra oración no consiste en pedir y solo pedir. Necesitamos mentalizarnos que sin Él nada somos. Oración es alabarlo y agradecerle todo cuanto nos ha dado, empezando por la vida, la fe… Oración es ponernos dócil y confiadamente en sus manos. Oración es tomar conciencia de que, así como él es con nosotros, nosotros debemos ser con nuestros prójimos, tal como Jesús enseña que si no perdonamos de corazón, no esperemos perdón de Dios.

La oración del Padre Nuestro más que fórmula para memorizar es la divina receta de la vida diaria, ¡es lo que Dios espera de nosotros! Por eso insiste en que escuchemos atentamente a su Hijo Jesús y caminemos sobre sus huellas, siendo siempre fieles en su seguimiento. Al mismo tiempo Jesús nos pide que enseñemos a los hombres no sólo a rezar el Padre Nuestro sino que les mostremos este estilo de vida.

 Hoy el mundo necesita ver cristianos en acción, hombres y mujeres que vivan el Padre Nuestro instaurando un mundo nuevo, el Reino de Dios en la verdad y la justicia, en la paz y la caridad, en la reconciliación y la fraternidad, en la libertad y el progreso solidario, en el bienestar compartido.

 El pasaje del Evangelio según san Lucas hoy nos refiere las horas que pasabas entregado a la intimidad con tu Hijo, para que también nosotros gustemos estar contigo sin apuro. Y el Padre Nuestro son palabras brotadas de su corazón de Hijo muy amado, las únicas palabras que tú quieres escuchar de nuestros labios, al punto que si no suenan como esas nunca llegarían a ti. Ayúdanos a no quedarnos en palabras sino a traducirlas en lo concreto de la vida diaria, ¡que oremos con la vida misma!, que es lo que tú quieres de tus hijos, hasta el día que nos congregues en el cielo. Amén.


Tú eres como manantial de donde brota el río… Salmo 139




Señor, tú me llegas hasta el fondo y me conoces por dentro.
Lo sé: me conoces cuando no paro o cuando no sé qué hacer.
Mis ilusiones y mis deseos los entiendes como si fueran tuyos.
En mi camino has puesto tu huella,
en mi descanso te has sentado a mi lado,
todos mis proyectos los has tocado palmo a palmo.
Tú oyes lo profundo de mi ser en el silencio,
cuando aún no tiene palabras para abrirse a ti.
Es increíble: me tienes agarrada totalmente.
Me cubres con tu palma y me siento tuya.
Como grano de arena en el desierto,
como gota de agua perdida en el mar,
así me encuentro ante ti.
Me digo y no sé responderme: ¿a dónde iré
que no sienta el calor de tu aliento?
¿ A dónde escaparé que no me encuentre con tu mirada?
Cuando escalo mi vida y lucho por superarme, allí estás tú.
Cuando me canso en el camino y me siento barro,
allí perdida en mi dolor, te encuentro a ti.
Cuando mis alas se hacen libertad sin fronteras
y toco el despertar de algo nuevo;
cuando surco los mares de mis sueños
y pierdo la arena pegadiza de mis playas,
allí está tu mano, y tus ojos, y tu boca…
allí, como Amigo fiel, de nuevo estas tú.
Si digo cansada: que la tiniebla me cubra,
si digo desalentada: que el día se haga noche sobre mí;
ni a tiniebla, Señor, es oscura para ti,
y la noche, Señor, es clara como el día.
Tú eres como manantial de donde brota el río,
como raíz donde arranca el árbol.
Tu vida se ha hecho vida en mis entrañas,
me has creado por amor y quieres que viva en plenitud.
Soy tuya: sólo tu amor da respuesta a mi sed.
Ese amor con el que me tejiste en el seno de mi madre
y desde el que me llamas a crecer y ser feliz.
Dios mío, tú me sondeas y me conoces,
comprendes como nadie mis sentimientos.
Que te sienta cerca en el camino de la vida.
Quiero desde lo hondo de mi ser vivir para ti.
*
(Autor/a desconocido/a)

LA HOMOSEXUALIDAD Y LA BIBLIA

Por Walter Wink.
(Teólogo y Biblista)

(El artículo es largo pero vale la pena leerlo y reflexionarlo en comunidad)

Hoy, como nunca antes, el debate en torno a los temas sexuales divide a las iglesias. Al igual que lo hizo el tema de la esclavitud hace ciento cincuenta años, la cuestión de la homosexualidad amenaza con fracturar a todas las denominaciones cristianas. Naturalmente, nos volvemos a la Biblia en busca de una guía, y nos hallamos hundidos en las arenas movedizas de la interpretación. ¿Puede la Biblia decirnos algo en nuestra confusión sobre esta materia?

Algunos pasajes que han sido sugeridos como pertinentes al tema de la homosexualidad, en realidad, son irrelevantes. Uno es el intento de violación de los hombres de Sodoma (Génesis 19:1-29), ya que ese era un caso de varones ostensiblemente heterosexuales en un intento de humillar a los extranjeros, tratándolos “como mujeres”, despojándolos de su masculinidad. (Éste es, también, el caso en la narración similar de Jueces 19-21). Su brutal conducta no tiene nada que ver con el problema de si es legítimo o no, un genuino amor expresado entre adultos del mismo sexo, que consienten tal relación. 

De modo análogo, el texto de Deuteronomio 23:17-18 debe sacarse de la lista, ya que muy probablemente se refiere a prostitución de heterosexuales involucrados en ritos cananeos de fertilidad, que se habían infiltrado en el culto judío; algunas versiones de la Biblia, inexactamente, lo califica de “sodomita”. Varios otros textos son ambiguos. No es claro si 1ª Corintios 6:9 y 1ª Timoteo 1:10 se refieren a los miembros “pasivos” y “activos” de las relaciones homosexuales, o a los varones prostituidos homosexuales y heterosexuales. En resumen, no es claro si el tema es la homosexualidad en sí, o la promiscuidad y “comercio sexual.

Condenaciones inequívocas

Eliminados estos tres textos, nos quedan tres referencias, todas las cuales, inequívocamente, condenan la conducta homosexual. El libro de Levítico 18:22 declara el principio: (Tú, varón, “no te acostarás con un varón como si fuera una mujer: es una abominación”. El segundo texto (Levítico 20:13) añade el castigo: “Si un hombre se acuesta con otro hombre como si fuera una mujer, los dos cometen una cosa abominable; por eso serán castigados con la muerte y su sangre caerá sobre ellos"”

Un acto tal se consideraba como una “abominación” por varias razones


La comprensión pre-científica hebrea era que el semen masculino contenía la totalidad de la vida naciente. Sin el conocimiento de los óvulos y de la ovulación, se suponía que la mujer suministraba solamente el lugar de incubación. 


De ahí que derramar semen por cualquier propósito no-procreativo -en coitus interruptus (Génesis 38:1-11) en actos homosexuales masculinos, o de masturbación masculina- se consideraba equivalente al aborto o al asesinato. 


Consecuentemente, los actos homosexuales femeninos no se consideraban tan seriamente y no se los menciona en absoluto en todo el Antiguo Testamento (pero véase Romanos 1:26). Se puede apreciar en qué medida valoraría la procreación una tribu que luchaba por poblar un país, cuyos habitantes los sobrepasaban numéricamente; pero tales valores se vuelven cuestionables en un mundo que afronta una superpoblación que escapa a todo control.

Además, cuando un hombre actuaba sexualmente como si hubiera sido una mujer, la dignidad masculina estaba comprometida. Era una degradación, no solamente con respecto de sí mismo, sino con relación a todos los demás varones. El sistema patriarcal de la cultura hebrea se revela en la misma formulación del mandato, ya que no se formuló una censura similar para prohibir actos homosexuales entre mujeres. 


Y la aversión sentida hacia la homosexualidad no era porque se la juzgara precisamente antinatural, sino también porque se la consideraba anti-judía, representando una invasión más, todavía, de la civilización pagana en la vida judía. Un efecto de eso es la muy universal aversión que los heterosexuales tienden a sentir por actos y orientaciones extraños a ellos (ser zurdo ha provocado algo de la misma respuesta en muchas culturas).

Sin embargo, cualquiera sea la razón de ser de su formulación, los textos no dejan lugar a que se los manipule. Se ejecutará a aquellas personas que cometan actos homosexuales. Éste es el claro mandato de la Escritura. 


El significado no da lugar a equívocos: cualquiera, sea varón o mujer, que desee basar sus creencias sobre el testimonio del Antiguo Testamento, debe ser completamente coherente y pedir la pena de muerte para todo aquel que ejerza actos homosexuales. (Eso puede parecer extremo, pero, en realidad, hay algunos cristianos, hoy en día, propugnando precisamente esto). Aunque no sea posible que un tribunal ejecute nuevamente a los homosexuales, un sorprendente número de gays son asesinados por heterosexuales cada año, en este país.

Los textos del Antiguo Testamento tienen que sopesarse con los del Nuevo


En consecuencia, la inequívoca condena de la conducta homosexual en Romanos 1:26-27, debe ser el centro de toda discusión. “Por esta razón, Dios los entregó a pasiones vergonzosas. Sus mujeres cambiaron las relaciones sexuales naturales por otras contrarias a la naturaleza y, del mismo modo, también los hombres, dejando las relaciones sexuales naturales con la mujer, ardieron en deseos los unos por los otros. Los hombres cometieron actos vergonzosos con hombres y recibieron, en sus propias personas, el castigo merecido por su extravío”.

Sin duda, Pablo era ajeno a la distinción entre orientación sexual, a través de la cual evidentemente se tiene muy poca elección, y conducta sexual, a través de la cual sí se la tiene. Parece dar por sentado que aquellos a quienes condena, son heterosexuales y están actuando contrariamente a la naturaleza, “dejando”, “abandonando” o “cambiando” su orientación sexual verdadera por aquella que se fija en los primeros años de vida, o tal vez hasta genéticamente, en algunos casos. Para tales personas, tener relaciones heterosexuales sería actuar en forma contraria a la naturaleza, “dejando”, “abandonando” o “cambiando” su orientación sexual natural.

De igual modo, las relaciones que Pablo describe están cargadas de lujuria; no son relaciones de genuino amor entre personas del mismo sexo. No son relaciones entre adultos del mismo sexo, que las consienten y que recíprocamente se comprometen, con fidelidad y con tanta integridad como cualquier pareja heterosexual. Por otra parte, algunas personas suponen que las enfermedades venéreas y el SIDA, son castigos de Dios por la conducta homosexual; sabemos que es un riesgo involucrado en la promiscuidad de toda índole, homosexual y heterosexual. En realidad, la gran mayoría de las personas con SIDA alrededor del mundo, son heterosexuales. Difícilmente podemos poner al SIDA bajo el rótulo de “castigo divino”, ya que las lesbianas no-promiscuas casi no corren ningún riesgo.

Y Pablo cree que la homosexualidad es contraria a la naturaleza; sin embargo,  hemos aprendido que se manifiesta en una extensa variedad de especies, especialmente (pero no en forma exclusiva) bajo la presión de la sobrepoblación. Entonces, esto parecería ser un mecanismo completamente natural para preservar las especies. Por supuesto, no podemos decidir la conducta ética humana exclusivamente sobre la base de la conducta animal o de las ciencias humanas, pero aquí Pablo está argumentando desde la naturaleza, como él mismo lo dice, y el nuevo conocimiento de lo que es “natural” es, por consiguiente, pertinente al caso.

Costumbres sexuales hebreas
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Sin embargo, con toda claridad, la Biblia adopta una opinión negativa sobre la actividad homosexual en aquellas pocas instancias en que se la menciona. Pero esta conclusión no resuelve el problema de cómo debemos interpretar la Escritura hoy. Puesto que hay otras actitudes, prácticas y restricciones sexuales que son normativas en la Escritura, pero a las cuales ya no las aceptamos como normativas.


1. La ley del Antiguo Testamento prohibe estrictamente las relaciones sexuales durante los siete días del período menstrual (Levítico 18:19; 15:19-24); y cualquiera que la violase debía ser “extirpado· o “cortado de su pueblo” (kareth, Levítico 18:29 un término que se refiere a ejecución ya sea apedreando, quemando, estrangulando, azotando o por expulsión; Levítico 15:24, omite este castigo). Hoy en día, muchas personas, de vez en cuando, tienen relaciones sexuales durante la menstruación y no piensan nada sobre ello. ¿Debieran “ser excluidos”? La Biblia dice que sí.

2. El castigo a causa del adulterio era la muerte, apedreando tanto al hombre como a la mujer (Deuteronomio 22:22), pero aquí el adulterio se determina por el estado marital de la mujer. En el Antiguo Testamento, un hombre casado que tiene relaciones sexuales con una mujer soltera, no es adúltero -un caso claro de una doble regla-.


Un hombre podía no cometer adulterio contra su propia mujer; solamente podía cometer adulterio contra otro hombre, por el uso sexual de la mujer del otro. Y una joven esposa que se comprobaba que no era virgen debe ser apedreada hasta la muerte (Deuteronomio 22:13-21), pero nunca se menciona, siquiera, la virginidad del varón en el casamiento.
Es una de las curiosidades del debate actual sobre sexualidad, que el adulterio, el cual crea muchos más estragos sociales, se considera menos “pecaminoso” que la actividad homosexual. Tal vez sea así porque hay muchos más adúlteros en nuestras iglesias. Todavía, ninguno -por lo que yo sé- pide para ellos que sean apedreados, a pesar del claro mandato de la Escritura. Y ordenamos a adúlteros

3. La desnudez, característica del paraíso, se consideraba en el judaísmo como reprobable (2º Samuel 6:20; 10:4; Isaías 20:2-4; 47:3). Cuando uno de los hijos de Noé miró a su padre desnudo, fue maldecido (Génesis 9:20-27). En gran parte, este tabú de la desnudez posiblemente hasta inhíba la intimidad sexual de marido y mujer (esto todavía es cierto en una sorprendente cantidad de personas criadas en la tradición judeo-cristiana). Podemos no estar preparados para las playas nudistas, pero ¿estamos preparados para considerar como un pecado maldito la desnudez en el vestuario o en el viejo remanso adonde nadábamos de niños, o en la privacidad del propio hogar? La Biblia lo hace.

4. La poligamia y el concubinato eran comúnmente practicados en el Antiguo Testamento. Ninguno de ambos se condena en el Nuevo Testamento (con las cuestionables excepciones de 1ª Timoteo 3:2; 12 y Tito 1:6). La enseñanza de Jesús sobre la unión marital en Marcos 10:6-8, no es una excepción, ya que cita Génesis 2:24 como su autoridad, y este texto nunca fue entendido en Israel como excluyendo la poligamia. Un hombre podía llegar a ser “una carne” con más de una mujer, a través del acto de relaciones sexuales. De fuentes judías, sabemos que la poligamia continuaba practicándose dentro del judaísmo, durante los siglos siguientes al período neotestamentario. Entonces, si la Biblia permite la poligamia y el concubinato, ¿por qué no hemos de hacerlo nosotros?

5.Una forma de la poligamia era el casamiento por levirato. En Israel, cuando un hombre casado moría sin haber tenido hijos, su viuda debía tener relaciones sexuales sucesivamente con cada uno de los hermanos de su marido, hasta que le diera un heredero varón. Jesús menciona esta práctica, sin emitir ningún juicio crítico (Marcos 12:18-27) No estoy enterado de que haya algún cristiano que todavía obedezca este ambiguo mandato de la Escritura. ¿Por qué se hace caso omiso de esta ley y, en cambio, se mantiene la que está contra la homosexualidad?

6.En ninguna parte el Antiguo Testamento prohibe explícitamente las relaciones sexuales entre adultos heterosexuales solteros que consienten tal relación, siempre y cuando el valor económico de la mujer (dote) no se comprometiera, es decir, siempre y cuando ella no sea virgen.
Hay poemas en el Cantar de los Cantares que ensalzan una aventura amorosa entre dos personas solteras, aunque los comentaristas, frecuentemente, urdieron disimular el hecho con tediosos niveles de interpretación alegórica. En diversas partes del mundo cristiano, han predominado distintas actitudes sobre las relaciones sexuales pre-matrimoniales.
En algunas comunidades cristianas, era requisito para el casamiento la prueba de la fertilidad (esto es el embarazo). Éste era especialmente el caso en las áreas rurales, donde la incapacidad de dar a luz hijos que serían los trabajadores del campo, podría significar penurias económicas.
Hoy, muchos adultos solteros, las viudas y los divorciados están volviendo a prácticas “bíblicas”, mientras que otros creen que la relación sexual pertenece únicamente al casamiento. Ambas perspectivas son bíblicas. ¿Cuál es la correcta?

7. Virtualmente, le faltan a la Biblia términos que designen los órganos sexuales, y se contenta con eufemismos tales como “pie” o “muslo” para los genitales, y el uso de otros para describir el coito, como “conocerse”. Hoy, la mayoría de nosotros considera “puritano” dicho vocabulario y opuesto a una correcta referencia a la bondad de la creación. En resumen, no seguimos los usos bíblicos.

8. El semen y el flujo menstrual hacían impuro a todo aquel que lo tocara (Levítico 15: 16-20). Las relaciones sexuales hacían impuro hasta la puesta del sol; la menstruación hacía impura a la mujer por siete días. Hoy, la mayoría de las personas considera al semen y al flujo menstrual como completamente naturales y sólo algunas veces como “molesto”, pero no impuro.

9. En el Antiguo Testamento, las reglas sociales con respecto del adulterio, incesto, violación y prostitución están, en gran parte, determinadas en consideración a los derechos de propiedad de los varones sobre las mujeres. 


La prostitución se consideraba completamente natural y necesaria como salvaguarda de la virginidad de la soltera y los derechos de propiedad de los maridos (Génesis 38: 12-19, Josué 2: 1-7). No se culpaba de pecado a un hombre por visitar a una prostituta, a pesar de que ella misma era considerada como pecadora. Pablo recurre al razonamiento cuando ataca a la prostitución (1ª Corintios 6:12-20); no puede englobarla en la categoría de adulterio (vers. 9). 


Hoy nos estamos desplazando, con una gran turbulencia social y a un alto -pero inevitable- costo, hacia un conjunto de arreglos sociales más equitativos, no-patriarcales, en los cuales las mujeres ya no son consideradas como la esclava del hombre.
También estamos tratando de ir más allá del doble criterio. Amor, fidelidad y respeto mutuo reemplazan a los derechos de propiedad. Hemos hecho, hasta ahora, muy pocos progresos para cambiar el doble criterio con respecto de la prostitución. Al dejar atrás las relaciones de género patriarcal, ¿qué vamos a hacer con el sistema patriarcal de la Biblia?

10. Se presumía que los judíos practicaban la endogamia -es decir, el casamiento dentro de las doce-tribus de Israel. Hasta hace poco, una regla similar predominó en Sudamérica, en leyes contra las uniones interraciales (mestizaje). Durante la vida de muchos de nosotros, hemos sido testigos de la lucha pacífica para invalidar leyes estatales contra los matrimonios entre miembros de razas distintas,y el cambio gradual en las actitudes hacia las relaciones interraciales. Las costumbres sexuales pueden transformarse muy radicalmente aun durante el propio ciclo de vida.

11. La ley de Moisés permitía el divorcio (Deuteronomio 24: 1-4); Jesús lo prohibe categóricamente (Marcos 10: 1-12; Mateo 19:9 atenúa su severidad). Sin embargo, muchos cristianos, en clara violación de un mandato de Jesús, se han divorciado. ¿Por qué, entonces, algunos de estas muchas personas se consideran aptos para el bautismo, la membresía de la iglesia,  la comunión y la ordenación, pero no los homosexuales? ¿Qué hace que los unos tengan un pecado en tanto mayor, especialmente al considerar el hecho de que Jesús nunca haya mencionado siquiera la homosexualidad, pero que, explícitamente, condenara el divorcio? Con todo, ordenamos a divorciados. ¿Por qué no a los homosexuales?

12. El Antiguo Testamento considera anormal el celibato, y 1ª Timoteo 4: 1-3, denomina de herejía al celibato obligatorio. No obstante, la Iglesia Católico Romana lo ha hecho obligatorio para los sacerdotes y las monjas. Algunos moralistas cristianos exigen el celibato a los homosexuales,ya tengan vocación para él o no. Un argumento es que, desde que Dios hizo al hombre y a la mujer el uno para el otro a fin de ser fructíferos y multiplicarse, los homosexuales rechazaron el propósito de Dios en la creación. Por lo tanto, aquellos que afirmen esto, deben explicar por qué el apóstol Pablo nunca se casó - o, en cuanto a eso, por qué Jesús, que encarnó a Dios en su propia persona, era soltero.

Por cierto, el matrimonio heterosexual es normal; de otro modo, la raza se extinguiría. Pero no es normativo. Por otra parte, las parejas sin hijos, las personas solteras y los sacerdotes y monjas estarían infringiendo el propósito de Dios en su creación, -¡como lo habrían hecho Jesús y Pablo!-. En una época de superpoblación, ¡tal vez una orientación gay suene especialmente ecológica!

13. En muchas otras maneras, hemos desarrollado distintas normas de aquellas explícitamente establecidas por la Biblia: “Si unos hombres se pelean, y la mujer de uno de ellos, para librar a su marido de los golpes del otro, extiende la mano y lo toma por las partes genitales, deberás cortarla la mano, sin tenerle compasión” (Deuteronomio 25: 11 y sigs.). Por el contrario, nosotros podríamos, muy bien, aplaudirla.

14. Tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo, consideran como normal la esclavitud y no la condenan en ningún lugar. Parte de esa herencia era el uso de esclavas, concubinas y cautivas como juguetes sexuales o máquinas reproductoras de sus propietarios, a lo que autorizan Levítico 19: 20 y sigs., 2º Samuel 5:13 y Números 31:18 - y como muchos propietarios de esclavos norteamericanos lo hicieron hace unos 130 años atrás, citando estos y numerosos otros pasajes de las Escrituras como su justificación.

El problema de la autoridad
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Estos casos son pertinentes con respecto de nuestra actitud hacia la autoridad de las Escrituras. Con toda claridad, consideramos que ciertas cosas del Antiguo Testamento ya no son valederas. Otras cosas, aún las consideramos como valederas, incluyendo la legislación en el Antiguo Testamento que no se menciona en absoluto en el Nuevo. 


¿Cuál es nuestro principio de selección aquí?
Por ejemplo, los lectores modernos están de acuerdo con la Biblia al rechazar:el incesto, la violación, el adulterio, las relaciones sexuales con animales.Pero disentimos con la Biblia en muchas otras prácticas sexuales.

La Biblia condena las siguientes conductas, que nosotros, por lo general, permitimos:las relaciones sexuales durante la menstruación, el celibato, la endogamia, dar nombre a los órganos sexuales, la desnudez (bajo ciertas circunstancias).Y la Biblia considera el semen y el flujo menstrual como impuros, lo que nosotros no.

Asimismo, la Biblia permite conductas que hoy condenamos: la prostitución, la poligamia, el casamiento por levirato, el sexo con esclavos, el concubinato, el trato de la mujer como propiedad, el casamiento prematuro (para la niña de 11 a 13 años)Y,mientras que el Antiguo Testamento aceptó el divorcio, Jesús lo prohibió, salvo en caso de adulterio.

¿Por qué, entonces, apelamos a someter a prueba los textos de las Escrituras solamente en el caso de la homosexualidad, cuando nos sentimos perfectamente libres para discrepar con las Escrituras en la mayoría de otros temas sexuales?Obviamente, muchas de nuestras preferencias en estos asuntos son arbitrarias.
La poligamia mormona estaba prohibida en este país, a pesar de la protección constitucional a la libertad de cultos, porque violaba los sentimientos de la cultura cristiana dominante. Sin embargo, no existe una prohibición bíblica explícita contra la poligamia.

El problema de la autoridad
 no se mitiga con la doctrina de que los requisitos cúlticos del Antiguo Testamento fueron abrogados por el Nuevo, y que solamente los mandatos morales del Antiguo Testamento permanecen vigentes. Pues la mayoría de estas prácticas caen entre los mandatos morales. Si insistimos en ubicarnos bajo la antigua ley, entonces, tal como Pablo nos lo recuerda, “estamos obligados a observar íntegramente la Ley” (Gálatas 5:3).
Pero, si Cristo es “el término de la Ley” (Romanos 10:4), si hemos sido eximidos de la Ley para servir, no bajo el viejo código escrito, sino en el nuevo código de vida del Espíritu (Romanos 7:6), entonces, todas estas prácticas sexuales quedan bajo la autoridad del Espíritu.
Por lo tanto, no podemos tomar, ni siquiera lo que Pablo dice, como una nueva ley. Los mismos fundamentalistas se reservan el derecho de elegir y tomar qué leyes mantendrán, a pesar de que rara vez reconozcan hacer justamente eso.

Juzguen por ustedes mismos

Me parece que el quid de la cuestión es, simplemente, que la Biblia no tiene ética sexual.
No hay ética sexual bíblica. En cambio, presenta un surtido de costumbres sexuales, algunas de las cuales cambiaron a través del milenio de historia bíblica. Las costumbres son prácticas irreflexivas aceptadas por una comunidad dada. Muchas de las prácticas que la Biblia prohíbe, nosotros las permitimos, y a la inversa, muchas de las prácticas,que la Biblia permite, nosotros las prohibimos. La Biblia conoce solamente una ética del amor, la cual constantemente se aplica sobre cualquier costumbre social que domine en cualquier país, o cultura, o período dados.

La mera noción de “ética sexual”
 refleja el materialismo y el resquebrajamiento de la vida moderna, en la cual de manera creciente definimos nuestra identidad sexual. La sexualidad no puede separarse del resto de la vida. Ningún acto sexual es ético en sí y por sí mismo, sin referencia al resto de la vida de una persona, a sus pautas culturales, a las circunstancias especiales afrontadas y a la voluntad de Dios.

Lo que tenemos son, simplemente, costumbres sexuales, las cuales cambian, algunas veces con sorprendente velocidad, creando dilemas que nos dejan perplejos. Tan solo en el curso de nuestras vidas, hemos sido testigos del cambio de preservar la propia virginidad hasta el matrimonio, a parejas que conviven por varios años antes de casarse. La respuesta de muchos cristianos es meramente añorar la hipocresía de una época pasada.

Más bien, nuestra tarea moral es aplicar la ética del amor de Jesús a todas las costumbres sexuales que estén generalizadas en una cultura dada. Podríamos dirigirnos a jóvenes adolescentes no con leyes y mandatos cuya violación es un pecado, sino mejor con las tristes experiencias de tantos de nuestros propios hijos, que encuentran agobiantes las relaciones sexuales demasiado tempranamente iniciadas, y que reaccionan con un celibato voluntario y aun con la negativa a un noviazgo.

Podemos dar razones sólidas y órdenes incumplibles. Podemos desafiar tanto a los gays como a los heterosexuales a cuestionar sus conductas, a la luz del amor y de los requisitos de fidelidad, honestidad, responsabilidad y genuina preocupación por los mejores intereses de otros y de la sociedad como un todo. La moralidad cristiana, después de todo, no es un cinturón de castidad para reprimir instintos, sino un modo de expresar la integridad de nuestra relación con Dios.
Es un intento de descubrir una forma de vida que sea consistente con la imagen de quien Dios nos creó para que fuéramos. Para aquellos de orientación homosexual, ser instrumentos morales que rechacen las costumbres sexuales que violen su propia integridad y la de otros, y tratar de descubrir qué significaría vivir según la ética del amor de Jesús.

Morton Kelsey va tan lejos como para sostener que la orientación homosexual no tiene nada que ver, como tal, con la moralidad, de igual manera que el ser zurdo. Es, simplemente, el modo como se configura la sexualidad de algunas personas. La moralidad entra en el punto de cómo se ejecuta esa predisposición. Si la viéramos como un don de Dios para aquellos para quienes es normal, podríamos llegar más allá de la acritud y brutalidad que tan frecuentemente ha caracterizado la conducta poco cristiana de los cristianos, hacia los gays.

Por aproximación desde el punto de vista del amor más bien que por el de la ley, la cuestión se transforma inmediatamente. Ahora, la pregunta no es “¿Qué está permitido?”, sino más bien “¿Qué significa amar a mi prójimo homosexual?”. Abordando el tema desde el punto de vista de la fe, antes que de las obras, la pregunta deja de ser “¿Qué constituye una violación de la ley divina en el reino sexual?” y, en su lugar, se torna en “¿Qué constituye integridad ante el Dios revelado en el amante cósmico, Jesucristo?”.
Aproximados desde el punto de vista del Espíritu antes que el de la letra, la pregunta deja de ser “¿Qué mandan las Escrituras?” y se torna en “¿Cuál es la palabra que el Espíritu habla ahora a las iglesias, a la luz de las Escrituras, la tradición, la teología, la psicología, la genética, la antropología  y la biología?”

En una declaración poco recordada de Jesús, dijo: “¿Por qué no juzgan ustedes mismos lo que es justo?” (Lucas 12:57). Tan soberana libertad sobrecoge de terror los corazones de muchos cristianos; ellos hubieran preferido estar bajo la ley y que se les dijera aquello que está bien.
Con todo, Pablo mismo se hace eco del modo de pensar de Jesús, inmediatamente anterior a una de sus posibles referencias a la homosexualidad: “¿Ignoran que vamos a juzgar a los mismos ángeles? Con mayor razón entonces, los asuntos de esta vida” (1ª Corintios 6:3). La última cosa que Pablo hubiera querido es que las personas respondieran a este consejo ético como una nueva ley grabada en tablas de piedra.
Él está tratando de “juzgar por sí mismo lo que está bien”. Si ahora tenemos nuevas evidencias en relación al fenómeno de la homosexualidad, ¿no estamos obligados a volver a evaluar todo el problema a la luz de todos los datos asequibles, y decidir, ante Dios, por nosotros mismos?¿No es esta la libertad fundamental de obediencia en la cual el evangelio nos pone?

Por supuesto, se puede objetar que este análisis nos ha atraído tan encima de los textos, que se nos ha perdido la visión general de la Biblia.

Con toda claridad, la Biblia considera la conducta homosexual como un pecado, 
y si lo declara así una o mil veces, esto está fuera de propósito. Al igual que algunos de nosotros que crecimos “sabiendo” que los actos homosexuales eran el pecado inconfesable,aunque nadie siquiera hablara sobre él, así toda la Biblia “sabe” que está mal.
Admito sin reservas todo eso.

La cuestión es precisamente si el juicio bíblico es correcto. La Biblia aprobó la esclavitud como buena y, en ningún lugar, la atacó como injusta. ¿Estamos dispuestos a argüir que la esclavitud está bíblicamente justificada hoy?
Hace ciento cincuenta años, cuando la discusión sobre la esclavitud era feroz, la Biblia parecía estar claramente del lado de los propietarios de esclavos. Los abolicionistas eran fuertemente presionados para que justificasen su oposición a la esclavitud sobre bases bíblicas.
Y, todavía hoy, si debieran preguntar a los cristianos del sur de los Estados Unidos si la Biblia aprueba la esclavitud, virtualmente cada uno estaría de acuerdo en que no. ¿Cómo explicamos tan monumental viraje?

Lo que sucedió es que las iglesias fueron finalmente llevadas a penetrar más allá del carácter legal de la Escritura, a un contenido más profundo, expresado por Israel a partir de la experiencia del Éxodo y los profetas, y llevada a sublime encarnación en la identificación de Jesús con prostitutas, recaudadores de impuestos, los enfermos y tullidos y los marginados y pobres. Es que Dios está al lado de los que no tienen poder. Dios libera a los oprimidos. Dios sufre con los que sufren y gime por la reconciliación de todas las cosas. A la luz de esa suprema misericordia, cualquiera sea nuestra posición sobre los gays, el imperativo del evangelio a amar, cuidar e identificarse con sus sufrimientos es inequívocamente claro.

Del mismo modo, las mujeres nos están insistiendo en que admitamos el sexismo y el sistema patriarcal que permean la Escritura y que ha alejado a tantas mujeres de la iglesia. Sin embargo, la salida no es negar el sexismo en la Escritura, sino desarrollar una teoría interpretativa que juzgue aun a la Escritura misma, a la luz de la revelación de Jesús. Lo que Jesús nos da, es una crítica a la dominación en todas sus formas, una crítica que puede volverse sobre la misma Biblia.
Por lo tanto, la Biblia contiene los principios de su propia corrección. Somos liberados de la bibliolatría, la adoración por la Biblia. Ella está restituida a su justo lugar como testimonio de la Palabra de Dios. Y esa palabra es una Persona, no un libro.Con el tamiz interpretativo suministrado por una crítica de dominación, podemos separar el sexismo, el sistema patriarcal, la violencia y la homofobia, que constituyen una buena parte de la Biblia, liberándola así para que nos revele por nuevos caminos la orden de Dios para forzar la liberación de la dominación, en nuestro tiempo.

Un pedido de tolerancia

Lo que más me apena en todo este áspero debate en las iglesias, es qué poco cristiano ha sido las más de las veces. Es característico de nuestro tiempo que los problemas más difíciles de valorar y que han generado el mayor grado de animosidad, son temas sobre los cuales la Biblia puede interpretarse como sosteniendo ambos lados. Me refiero a la homosexualidad.

Necesitamos retroceder unos pocos pasos y ser honestos con nosotros mismos


Estoy profundamente convencido de la exactitud de lo que he estado compartiendo con ustedes. Pero debo reconocer que no es un caso cerrado. Pueden encontrar debilidad en él, tal como yo puedo encontrarla en el de otros. 


Nosotros, en la iglesia, debemos alcanzar nuestras prioridades en orden


No hemos alcanzado un consenso sobre quién tiene razón en el problema de la homosexualidad. Pero lo que es claro, expresamente claro, es que se nos ordena amarnos mutuamente. Amar no precisamente a nuestras hermanas y hermanos gay, que frecuentemente están sentados a nuestro lado en la iglesia, no reconocidos, sino a todos los involucrados en este debate. 

lunes, 18 de julio de 2016

Carta a un joven católico gay

© James Alison 2007. Traducido del inglés por José Pedro Tosaus Abadía.

Esta carta escrita por James Alison en 2007 tiene aún una gran vigencia para muchos, aunque a nivel teórico las cosas hayan cambiado un poco. Pero ... ¡tú dirás!.


Carísimo:
¡Qué privilegio es tener la oportunidad de escribir una carta cuyo destinatario eres tú! Y lo es hasta el punto de que me gustaría saborear durante un instante la palabra “tú” y pedirte que consideres la novedad que entraña, lo abierta que es como forma de dirigirse a otro.
¿Con cuánta frecuencia se han dirigido a ti con la palabra “tú” en una publicación católica? No me refiero a la palabra “tú” en sentido débil, reducida a un verbo en segunda persona singular, como cuando en un anuncio se pregunta “¿Has considerado la posibilidad de seguir una vocación al sacerdocio o a la vida religiosa?”. Porque, en realidad, esos anuncios no quieren decir “tú”. Lo que en realidad quieren decir es “alguien que es como tú en todos los aspectos, pero que casualmente resulta que no es gay, o al menos sabe disimularlo muy bien”. Normalmente, cuando se plantea una discusión acerca de cuestiones gay en publicaciones católicas, el estilo rápidamente se vuelve poco espontáneo y aparece un misterioso “ellos”. Este “ellos” parece vivir en un planeta distinto de aquel en el que tú vives. Quienquiera que hable de “ellos” está, de hecho, en otro planeta, en un planeta donde una extraña falta de oxígeno hace imposible el uso de los pronombres “yo”, “tú”, “vosotros”, “nosotros”. Cuando alguien sí empieza a utilizar dichos pronombres, te das cuenta rápidamente de que lo único que le da la libertad para hacerlo es ser heterosexual y lo bastante sincero como para decir que en realidad no entiende de qué va todo este asunto.
Y aquí estamos, leyendo una publicación católica, parte de esa enorme y fantástica red de comunicación mundial que es uno de los gozos de ser católico; y de algún modo se está permitiendo que suceda algo nuevo. Pues a ti, un católico que da la casualidad que eres gay (signifique esto lo que signifique), se te está dirigiendo como “tú” un católico que es capaz de decir “Yo soy un católico que da la casualidad que es gay, signifique esto lo que signifique”. Yo estoy recibiendo la autorización para hablarte a ti, que eres consciente de tener los comienzos de una biografía en la cual ser gay desempeña un papel. Y se me está ofreciendo la oportunidad de hablarte, no en razón de un cargo oficial, sino como un hermano, un hermano con cierta biografía que incluye ser un hombre abiertamente gay. Se me está dando la oportunidad de dirigirme a ti desde el mismo nivel en que tú estás, como uno que no sabe mejor que tú quién eres, y que ni siquiera sabe demasiado quién soy yo. Sin embargo, se ha producido algo novedoso. Se ha hecho posible que, en una publicación católica perfectamente normal que representa a la corriente mayoritaria, la palabra “tú” se pronuncie de manera abierta, de una manera que resonará creativamente (así lo espero) en tu ser, y que la pronuncie un “yo” cuyo tono se ha visto modulado y estirado por el hecho de vivir como hombre abiertamente gay dentro de la Iglesia católica.
Como todos los cobardes, cuando me vi enfrentado al privilegio de tomar parte en esta comunicación, mi primera reacción fue salir corriendo. Pues un privilegio es una responsabilidad. Y en este privilegio hay algo particularmente imponente, pues sólo hay Uno que puede dirigirse a ti como “tú” llamando a tu “yo” a ser sin reemplazarte ni avasallarte. Y ese Uno es nuestro Señor en persona. Y él obtuvo esa capacidad pasando por la muerte para ser capaz de hablarnos a ti y a mí haciéndonos ser, y de darnos a ambos un “yo” no regido ya por la muerte ni su temor. No hay nada facilón en ser capaz de hablar a otro como “tú” de una manera que llame a ser.
Si existe una diferencia entre el tono de voz con el que te estoy hablando yo y el que estás acostumbrado a oír, es en gran medida accidental, o providencial, dependiendo de cómo lo interpretes. Por- que sí: tú tendrás que interpretarlo, tú tendrás que decidir si yo, que me dirijo a ti como “tú”, puedo hacer tal cosa sólo debido a alguna metedura de pata, a alguna rendija dentro del sistema, o si hay algo del Pastor en esta voz desprovista de autoridad que te habla, algo del Pastor cuya voz conoces, y de la cual no tienes miedo. No puedo pretender en absoluto ser en mi persona un canal de dicha voz. Ninguno de nosotros puede pretenderlo. Podemos abrigar la esperanza de ser utilizados, o ir preparándonos para ser utilizados. Sin embargo, sólo aquellos a los que se dirige cada uno de nosotros puede percibir quién es, qué mezcla de voces es, la que llega cantando a través de nuestras ondas.
Si existe una diferencia, permíteme confesar que se debe a un acto de terquedad, de rebeldía, por mi parte. A una negativa a creer algo. Ése es el “pero” que está en el fondo de mi voz. “... Pero no cabe pensar que el Dios que nos es revelado en Jesús pueda tratar a esa pequeña porción de la humanidad que es gay y lesbiana mandándole mensajes contradictorios, de la manera que la Iglesia ha acabado por hacer. De ninguna manera podría decir: ‘Te amo, pero sólo si te conviertes en otra cosa’, o ‘Ama a tu prójimo, pero, en tu caso, no como a ti mismo, sino como si fueras otra persona’; o ‘Tu amor es demasiado peligroso y destructivo, busca otra cosa a la que dedicarte’”. Y para un católico, un acto de terquedad o rebeldía no parece un punto de partida muy bueno. Suena satánico. A menos, naturalmente, que esta negativa a creer algo esté potenciada por una sensación tan intensa de la bondad de alguien que, si llegaras a creerle capaz de actuar de la manera que se le imputa, le estarías ofendiendo gravemente.
No, no quiero fingir que ser un católico abiertamente gay sea algo fácil u obvio. No lo es. Para empezar, el mero hecho de que desees leer una carta como ésta es un signo de cuántos obstáculos has tenido que superar ya. Tal vez hayas afrontado el odio y la discriminación en tu propio país, por parte de miembros de tu familia, en el colegio, en manos de legisladores ávidos de votos fáciles, con titulares de periódico chillones que laceran tu alma y ante cuya mirada te quedas sin habla en tu propia defensa. Y probablemente hayas advertido que, en el mejor de los casos, la Iglesia que se llama, y es, tu Santa Madre ha guardado silencio acerca del odio y el miedo. Aunque con demasiada frecuencia sus portavoces se habrán rebajado a la categoría de políticos mediocres, prestando su voz al odio al tiempo que afirman defender el amor. El hecho mismo de que a través de todas estas voces llenas de odio, en medio de ellas y pese a ellas, hayas oído la voz del Pastor que te llama a ser de su rebaño es ya un milagro mucho mayor de lo que imaginas, y te prepara para una obra más sutil y delicada que lo que dichas voces podrían llegar a concebir.
Compartirás en todo el desprecio que el mundo moderno siente por la Iglesia católica por mantenerte firme en la fe que se te ha dado –se considerará que tienes poco que ofrecer que merezca la pena–. Y por ser católico estarás siempre a punto de ser considerado una especie de traidor a cualquier proyecto que tus contemporáneos intenten llevar a cabo. No hay en esto ninguna sorpresa: así son las cosas. Sin embargo, tú tendrás que afrontar algo más, pues también serás considerado una especie de traidor dentro de la Iglesia. “No es uno de nosotros más que a medias.” Y ciertamente no serás alguien que pueda representar públicamente a la Iglesia, ser parte visible del signo que conduce a la salvación. Y, ¿cómo podría ser de otro modo? Pues si ser gay es un defecto de creación, como se afirma, el único signo de gracia vinculado con ser gay sería la eliminación de tal condición de aquello que hace que tú o yo seamos.
No te sorprendas, pues, de que sean considerados leales y dignos de confianza quienes siguen toda pista psicológica falsa que imaginarse pueda con vistas a encontrar respaldo científico para la afirmación de que ser gay es una patología. Serán considerados “un signo de contradicción”, de no sucumbir al espíritu de la época. Tú, en cambio, serás considerado un mal católico, si es que se te llega a considerar católico en absoluto. Pues, mucho después de que los grupos evangélicos que dieron origen a la “terapia reparadora” y al movimiento “ex-gay” hayan dejado atrás estas posiciones, y sus dirigentes se hayan disculpado por descarriar a la gente, tales ideas encontrarán adeptos y partidarios católicos, puesto que halagan la actual doctrina de la Iglesia. Pero no tengas miedo a esas ideas ni odies a quienes las propagan. Son hermanos nuestros. El hecho mismo de que estos hermanos entiendan que, si la doctrina de la Igle- sia es verdad, debe tener alguna base en el ámbito empírico de la naturaleza significa que, en última instancia, lo que nos hará libres será la prueba de lo que es verdad en ese ámbito. Ésta será mayor que lo que tú, yo o ellos podemos imaginar en este preciso momento, y nos liberará a todos.
Pero, ¿qué pasa con el largo “entretanto”? Para ti, llamado por tu nombre, lo mismo que para mí, que estoy aprendiendo a recibir un “yo”, ser católico implica una vocación a algún tipo de ministerio, a una especie de actuación creativa, a una especie de imitación pública de la vida y muerte de nuestro Señor. Así pues, no quiero fingir: te encontrarás desempeñando un ministerio, lo mismo que yo mismo me encuentro desempeñando uno, sin ningún respaldo público por parte de la autoridad eclesiástica. Será como si no existieses. Tendrás que aprender a vivir en el silencio de no ser objeto ni de aprobación ni de desaprobación. Caerás fuera del campo de visión de los hombres y, si te pareces en algo a mí, desesperado por conseguir una mirada aprobatoria, experimentarás esto como una forma de muerte. Pues a cada uno de nosotros se nos da ser quienes somos a través de la mirada de otros, y nosotros respondemos a dicha mirada permitiéndole que nos dé ser quienes hemos de ser, y nos comportamos en consonancia. Así, caer a través del suelo hasta un espacio donde no hay mirada, ni aprobación, ni siquiera desaprobación alguna, es una cosa aterradora y arriesgada.
Pues, naturalmente, tal vez yo haya caído a través del suelo hasta el espacio donde no hay mirada alguna porque me he encerrado en mi propio orgullo y autoengaño. En ese caso, no encontraré nunca una mirada, pero bailaré al ritmo de ese engaño, pensando hasta que llegue la muerte que soy muy santo y especial. Ahora bien, si estoy siendo conducido por el Espíritu de Dios, el lugar donde no hay mirada alguna puede convertirse en el espacio donde soy encontrado en la consideración de Dios. Y esto lo experimentaré como una “nada” que me rodea enteramente, y sólo los demás percibirán, tal vez, que hay un “yo” que está siendo llamado a ser por Uno cuyos ojos no puedo ver, pero que puede verme, cuyo aliento no puedo sentir, pero que me sostiene. Y, por supuesto, los demás no entenderán necesariamente más que yo eso que ven que está naciendo.
¿Qué puedes hacer? Tú sigues trabajando fielmente, enamorado del proyecto para el cual fuiste enviado al principio. Pero las comunicaciones se han vuelto gravemente incompletas. Puedes oír en la radio las declaraciones oficiales del organismo. Puedes leer entre líneas el “verdadero” significado de lo que en ellas se dice, pero tú no existes, no tienes línea de comunicación con el cuartel general, no eres nadie. Así las cosas, ¿permitirás que tu ira y resentimiento ante el trato que recibes del organismo te haga dejar de trabajar en el proyecto para el que al principio fuiste llamado y adiestrado? ¿O amas el proyecto de tal manera que estás dispuesto a amar al organismo que ahora te odia, confiando en que, al final, las cosas saldrán bien? Amar al organismo cuando éste te ama es bastante fácil, pero ¿y amarlo aun en el tiempo en que reniega de ti? ¡En ese momento está ahí el dedo de Dios!
Es en este punto donde te instaría, como me insto a mí mismo, a menudo con ánimo desfalleciente, a que veas el privilegio de lo que tenemos. Sí, hay una suspensión de la comunicación con un cuartel general que sólo sabe hablar de un “ellos” y nunca se dirige a un “tú”; sí, o no saben de nuestra existencia, o necesitan la negabilidad creíble para su propio beneficio; pero mientras tanto aquí, en medio de territorio enemigo, podemos seguir edificando, no sólo un pequeño rinconcito de una estructura defensiva, sino la Iglesia católica como tal –toda entera, completa–. Y curiosamente, con menos injerencias por parte de entrometidos que las que se producirían si las líneas de comunicación estuvieran abiertas. Así pues, ¿nos atrevemos a hacer que nuestro amor se extienda edificando sin aprobación, mientras esperamos con ansia el día en que caiga algún muro de Berlín, y la comunicación quede restablecida? ¿Eres capaz de asumir la responsabilidad de eso? ¿Eres capaz de perseverar?
¿Quién sabe, amigo mío, si esta oportunidad de comunicarnos se repetirá? ¿Quién sabe si esto no es más que una irregularidad momentánea en el éter, si los bloqueadores de las ondas de radio católicas conseguirán impedir otro diálogo abierto entre un “yo” católico y un “tú” católico, ambos casualmente gays? ¿O si no habrá algún deshielo en el permanentemente helado terreno eclesiástico, y la charla se hará mucho, mucho más fácil? De una manera u otra, déjame decirte lo que he descubierto en mis años como clandestino en territorio enemigo: no estás solo, y Sus promesas son ciertas.
Un gran abrazo de tu hermano,
James