“Esta fue la culpa de su hermana Sodoma: ella y sus hijas tenían orgullo, exceso de comida y próspera tranquilidad, pero no ayudaron al pobre y al necesitado”. (Ez 16, 48-49)

martes, 22 de mayo de 2018

Homilía para el domingo de Pentecostés 2018

La fiesta de la divina sabiduría o Ruâh el nombre hebreo y femenino del Espíritu Santo es lo que el día de hoy celebramos. Bajo las metáforas de fuego, viento, soplo, nube protectora (shekinna) que caminaba de día o de noche con el pueblo en su paso por el desierto, después de haber escapado de la esclavitud.

Como el pueblo del Israel bíblico, podemos sentirnos en situación de desierto en estos momentos que atraviesa la historia de nuestro país, la incertidumbre de no saber a ciencia cierta el rumbo, las personas idóneas para guiarnos y puede ser que el desánimo, la desolación, la frustración y el desconsuelo se apoderen de nosotras, nosotros y nosotrex. Ante este desierto que se vislumbra inmenso ante nuestra mirada, contamos con la divina sabiduría o shekinna, la presencia que camina con nosotros para guiarnos, conducirnos a mejores alternativas. Esta compañera divina es la Ruâh aliento de Dios en nuestras vidas, remanso de paz, y fuerza profética que nos conduce a buscar construir los oasis de justicia y paz en nuestro entorno y Para que alguún día la justicia y la paz se besen en nuestro país.

Con la Ruâh celebramos la diversidad divina y humana, pues somos los humanos la expresión de dicha diversidad. Nada más queer que ser los humanos tan divinos y la divinidad tan humana.

Pentecostés muestra la capacidad de entendernos entre las diferencias y las pluralidades, la capacidad de dialogar y comprendernos: quienes pensamos diferente, quienes somos considerados diferentes, raros extraños o sencillamente extravagantes; quienes tenemos sexualidades diversas, culturas diversas, cuerpos diversos, colores de pieles diversas, formas de relación diversa. Es eso la fiesta de
la diversidad y la pluralidad.

El salmo 103 nos habla de renovar la tierra, transformar nuestras ideas fijas, cerradas y renovar nuestras formas de relación entre los humanos, y entre todos los seres que convivimos en la casa común y en el espacio-universo en el que ahora nos corresponde coincidir para lograr una convivencia en la mayor armonía posible.

Renovar la tierra implica transformar nuestras relaciones violentas, cambiar nuestras formas de poder, de un poder sobre hacia un poder para lograr que las cosas sucedan para el bienestar de la mayoría, erradicar la corrupción en las relaciones cotidianas, desarraigar de nuestras actitudes de imposición, rivalidad, fobias y el resentimiento, pues éstas son características de los sistemas de dominio y exclusión patriarcal. No del modelo plural- equitativo, holistico y diverso de la relación pneumatológica, que hoy propone la divina sabiduría o Ruâh fuerza transformadora de la que toda la creación es heredera.

La fuerza divina de la ruâh que se goza en sus creaturas porque sus creaturas todas, todos y todex gocen de una vida plena y placentera en la que no se permita la exclusión de nadie, y menos por tener una vida gozosa. Esta fuerza pasa por el cuerpo, pues los que estaban ahí reunidos experimentaron un fuego interior, el fuego de la pasión y la fuerza de la erótica. Entendida la erótica como la pasión
profética con la que enfrentamos o nos posicionamos ante la vida y sus circunstancias.

El impulso de Ruâh o divina sabiduría se constituye en fuerza abrazadora, pero no violenta, que conduce a la defensa de los más pobres, a la lucha por la justicia y a consecución los derechos de los excluidos o de quienes están en situación de periferia a causa de sus opciones y proyectos. La defensa de los territorios, la sensibilidad para solidarizarnos con la búsqueda de los cuerpos desaparecidos, el entusiasmo por cambiar el rumbo político del país, la transformación de los espacios de violencia en propuestas de armonía y de mayor justicia equitativa son los frutos de éste impulso radical de la Ruâh.

Pentecostés nos delata para comprender que ser cristiano es ser profunda y atrevidamente diverso, raro, extraño, extravagante, ante un sistema patriarcal homogeneizante que forzosamente quiere globalizar la uniformidad y no la pluralidad. Pues vivamos con pasión, alta erótica e impulso vital la diversidad que heredamos la Ruâh, quien en la Trinidad marca la divergencia.

Dra. Marilú Rojas Salazar.