“Esta fue la culpa de su hermana Sodoma: ella y sus hijas tenían orgullo, exceso de comida y próspera tranquilidad, pero no ayudaron al pobre y al necesitado”. (Ez 16, 48-49)

domingo, 21 de abril de 2019

¡En verdad ha resucitado! ¡Aleluya!

¡Cristo ha resucitado! ¡En verdad ha resucitado! ¡Aleluya! 

La Buena Nueva de que Jesucristo ha resucitado de entre los muertos ha transformado al mundo entero y, sin embargo, la recibimos en medio de la cotidianeidad de nuestras vidas. Mientras lidiamos con nuestros viejos hábitos y luchamos para conseguir la conversión de nuestro corazón, el Señor Resucitado nos recuerda que Él ha venido «para que tengamos vida y la tengamos en abundancia» (Jn 10,10). En medio de la pena causada por el pecado y la ansiedad por los seres queridos, Su deseo es que «Su gozo sea el nuestro y que ese gozo sea perfecto» (Jn 15, 11). Cuando la vergüenza o el aislamiento nos hace cuestionar nuestra identidad o el propósito de nuestras vidas, Su mensaje a sus hermanos es: «Subo a mi Padre, su Padre; a mi Dios, su Dios » (Jn 20, 11). 

Que en este día que cambió al mundo, y a lo largo de este bendito y gozoso Tiempo Pascual, el Señor Resucitado entre, incluso en los recintos más oscuros de tu vida, y te traiga Su luz, Su júbilo y Su paz. Que Aquel que aun conserva las heridas de Su sufrimiento y su muerte, sane las heridas de tu corazón con el don de Su Vida Resucitada. Que tu vida entera sea un signo, para todos aquellos a tu alrededor , del poder de la gracia de Cristo y un testimonio vivo de Su Resurrección, en el espíritu de hermandad y amistad casta que Él ha inspirado entre nosotros. 

Por: Padre Philip G. Bochanski