“Esta fue la culpa de su hermana Sodoma: ella y sus hijas tenían orgullo, exceso de comida y próspera tranquilidad, pero no ayudaron al pobre y al necesitado”. (Ez 16, 48-49)

jueves, 22 de agosto de 2013

Lo mejor de mi para un mejor nosotros.

Cuenta la historia que ...

El rey fue hasta su jardín y descubrió que sus árboles, arbustos y flores se estaban muriendo.

El roble dijo que se moría porque no podía ser tan alto como el pino. El pino estaba triste porque no podía dar uvas como la vid. La vid se moría porque no podía florecer como el rosal, que, a su vez, lloraba porque no era fuerte y sólida como el roble.

Entonces, encontró un clavel florecido y lozano como nunca.

El rey le preguntó:
─¿Cómo es posible que crezcas tan saludablemente en medio de este jardín mustio y umbrío?

La flor contestó:
─Siempre pensé que, ya que me plantaste, querías claveles. En aquel momento, me dije: “seré el mejor clavel que pueda”. Aquí me tienes, el más hermoso y bello clavel de tu jardín.

(Autor desconocido)


...


Ser otro, ser uno que no se es tras una máscara preservadora, adoptar un personaje que se supone “encantará” a los demás son una de las tantas conductas que se adoptan por temor a asumir lo que verdaderamente se es.

El “asumir” nos habla de tomar conciencia de algo y a partir de ahí comenzar un proceso de modificación donde se potencia lo positivo y se convierte el error en aprendizaje.
Asumir no es aceptar ni resignarse. Quien se resigna se paraliza: “Esto es lo que me tocó. Así es la vida”. Aceptar es conformarse: “Yo soy así. No voy a cambiar”. Adoptar una de estas posiciones nos habla más de ser un espectador de la vida que un actor.
Ser uno mismo es un desafío. Es libertad. Ser otro será lo más parecido a un plagio.
Desde niños se carga con la mochila de mandatos familiares que dicen quién se debe ser. Un “deber ser” alejado de lo que uno realmente es. Es la eterna lucha entre lo culturalmente esperado por los demás y lo que cada uno siente que es.
Una hipocresía teñida de temor que nos obliga a olvidarnos de nosotros mismos y dejarnos arrastrar por una vorágine impuesta desde el afuera que nos llevará a hacer un culto del “tener” que enmascara y abandonar el “ser” que revela lo que realmente somos.
Someterse a una actitud sumisa frente a lo impuesto, frente a condicionamientos o mandatos, dados por la familia y otros deudos sin cuestionarlos nunca, por un lado,  o buscar desesperadamente poseer esa imagen idealizada de lo que los demás esperan de uno, por el otro, condena a la no satisfacción personal. Aunque suene duro, siempre se será una mentira. Se es esclavo de una imagen que no se es.
Si la mentira es la madre de todos los vicios, será bien sabido hacia dónde estará dirigido el proyecto de vida de cada uno. Ocultar lo que realmente se es significa negar la esperanza de una vida mejor.
Si deseo no ser otro que el que soy, debo transformar este deseo en acción. Ser consciente de este proceso es el gran desafío.
El asumir lo que “se es” habla de autoestima que muchos confunden con egoísmo, sin embargo, hasta el mismo Jesús afirma “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Este “como a ti mismo” encierra un acto de amor que no debe ser confundido con la egolatría.
Es la búsqueda de lo esencial, “eso que es invisible a los ojos” y que  hace ser lo que  realmente se es y asumirse como tal.
Complacer siempre las demandas de los otros distancia de la esencia y del camino de la búsqueda de la felicidad que algún día se bosquejó fuera “del mundanal ruido” y en la intimidad de los pensamientos.
Aquel que trabaja con su interior refuerza su identidad, lo cual le permite abrirse a los otros tal cual es. Sin temores. Nada más alejado de relaciones hipócritas y “políticamente correctas”.  
Uno es el que elige: u opta por el miedo u opta por el amor.
Aventurarse a una vida libre de culpas de no ser lo que los otros desean que uno sea implica saber recordar sin que las emociones negativas paralicen. Recordar quién se era, mirar el pasado sin atorarse ni enredarse en él. Por, sobre todo, volver a percibir aquello que se deseó ser y que otorga la posibilidad de gozar de la vida tal cual es.
Entonces, será la vida que uno desea vivir. La que emociona, la que desafía y apasiona. Se podrán identificar propósitos y metas. Solo así, asumiendo con valor lo que realmente uno es, la vida tendrá sentido.

Lo mejor de mi para un mejor nosotros.
Lo mejor de mi para un mejor nosotros.  



Autor: Joaquín Rocha
Psicólogo especialista en Educación para la Comunicación


¿Hacia dónde va la Iglesia?


Por Víctor Codina, sj.


Antes de preguntarnos hacia dónde va la Iglesia hemos de responder a la cuestión ¿de dónde viene la Iglesia? Y aunque nos resulte extraño, escritores de los primeros siglos y algunos Padres de la Iglesia, como Agustín, responden a esta pregunta afirmando que la Iglesia es una anciana, es la Iglesia prefigurada desde el origen del mundo, es la Iglesia de Adán y del inocente Abel, la Iglesia que forma parte del designio salvífico del Padre que quiere constituir una humanidad fraterna y filial, que participe de la vida y de la comunión trinitaria La Iglesia forma parte del proyecto trinitario de Dios, que se va realizando en la historia de salvación en diversas etapas (LG 2) y del que ella misma es sacramento, semilla y germen (LG 5).
Este proyecto de Dios en la plenitud de los tiempos se manifiesta en Cristo y en la efusión del Espíritu. Frente a la postura tradicional que afirma que el Jesús histórico funda la Iglesia como una institución religiosa con sus dogmas, leyes y ritos, una teología más crítica considera hoy a la Iglesia como un proceso que viene desde el Antiguo Testamento, comienza con el movimiento de Jesús, pero que no culmina hasta el acontecimiento pascual: la Iglesia surge por el misterio de la muerte y resurrección de Jesús y el don del Espíritu. Jesús es el fundamento de la Iglesia más que su fundador y, en todo caso, el Espíritu es co-fundador de la Iglesia.
La Iglesia primitiva al formular su fe, sitúa a la Iglesia no en el segundo artículo del credo sobre la fe en Jesucristo sino en el tercer artículo de la fe en el Espíritu. Esto tiene gran trascendencia no sólo teológica sino pastoral: el Espíritu habita en la Iglesia, la santifica y guía hacia la verdad, la enriquece con diversos dones y carismas, la rejuvenece y la renueva constantemente (LG 4). La Iglesia no es ni un club, ni una empresa multinacional, ni una ONG piadosa, ni un partido político al cual uno se apunta o desapunta según la conveniencia: es Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo y Templo del Espíritu, incluso en momentos de noche oscura, de eclipse, de crisis y de tormentas.
La cúpula de San Pedro
En el interior de la bellísima cúpula de San Pedro de Roma está escrito en latín y griego el versículo de Mateo 16, 18 en el que Jesús afirma que Pedro es piedra y que sobre esta piedra edificará su Iglesia, contra la cual no prevalecerán las fuerzas del mal y de la muerte. Pero faltaría completar este versículo con lo que Mateo añade poco después en el versículo 23: que Pedro es piedra de tropiezo, piedra de escándalo y Satanás.
El hecho de que Pedro sea pecador y santo, preanuncia ya que la Iglesia es a la vez santa y pecadora, casta y prostituta, según los Padres de la Iglesia. Esto nos libra de todo triunfalismo idealista y espiritualista, nos hace comprender que la Iglesia es humana y divina, que no se le puede entender al margen de su historia concreta, de su peregrinar en medio de debilidades, persecuciones y consuelos de Dios (LG 8). La historia forma parte de la eclesiología, de modo análogo al hecho de que el Jesús histórico forma parte de la cristología.
Y en la historia de la eclesiología podemos distinguir diferentes momentos. El primer mileniolo constituye una Iglesia que, aun en medio de sus tensiones y problemas, vive fuertemente la dimensión de comunidad y comunión, en cambio en el segundo milenio prevalece una eclesiología de poder y verticalidad, clerical, triunfalista y juridicista, la llamada Iglesia de cristiandad, que alcanza su expresión última en los siglos XIX y XX, en la llamada época“piana”, desde Pío IX a Pío XII.
No se pueden olvidar todos los aspectos positivos de evangelización y santidad de este largo período de la Iglesia de cristiandad, la Iglesia de las catedrales y de las sumas teológicas, pero que es también la Iglesia de los Estados Pontificios, de las cruzadas, de las divisiones internas, de la Inquisición, de las guerras de religión, del antisemitismo, de una evangelización muchas veces ligada a los imperios coloniales… De los pecados de esta Iglesia del segundo milenio pidió perdón públicamente el Papa Juan Pablo II en el jubileo del año 2000.
Al alumbrarse el tercer milenio surge un nuevo período eclesiológico, diferente del segundo milenio de cristiandad y en muchos aspectos semejante a las intuiciones de la Iglesia de comunión del primer milenio, pero abierta a los tiempos modernos.
La ventana abierta
Juan XXIII, un hombre enviado por Dios, un campesino sencillo pero intuitivo con la sabiduría del corazón, convoca el Concilio Vaticano II: una ventana abierta al Espíritu que sacude y limpia el polvo acumulado desde los tiempos de Constantino. Se inicia un tercer milenio eclesiológico con cambios profundos en la Iglesia: de Iglesia clerical se pasa a una Iglesia Pueblo de Dios de todos los bautizados, de una Iglesia triunfalista se pasa a una Iglesia peregrina que camina con el pueblo hacia el Reino, de una Iglesia juridicista se pasa a una Iglesia misterio y sacramento de la unión con Dios y con la humanidad (LG 1; 9; 48), de la anatema se pasa al diálogo.
A la muerte de Juan XXIII, Pablo VI prosigue el Concilio y lo lleva a término con sabiduría y eficacia. Es una auténtica primavera eclesial la que se experimenta en la Iglesia en estos años, un verdadero Pentecostés, como había soñado y pedido Juan XXIII. Sin el Vaticano II, afirma el cardenal König de Viena, la Iglesia hubiera sido una auténtica catástrofe.
En América Latina el Concilio fue recibido de forma creativa en Medellín: surge “la opción por los pobres”, que representa la realización del sueño inclumplido de Juan XXIII –de que la Iglesia fuese sobre todo una Iglesia de los pobres–; aparecen obispos cercanos al pueblo, verdaderos Santos Padres profetas de la Iglesia de los pobres como Proaño, Helder Cámara, Méndez Arceo, Samuel Ruiz; surgen las comunidades eclesiales de base, la lectura popular de la Biblia, la vida religiosa inserta en medios populares, el compromiso social y eclesial de los laicos, la Teología de la Liberación y una impresionante floración de mártires asesinados por la fe y la justicia, desde obispos como Romero y Angelleli a teólogos comoEllacuría y religiosas como la hermana Dorothy y un sin número de gente del pueblo sencillo, verdaderos santos inocentes masacrados por gobiernos dictatoriales que se proclamaban católicos.
La ventana se cierra
El Vaticano II, después de tantos siglos de cerrazón eclesial, produjo reacciones extremas. Por un lado, Mons. Lefèvbre y sus seguidores acusaron al Concilio de modernista y protestante. Por otro lado, algunos grupos progresistas exageraron en su aplicación. Por todo ello en Roma cundió el pánico a las divisiones internas, se atribuyó al Concilio todo lo negativo que sucedía en la Iglesia. Pablo VI, que había escrito una admirable encíclica sobre el diálogo (Ecclesiam suam), acabó imponiendo su parecer sobre el celibato y el control de natalidad (Humanae vitae).
Los pontificados de Juan Pablo II y de Benedicto XVI fueron sin duda un ejemplo de testimonio personal y evangélico, y un modelo de dedicación pastoral al servicio de la Iglesia: Juan Pablo II con su fuerte personalidad carismática polaca, misionero incansable que reunía a grandes concentraciones, condujo a la Iglesia con mano firme hasta el tercer milenio; Benedicto XVI, un gran intelectual alemán, enriqueció a la Iglesia con un profundo magisterio teológico centrado en el núcleo esencial de la fe cristiana, reprimió los escándalos sexuales y sorprendió a todo el mundo con el gesto sencillo y humilde de su renuncia al papado…
No obstante, en el transcurso de ambos papados, sea por el miedo a divisiones en la Iglesia, sea por presiones de la curia vaticana, se comienza a propiciar una hermenéutica del Vaticano II más centrada en la continuidad que en la novedad del aggiornamento conciliar. Es significativo a este respecto que Juan XXIII fuese beatificado juntamente con Pío IX, el Papa del Vaticano I. El gran historiador del Vaticano II, G. Alberigo, afirma que pareciera que poco a poco la minoría que en el Vaticano II había quedado de algún modo marginada ahora volviese a enarbolar las banderas de la tradición antimodernista, antiliberal y anticomunista. La ventana abierta por Juan XXIII lentamente se vuelve a cerrar con los gobiernos de Juan Pablo II y Benedicto XVI: recentralización del gobierno, debilitación de la colegialidad episcopal, gran preocupación por la ortodoxia y miedo al relativismo, cesiones a los grupos lefrebvristas y en cambio censura a los teólogos más abiertos, miedo a los ministerios laicales, freno al ecumenismo, nombramiento de obispos más seguros que proféticos, conflictos con congregaciones religiosas abiertas, promulgación del Catecismo de la Iglesia Católica –cuando los padres conciliares se habían opuesto a ello–, auge de movimientos eclesiales y carismáticos de tipo espiritual que reciben fuerte apoyo del Vaticano, etc.
Se pasa de la primavera al invierno eclesial, la Iglesia tiende a encerrarse en un gueto (K.Rahner), se vuelve a la gran disciplina (J.B. Libanio), es una noche oscura eclesial (J. I. González Faus), comienza una involución: a la revista Concilium sigue ahora la revistaCommunio, al teólogo conciliar Karl Rahner le sucede ahora el teólogo posconciliar Von Balthasar; hay un cisma silencioso de muchos que abandonan la Iglesia. Si añadimos a lo anterior los escándalos sexuales de personas eclesiásticas  significativas, los escándalos financieros y luchas internas de la curia vaticana, se comprenderá el clima de desolación que ha dominado últimanente en la Iglesia.
Francisco, repara mi Iglesia
La admirable renuncia al pontificado de Benedicto XVI, abrumado por la edad y por los escándalos sexuales y financieros y la elección del Papa argentino jesuita Jorge Mario Begoglio, parece abrir un nuevo horizonte para la Iglesia.
Los primeros signos del papado de Francisco son muy positivos y han despertado esperanza en la Iglesia y en la humanidad: su sencillez y humildad de pedir la oración y bendición del pueblo al que llama hermanos y no hijos, el presentarse simplemente como obispo de Roma, el deseo de una Iglesia pobre y de los pobres, la acentuación de la misericordia y de la ternura, el pedir a los pastores a que vayan a la periferia y “huelan a oveja”, su permanencia momentánea fuera del palacio vaticano, sus gestos de acogida a niños y discapacitados y sobre todo el asumir el nombre de Francisco, el poverello que recibió la llamada a reparar la Iglesia, amansó al lobo, abrazó al leproso, entonó el cántico de la creación y se configuró con el Crucificado… Algunos recuerdan la figura de Juan XXIII, sienten que la Iglesia comienza a salir de la desolación de años pasados, en los que la barca de la Iglesia parecía zozobrar por las turbulencias huracanadas de fuera pero también por las resquebrajaduras internas.
Sin duda es todavía muy pronto para valorar la futura línea pastoral del nuevo Papa Francisco, hay que esperar y mantener la esperanza, pero el súbito y radical cambio de la atmósfera eclesial que se ha producido en muy poco tiempo son un signo no solo positivo y alentador sino también un signo claro del profundo deseo de cambios significativos que se respiraba en la Iglesia.
Las tareas pendientes que esperan al nuevo obispo de Roma y que el pueblo reclama son inmensas: volver al Concilio y a la Iglesia de los pobres, descentralización eclesial, participación del pueblo en la elección de los obispos y reforma del método vigente de elección papal, que los sínodos episcopales sean deliberativos y no meramente consultivos, cambios en los ministerios ordenados (celibato no obligatorio para el clero latino, ordenación de hombres casados, acceso de la mujer a los ministerios), repensar la moral sexual y matrimonial, revisión de la pastoral de los divorciados, diálogo con las ciencias y con la biogenética, apertura a la problemática ecológica, acercamiento ecuménico entre las Iglesias, diálogo inter-religioso, mayor consideración a los teólogos, reforma de la curia vaticana y un largo etcétera…
Pero ¿no será esta tarea excesiva para un solo hombre, por más inteligente, capaz, enérgico y evangélico que éste sea? ¿No será una misión imposible?
Desde abajo
En grandes sectores de la Iglesia suele haber una formación eclesial pobre y muchas veces errónea. Se identifica la Iglesia con la jerarquía, la jerarquía con el Papa, el Papa con la curia vaticana; se sobredimensiona la figura papal al que se considera el representante de Dios en la tierra, la Cabeza de la Iglesia, cuando el Papa es simplemente el obispo de Roma, el que preside en la caridad a todas las Iglesias, el que sucede a Pedro en la misión de mantener la fe y la unidad eclesial.
Se olvida con frecuencia que la Iglesia la formamos todos los bautizados, que todos somos el Pueblo de Dios, el Cuerpo de Cristo y el Templo del Espíritu, que todos poseemos la unción y los dones del Espíritu (LG 12), que son muchos los que quieren una profunda renovación eclesial. En América Latina son muchos los que desean volver a Medellín y a Puebla, no hacer marcha atrás, no olvidar a los mártires jesuánicos, creer que otra Iglesia es posible, una Iglesia no simplemente de bautizados, sino de discípulos y misioneros de Jesús, como proclama Aparecida.
No hemos de esperar a que las reformas vengan solamente desde arriba. Hemos de comenzar cada uno desde nuestro lugar eclesial a reparar la Iglesia, a proseguir el Vaticano II, a volver al Evangelio, a generar comunidades vivas, a defender la vida amenazada. El Espíritu ordinariamente actúa desde abajo, desde la periferia, desde los no implicados en el sistema social y eclesial, desde los laicos, desde los  jóvenes, desde las mujeres, desde los pobres, desde los indígenas, desde los excluidos de la historia que eran los predilectos de Jesús. Desde ellos el Espíritu clama hoy con gemidos inenarrables pidiendo una vuelta al Evangelio, está llamando a toda la Iglesia a volver a Jesús de Nazaret, pues fuera de Nazaret no hay salvación…
El Papa no está solo en su misión y hallará un gran respaldo eclesial si, por ejemplo, se aleja de la jefatura del Estado vaticano y de toda la parafernalia de banderas, himnos, banca vaticana, guardia suiza, nuncios embajadores y una corte renacentista y barroca… que están muy lejos del mundo moderno de hoy y mucho más del Evangelio y de los pobres de la tierra.
No podemos ser ingenuos, nunca los cambios son rápidos, hay resistencias y debilidades humanas, hay pecado en la Iglesia y en sus estructuras, pero hemos de confiar en la fuerza del Espíritu que continuamente impulsa la Iglesia hacia el Reino, hacia la fraternidad de hermanos y hermanas, de hijos e hijas del Padre, hacia el proyecto de Dios, al sueño trinitario de los orígenes de la creación, a la anciana Iglesia de Adán, de Abel y de los justos de todos los tiempos.
La Iglesia, movida por el Espíritu de Jesús, va hacia el Reino de Dios, del que ella es ya semilla y germen en la historia. No extingamos el Espíritu.
Acerca del autor
Víctor Codina es sacerdote jesuita y teólogo latinoamericano. Nacido en España, desde 1982 vive en Bolivia. Actualmente es profesor emérito de la Facultad de Teología  de la Universidad Católica Boliviana de Cochabamba, a la vez que mantiene contacto pastoral con comunidades de base y sectores populares.

¿Hacia dónde va la Iglesia? ¿Hacia dónde vas?¿Hacia dónde vamos? ... ¿Hacia dónde vamos Iglesia?.

lunes, 29 de julio de 2013

¿Quién soy yo para juzgar?

Sorpresa mundial por las declaraciones de Francisco sobre los homosexuales.

(sorpresa o no tanto)

Los principales medios internacionales encabezan sus portadas con las frases del Papa sobre los gays y la Iglesia católica.

Los medios de todo el mundo destacaban las inesperadas frases del papa Francisco sobre la homosexualidad y la Iglesia.
Diarios de renombre como el New York Times, el Washington Post,The TelegraphIl Corriere y El Tiempo, entre muchos otros, destacaban como noticia del día las declaraciones del pontífice salido de Argentina.
"Si una persona es gay busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla? El Catecismo de la Iglesia Católica explica y dice que no se deben marginar a esas personas y que deben ser integradas en la sociedad", afirmó el Papa en una charla con periodistas en el avión que lo llevó de Río de Janeiro de regreso a Roma.
Los medios destacaban el contraste entre las actitudes de Francisco y su predecesor Benedicto XVI, quien escribió un documento que excluía a los homosexuales del sacerdocio y que rara vez contestaba preguntas de los periodistas.
Fuente: Diario Perfil

jueves, 9 de mayo de 2013

Sapientísimo razonamiento de Su Santidad

"En su momento, David fue adúltero y asesino intelectual y, sin embargo, lo veneramos como un santo porque tuvo el coraje de decir 'he pecado'. Se humilló ante Dios. Uno puede hacer un desastre, pero también puede reconocerlo, cambiar de vida y reparar lo que hizo. Es verdad que entre la feligresía hay gente que no sólo ha matado intelectual o físicamente, sino que ha matado indirectamente por el mal uso de los capitales, pagando sueldos injustos. Por ahí forma parte de sociedades de beneficencia, pero no les paga a sus empleados lo que les corresponde o los contrata ‘en negro'. [...] A algunos les conocemos el currículum, sabemos que se hacen los católicos pero tienen estas actitudes indecentes de las que no se arrepienten. Por esa razón, en ciertas situaciones no doy la comunión, me quedo detrás y la dan los ayudantes, porque no quiero que estas personas se acerquen a mí para la foto. Uno podría negarle la comunión a un pecador público que no se arrepintió, pero es muy difícil comprobar esas cosas. Recibir la comunión significa recibir el cuerpo del Señor, con la conciencia de que formamos una comunidad. Pero si un hombre, más que unir al pueblo de Dios, sesgó la vida de muchísimas personas, no puede comulgar: sería una contradicción total. Esos casos de hipocresía espiritual se dan en mucha gente que se cobija en la Iglesia y no vive según la justicia que pregona Dios. Tampoco demuestran arrepentimiento. Es lo que vulgarmente decimos que llevan doble vida".

domingo, 28 de abril de 2013

IGUAL QUE YO. UN AMOR EN ARCOIRIS.

Domingo 5 º de Pascua.


PRIMERA LECTURA
Hech 14, 21b-27

SALMO
Sal 144, 8-13a

SEGUNDA LECTURA
Apoc 21, 1-5a

EVANGELIO
Jn 13, 31-33a. 34-35





En la comunidad cristiana el modelo de amor es el de Jesús y ese amor alcanza su mayor visibilidad en la cruz. En consecuencia todo amor que se vive en esa comunidad tan especial que llamamos cuerpo de Cristo pasa siempre y tiene como modelo el amor de Cristo. Este mandamiento nuevo que no tiene nada de mandamiento ya no es autoreferencial y no toma como paradigma al amor que yo tenga por mi mismo sino que su indicador es el amor de Jesús de Nazaret por aquellos que en el bautismo se han hecho parte de su cuerpo resucitado. El amor en la comunidad cristiana nace de los estigmas que la coherencia de vida y de sueños producen en aquel que ama hasta dar su vida por todos aquellos y aquellas que son profundamente diferentes a él.

El amor que nace de los estigmas de la cruz es el amor en la diversidad reconciliada, el amor al que es paradójicamente diferente a mí porque yo he dejado de ser el referente y modelo del amor. El mandamiento nuevo que no es mandamiento me pide que nos amemos unos a otros y otras tal como nos amo Jesús de Nazaret. Y ese es el amor más extraño y difícil porque la comunidad cristiana ya nunca más podrá ser un club de semejantes e iguales. Es el fin de las comunidades homogéneas unidas por intereses especiales, por color de piel, por idioma semejante, por nivel económico, por cultura parecida. Nunca más una sola voz en la comunidad cristiana, nunca más un solo color, nunca más una sola profesión, nunca más un idioma universal. La comunidad que nace de la cruz es la comunidad del arcoiris, es la comunidad de aquellos que se contemplan a través de la cruz y se aceptan en esa cruz.

Vivir bajo la Palabra es asumir ese desafío del amor que nace en la cruz y que reconoce que su lugar teológico ya no es junto a los iguales, parecidos y semejantes, sino que es en comunión con aquellos que son diferentes, y que a semejanza del amor expresado por Jesús de Nazaret en la cruz, es amor aún por aquellos que pueden ser enemigos y blasfemos.

Para formar parte de la comunidad cristiana el único requisito es confesar que Jesús de Nazaret es el Señor de la vida y de esa misma comunidad. Las mesas y la cruz de Jesús de Nazaret son nuestros modelos de comunidad y por ese modelo estamos llamados a dar nuestras vidas. La comunidad cristiana se forma y se reconoce cuando amamos como Jesús de Nazaret amo a los distintos, es decir a nosotros mismos. Si queremos ser simientes del Reino y servir al Dios del Reino, es necesario reconocer que la comunidad es siempre una gracia que no nos pertenece. El amor en la comunidad cristiana es siempre un milagro porque no podemos explicar porqué amamos a nuestros hermanos y hermanas que son tan diferentes a nosotros. La única explicación y la única razón es porqué Jesús amó incondicionalmente de la misma manera. La comunidad cristiana es pura gracia. Quien se sienta dueño de decidir quién pertenece y quién no es, para decirlo en pocas palabras, un traidor.

El centro alrededor de la cual esa comunidad, cuerpo del Cristo resucitado, siempre es alrededor de la Palabra que produce siempre sacramentos: a los que escuchan por primera vez les conduce al bautismo de muerte y vida renovada. Los que ya han aceptado el compromiso bautismal de Cristo les lleva a la mesa de comunión para hacer visible esa unidad con Jesús de Nazaret que es el camino de unidad y comunión con el hermano y la hermana diferente que está visiblemente a mi lado.

Esa presencia, toda presencia en la comunidad cristiana, es fuente de alegría, agradecimiento y esperanza. Alegría por la presencia de la Palabra que anuncia “paz sea a todas y todos ustedes” mostrándonos sus estigmas para que podamos tomar conciencia de todos los estigmas y en especial lo nuestros propios. Es fuente de agradecimiento porque sabemos que ninguno de nosotros y nosotras es digno de participar de esa comunidad y de esperanza, porque como desterrados, esperamos que se ponga de manifiesto la razón de nuestra unidad.

En la escucha comunitaria de la Palabra, en el compartir el mismo agua y el mismo pan, reconocemos al Cristo que se nos revela y revela a nuestro lado a un pecador reconciliado igual a nosotros y nosotras. Esa es nuestra fuente de alegría y de esperanza. Somos una comunidad de desterrados reconciliados, de diferentes unidos por aquel que nos hace iguales. “Comunión cristiana significa comunión a través de Jesucristo y en Jesucristo. No existe una comunión cristiana que sea más ni ninguna que sea menos que ésta. Desde el encuentro breve, único, hasta la larga convivencia de muchos años, la comunión cristiana es sólo esto: nos pertenecemos unos a otros únicamente por medio de Jesucristo y en El”.

 Para vivir esta comunión como gracia y nunca transformarnos en usurpadores de comunión, es necesario vivirla en esa perspectiva de gracia, de regalo y comprender nuestro amor fraterno como parte de nuestra comunión que nace en la cruz de Jesús de Nazaret. Somos personas justificadas, no por ser ni lindas o lindos, ni limpitos o limpitas, ni por simpáticos o simpáticas. La pura gracia nos ha llamado a ser miembros de este Cuerpo vivo y resucitado, sin derechos, sin títulos de propiedad.




Hijitos míos, estoy todavía con vosotros, pero por poco tiempo.
Os doy este mandamiento nuevo:
Que os améis los unos a los otros.
Así como yo os amo, debéis también amaros los unos a los otros.
La señal por la que conocerán todos que sois mis discípulos
será el amor que os tengáis unos a otros.



Lisandro Orlov
Pastoral Ecuménica VIH-SIDA
Buenos Aires. Argentina


jueves, 21 de marzo de 2013

¿Será?

Cuando Jorge Mario Bergoglio fue dado a conocer con el título de Su Santidad Francisco tuve muchas dudas, especialmente porque los titulares que corrían por la web dejaban muy en claro la postura homofóbica del nuevo Papa, pero nuestro amigo Diego me hizo un comentario al respecto con el cual decidí darle el beneficio de la duda. En tanto a todo lo demás, no podemos ser ciegos, me parece más que claro, a primera vista que la elección de Francisco ha sido inspirada realmente por el Espíritu Santo. Como quiera que sea... ¡BIENVENIDO, SU SANTIDAD!

El Papa apoyó la unión civil entre homosexuales: activistas argentinos


Por José Manuel Rodríguez y Catherine E. Soichet


BUENOS AIRES (CNN) — Poco menos de una hora después de enviar una carta a los líderes de la Iglesia católica argentina en 2010, donde criticaba cómo estaban manejando el debate sobre los matrimonios entre personas del mismo sexo, sonó el teléfono de Marcelo Márquez.

Le sorprendió escuchar la voz al otro lado de la línea. Era Jorge Mario Bergoglio, entonces arzobispo de Buenos Aires, y ahora el papa número 266.

Lo que Bergoglio dijo en la reunión que tuvieron poco después lo sorprendió más. Habían transcurrido meses de críticas públicas de parte de funcionarios de la iglesia sobre la presión para legalizar los matrimonios homosexuales en el país sudamericano.

“Me dijo, 'estoy a favor de los derechos de los homosexuales y en cualquier caso, también apoyo las uniones civiles de los homosexuales, pero creo que Argentina no está lista para el matrimonio legal'”, dijo Márquez, un activista a favor de los derechos homosexuales, y quien se describe como un devoto católico y exprofesor de teología en un seminario católico.

Como arzobispo de Buenos Aires, Bergoglio era uno de los líderes de la Iglesia católica en contra de la legalización del matrimonio homosexual en Argentina. El arzobispo se involucró una notoria guerra de declaraciones con el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, quien apoyaba la medida.

Francisco se puso en medio de la discusión al llamar a la propuesta legislativa “un plan para destruir el plan de Dios”.

Con un contragolpe de primera página, el presidente dijo que la iglesia tenía “actitudes reminiscentes de los tiempo medievales y la inquisición”.

Algunos señalan esta discusión pública como evidencia de los puntos de vista conservadores de Bergoglio.

Pero a puerta cerrada, según Márquez, el hombre que se convertiría en papa parecía estar más abierto a discutir el tema.

En otra reunión, Bergoglio le dijo que siempre había tratado a las personas homosexuales con respeto y dignidad.

“He acompañado a muchas personas homosexuales durante mi carrera para atender sus necesidades espirituales”, decía Bergoglio en esa época, según Márquez.

Bergoglio habría hecho eco de su apoyo a las uniones civiles en otros círculos.

De acuerdo con una historia publicada por el New York Times este miércoles, Bergoglio también le dijo a obispos reunidos en 2010 que la iglesia debería apoyar las uniones civiles de las parejas homosexuales.

CNN no pudo confirmar de forma independiente ese reporte.

Un funcionario del Vaticano dijo que no podía confirmar ni negar el reporte en este momento, y añadió que en caso de que el papa Francisco hubiera expresado esa opinión como cardenal, se le debe dar tiempo para desarrollar su posición política como pontífice.

Argentina aprobó una ley que legalizó el matrimonio de personas del mismo sexo en julio del 2010.

A pesar de que Bergoglio fue uno de los mayores oponentes, Márquez dijo este miércoles que espera que el pontífice siga abierto al debate, justo como parecía estarlo hace algunos años en Buenos Aires.

“Vamos a tratar de dialogar con el Papa”, aseguró Márquez. “Es atemorizante, pero creo que se debe hacer”.

José Manuel Rodríguez reporteó desde Buenos Aires y Rafael Romo desde Atlanta. Catherine E. Shoichet, de CNN, escribió la historia en Atlanta. Hada Messia y Mariano Castillo contribuyeron con la historia desde Atlanta.
 

viernes, 15 de marzo de 2013

HABEMUS PAPAM




 Annuntio vobis gaudium magnum; 
habemus Papam: 
Eminentissimum ac Reverendissimum Dominum, 
Dominum Georgium Marium 
Sanctae Romanae Ecclesiae Cardinalem Bergoglio 
qui sibi nomen imposuit Franciscum


Miserando atque eligendo.




"Oh, Señor, hazme un instrumento de Tu Paz .
Donde hay odio, que lleve yo el Amor.
Donde haya ofensa, que lleve yo el Perdón.
Donde haya discordia, que lleve yo la Unión. 
Donde haya duda, que lleve yo la Fe.
Donde haya error, que lleve yo la Verdad.
Donde haya desesperación, que lleve yo la Alegría.
Donde haya tinieblas, que lleve yo la Luz.
Oh, Maestro, haced que yo no busque tanto ser consolado, sino consolar;
ser comprendido, sino comprender;
ser amado, como amar.
Porque es:
Dando , que se recibe;
Perdonando, que se es perdonado;
Muriendo, que se resucita a la
Vida Eterna."

San Francisco de Asís