“Esta fue la culpa de su hermana Sodoma: ella y sus hijas tenían orgullo, exceso de comida y próspera tranquilidad, pero no ayudaron al pobre y al necesitado”. (Ez 16, 48-49)

domingo, 12 de junio de 2011

Pentecostés

Primera Lectura: Hc. 2, 1-11 Todos quedaron llenos del Espíritu Santo y empezaron a hablar.
Salmo: 103 Envía, Señor, tu Espíritu a renovar la Tierra.
Segunda Lectura:  Cor. 12, 3-7. 12-13 Hemos sido bautizados en un mismo Espíritu para formar un solo cuerpo.
Evangelio: Jn. 20, 19-23 Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo: reciban el Espíritu Santo.

Cuando termines de leer esta entrada del blog cierra tus ojos, lleva tu mano derecha sobre tu pecho, a la altura de tu corazón y siéntelo latir. Dios está aquí, dentro de ti, en lo más profundo de tu alma. Deja todos los ruidos ser en el exterior y no les pongas atención. Deja a todos los pensamientos ser en tu interior y tampoco les pongas atención. Concéntrate. Siente como el Espíritu Santo que te fue entregado por la Iglesia en el día de tu Bautismo se mueve dentro de ti, te inspira, ta aconseja, te hace estar vivo.

Bendícelo. Glorifícalo. Él Espíritu Santo da sus dones a quien quiere, cuando quiere y como quiere. Pero no es ajeno a la promesa de nuestro Señor Jesús que nos aseguró la llegada de un Paráclito para que la comunidad de sus discípulos tuviera verdadera vida y un acercamiento total con la Santísima Trinidad. Por eso, todos los cristianos hemos de ser bautizados, no solo para redimirnos del pecado original, sino para poder estar llenos del Espíritu Santo y poder disfrutar de sus dones verificando sus frutos.

Hoy más que nunca la liturgia nos habla de la diversidad. Los discípulos de Cristo, luego de recibir al Espíritu, son capaces de hablar y entender nuevas lenguas para ir y evangelizar a todas las naciones hasta el último rincón de la Tierra. Y mientras esto se verifica en gran parte del mundo, todavía hay amplios sectores de población que no han recibido la Palabra de Dios ni proclamado el nombre de Jesús. Sin embargo, todos estamos llamados a la colaboración en esta obra de Evangelización.

Hoy no basta con saber hablar español, inglés, francés o chino mandarín. Las cosas se han vuelto un poco más laboriosas. Tal parece que la modernidad se convirtió en una nueva torre de Babel en la que se crearon nuevos lenguajes, como el de los trabajores, los patrones, las amas de casa, las viudas, las madres solteras, los gays, las lesbianas, los integristas, los modernistas, los capitalistas, Etc. Y sin embargo, el Espíritu de Dios nos ofrece palabras fáciles de entender a cada uno de los que formamos parte de alguno o algunos de estos sectores.

La Biblia siempre acepta la diversidad. Y es que toda la población LGBT también estamos llamados a la salvación, sin importar realmente nuestra orientación sexual y si la ponemos en práctica o no. Este es verdaderamente el momento para el que nos preparamos desde el Miércoles de Ceniza, pasamos por toda la Semana Santa y celebramos completa la Pascua de Resurrección, confiados en las promesas del Padre acerca de la vida eterna y el perdón de los pecados. Así que cerramos con broche de oro todo este ciclo, pidiéndole al Espíritu Santo que reside dentro de nosotros y del cual nuestro cuerpo es templo, que actúe en nuestras vidas y nos permita dar testimonio.

Testimonio que se puede dar muy facilmente haciendo lo que haría cualquier buen cristiano. En resumen, amar a Dios sobre todas las cosas, (lo que significa obeder su Ley de Amor e inclusión) y a nuestro prójimo como Jesús nos amó. Las dos cosas son prácticamente lo mismo y hasta podríamos decir que hacer el bien sin mirar a quien es lo mismo que rendir culto a Dios durante la ceremonia eucarística.

Por eso, hay algunos temas que debería ser propulsados por la Iglesia, en vez de considerarlos tabú.  Tales como el uso del condón para prevenir enfermedades de transmisión sexual, precisamente por su eficacia científicamente demostrada; los matrimonios gay y la adopción homoparental; o el derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo, es decir planificar bien su descendencia y utilizar anticonceptivos si lo creen necesario. Y de aquí en adelante podemos citar miles de cosas más que hemos dejado de lado y como buenos católicos no deberíamos haber hecho.

Más arriba dije que nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, y esa es una enseñanza de la Iglesia. Así que amémoslo tanto como a nuestra mente o a nuestra alma inmortal y siempre alimentémoslo bien, tengamos buena higiene y hagamos un poco de ejercicio.  Evitemos con esfuerzos sobrehumanos si es indispensable la promiscuidad y los vicios. Seamos siempre fieles a Dios, nuestra familia, amigos y parejas. Evitemos las malas compañías y pongamos en acción nuestro cristianismo siempre solicitando la inigualable inspiración del Espíritu Santo en nuestras vidas.

Y para ayudar a su meditación les dejo este video que nos dejó un amigo en la página de Facebook y que espero que les guste y ayude a meditar. Si no pueden cerrar los ojos a la primera reproducción, háganlo a la segunda. ¡Dios los bendiga. Aleluya!


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