Sin embargo, manifestamos que parte de la sociedad mantiene abierta de forma premeditada la herida de la dignidad, robándonosla y rompiéndola hasta el punto de que siguen dándose numerosos casos de homofobia, pese a que los Derechos Humanos y la igualdad son inalienables para todo ser humano.
Un año más pedimos, exigimos, que nadie dude de que somos dignas y dignos de ejercer los mismos derechos y deberes que cualquier ciudadano. Manifestamos que somos dignos de expresar nuestra identidad, nuestros sentimientos, nuestra afectividad.
Como creyentes, rogamos a Dios que nos haga personas valientes. De nuevo, pedimos al Padre que nos envíe sacerdotes capaces de hacernos sentir hijas e hijos de una Iglesia que sea amor, donde nuestra dignidad no sea matizada.
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