Fiesta de la Divina Misericordia.
Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: «La paz con vosotros.»
PRIMERA LECTURA
Hech 4, 32-35
SALMO
Sal 117, 2-4. 16-18. 22-24
SEGUNDA LECTURA
1Jn 5, 1-6
EVANGELIO
Jn 20, 19-31
Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros.»
El local cerrado a cal y canto como consecuencia del miedo, delimita el espacio de la comunidad, fuera está el mundo hostil. Como el antiguo Israel, en su éxodo, están atemorizados ante el poder del enemigo.
En el relato vemos a los discípulos encerrados por temor ... a los judíos. Sin embargo los discípulos de hoy día tememos no a los judíos, sino a otras personas (muchos hasta resultan ser familiares y hasta amigos) que nos ayudan a ofrecerle resistencia a ese Señor y Maestro al que en el fondo de nuestro ser queremos seguir. Estos seres a los que tememos nos han ayudado a borrar esa sonrisa , que ha herido muchas veces nuestra manera de ser y, por ello, nuestra manera de creer y de vivir.
Miedos, miedos y más miedos han ocasionado ese encierro y ese alejamiento de nuestra vocación de santos, y a causa de ello, la forma de apartar a Jesús (el Cristo) de nuestro centro ... y a la larga del desplazamiento total.
Los miedos y las dudas no tienen nada de ilegítimo o escandaloso. La resistencia a creer de Tomás (y de todos los Tomases) revela honestidad y búsqueda ... Y Jesús le entiende y viene a su encuentro mostrándole sus heridas.
Jesús le invita a profundizar más allá de sus dudas: "No seas incrédulo, sino creyente".
Pero el detalle es exquisito: Jesús aparece en el centro, porque, ahora, Él es para ellos la única referencia y factor de unidad. La comunidad cristiana está centrada en Jesús y solamente en él. No atravesó la puerta o la pared, no recorrió ningún espacio; se hace presente en medio de la comunidad directamente. Y allí también lo encontramos nosotros ... y allí debe estar: en el centro.
Y es desde allí, en su aparición, que saluda (y nos saluda) de una manera muy especial. «La paz con vosotros.» Este saludo es también su PAZ, y a nosotros se dirige.
Esta PAZ es mucho más que la ausencia de conflictos y de guerras ... es la PAZ del mismo Dios que anida en nuestro ser.
No hemos de asustarnos al sentir que brotan en nosotros dudas e interrogantes. Las dudas, vividas de manera sana, nos salvan de una fe superficial que se contenta con repetir fórmulas, sin crecer en confianza y amor.
Las dudas nos estimulan a ir hasta el final en nuestra confianza en el Misterio de Dios encarnado en Jesús.
El mensaje para nosotros hoy es muy claro: sin una experiencia personal, llevada a cabo en el seno de la comunidad de los creyentes, es imposible acceder a la nueva Vida que Jesús anunció antes de morir y ahora está comunicando a todo el que se abre a su mensaje.
Todos nosotros tenemos que pasar por el mismo proceso que tuvieron que superar los discípulos. Se trata del paso, del Jesús “aprendido”, al Jesús experimentado. Ese cambio siempre será difícil, pero sin él, no hay posibilidad ninguna de entrar en la dinámica de la resurrección. Que Jesús siga vivo, no significa nada si no vivo yo mismo.
«La paz con vosotros.»
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