Esta escena tiene que tomar cuerpo en nosotros, injertarse en nuestra manera de mirar y de estar ante las cosas; y configurar los modos en que vivimos la misión.
Necesitamos pasar de <<despedir>> porque no tememos a <<acoger>> en una precariedad compartida.
De creer que lo que cuenta es sacar adelante lo nuestro, a descubrir que necesitamos el pan de cada uno para que pueda multiplicarse.
De ofrecerlo por nuestra propia cuenta a experimentar que si podemos repartirlo es porque primero ha sido bendecido y partido por el Señor Jesús. Entonces todos pueden saciarse y aún queda. Con él la vida se vuelve fecunda más allá de nuestras expectativas de cálculo y previsión.
Etty Hillesum confió en la bondad y en la belleza de Dios y la encontró bajo el cielo azul de un campo de exterminio. Allí abrió su rostro, sin ocultarlo, expuesto y ofrecido hasta el final. Estas son algunas de las últimas palabras que nos dejó en su diario antes de morir en las cámaras de gas:
<<He partido mi cuerpo como pan y lo he repartido entre los hombres…, pues venían largas privaciones.
Escrito por Hna. Mariola López
Escrito por Hna. Mariola López
Dios no puede dejar de ser Dios.
No preguntes cómo definir el amor de Dios;
pregunta cómo recibirlo.
No preguntes cómo explicar el amor de Dios;
pregunta cómo experimentarlo.
No preguntes cómo entender el amor de Dios;
pregunta cómo ser transformado por él.
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