“Esta fue la culpa de su hermana Sodoma: ella y sus hijas tenían orgullo, exceso de comida y próspera tranquilidad, pero no ayudaron al pobre y al necesitado”. (Ez 16, 48-49)

sábado, 16 de julio de 2016

En la Iglesia NO sobra nadie


Domingo 16 del Tiempo ordinario.
Ciclo C

Gn 18, 1-10ª
Sal 14, 2-3ab. 3cd-4ab. 5
Col 1, 24-28

Lc 10, 38-42

Jesús, "el hombre que amaba las mujeres"

Hasta la llegada de Jesús, la religión era cosa de hombres. Así como el resto de la vida pública. Él, en cambio, no sólo se rodea de mujeres, sino que interactúa con ellas de una forma absolutamente original y contraria a los usos y costumbres de la época. Pensemos que se trata de una sociedad totalmente patriarcal, en la cual las mujeres pasaban de la autoridad –casi propiedad- del padre a la del marido o, a falta de éste, a la del hermano varón o a la del hijo mayor. La viudez sin protector era sinónimo de desgracia y miseria. Y la mujer podía ser inmediatamente repudiada en caso de esterilidad (de la cual era responsabilizada) o adulterio.

Uno de los episodios más "feministas" que protagoniza Jesús es el que tiene lugar en casa de su amigo Lázaro (el mismo al que poco después ordenará levantarse de su tumba), en Betania. Lázaro tenía dos hermanas, Marta y María, que también eran amigas de Jesús. Un día, estando Él de visita, se produce un pequeño altercado, porque mientras Marta iba y venía de la cocina a la sala, atendiendo a los invitados, su hermana María, sentada a los pies de Jesús, escuchaba absorta sus enseñanzas.

Marta, irritada porque todo el trabajo de "servir" a los hombres recaía sobre ella, le dice a Jesús: "¿No te molesta que mi hermana me deje servir sola? ¡Dile pues que venga a ayudarme!"
Pero no, a Jesús no le molestaba la situación ni se le pasaba por la cabeza mandar a María a la cocina. Su respuesta fue: "Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero solo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada".
La parte que no le sería quitada –pero que hasta entonces la sociedad reservaba al varón- era la del aprendizaje, el estudio y la reflexión.



(Esta entrada forma parte de una nota periodística de Claudia Peiró para el periódico infobae con fecha 27/03/16 y me pareció muy interesante poder compartirla hoy en esta fecha especial).

Destetándose de los propios ídolos.


Tal como venimos publicando desde ayer , nuestro caminar continuará también hoy con las reflexiones de los extractos orientados de “Una fe más allá del resentimiento” de James Alison (ed Herder) sin necesidad de hacerlo -como entonces dijimos- desde el normal ordenamiento de los capítulos del mencionado libro.


Decía Jesús a los judíos que le habían creído: “Si ustedes permanecen en mi palabra, son verdaderamente discípulos míos: conocerán la verdad y la verdad los hará libres”.

Esto es crucial. Y es crucial  ya que de alguna manera es como que nos dijera “todos somos partícipes del mismo proyecto de superación de la idolatría, y hemos recorrido un buen camino. Y ahora vamos a ver si soportan dar el próximo paso, un paso que ha de ser difícil ya que cualquier superación de idolatrías exige que cada cual se destete de sus propios ídolos”.

Y este próximo paso no está vinculado a derivar la propia identidad de la adhesión grupal a una ley sino a una cierta escucha fraternal, porque sólo viviendo fraternalmente en un discipulado horizontal se llega a percibir quien es Dios y a descubrir su paternidad. La palabra de Jesús inaugura así una fraternidad que exige igualdad, ya que busca que todos aprendamos a convertirnos en hijos en el Hijo, para así llegar como hermanos a ver a Dios.

Esta manera de ver las cosas nos van librando de chillidos y broncas reaccionarias que en un camino de autocrítica irá convirtiéndonos en verdaderos hijos del Padre. 

¿Cómo reaccionamos frente a las enseñanzas oficiales? ¿Cómo reaccionamos frente a la incapacidad oficial de mantener un discurso oficial en nuestras iglesias? ¿Reaccionamos con resentimiento, consternación o deseo de provocar? ¿Reaccionamos pensando que nuestros hermanos (porque lo son) están atrapados en un lazo de su propia fabricación y que sólo saben apretar la soga que tienen alrededor de su propio cuello?  Si es así es muy probable que también nosotros estemos atrapados en una fraternidad de índole superficial. Tal vez sea que estemos demasiado afectados por la limitación de nuestra propia rabia.

Mientras que los que defienden una doctrina y los que la atacan se encuentren al mismo nivel de dialogo fraticida no se llegará a ningún lugar. O tal vez sí, pero de seguro que ese no será el lugar que nos corresponda.

Sólo tendrá su inicio el intercambio real de opiniones sobre la enseñanza eclesiástica cuando hayamos realizado el duro trabajo de asegurar que tanto nuestro escuchar como nuestro hablar proviene de una mentalidad fraterna, sin que tenga que importar que otros griten o se nieguen a dialogar. Únicamente así seremos capaces de escuchar lo que el Señor quiere que oigamos. Únicamente así desde una verdad particular (la mía o la tuya o la de él) podremos llegar -seguramente de una manera más dura- a conocer la verdad que viene de Dios. Como le sucedió a Jonás.

En mi vivencia personal siempre supe que las palabras de Dios eran palabras de amor, aunque mientras crecía me aferraba a ellas (o al menos trataba) para que no penetraran en mi las palabras de odio que contra mi escuchaba, y que provenían de gente que también hablaba (o decía hablar) en nombre de Dios. Era un mensaje de “se pero no seas; ama pero no ames”. Era un mensaje que escuchaba de mis profesores, de mis padres (aquellos que cuando supieron que yo era gay quisieron hacer de cuenta que no había dicho nada y que todo volvería a ser normal, como antes) , de mis amigos (que también me dejaron de lado con excusas de contagio, como si ser gay fuera contagioso) , de los curas; era un mensaje que de a poco se fue canonizando hasta que llegó un momento que casi no se podía distinguir cual era la voz de Dios y cuál la del mundo. El problema es qué se hace luego con esas palabras escuchadas y cómo uno es capáz de vivir y de obrar de acuerdo a ellas.  

Poco a poco me fui separando de personas y grupos que en teoría eran amigos, pero sin dejar de escuchar esa voz que llegaba a las profundidades con mucha ternura; voz que me hizo sentir otra vez como hijo y no como un prisionero de una mentalidad que había transformado en propia.

Fue esa voz, que me di cuanta que en realidad nunca había dejado de escuchar y que de alguna manera me guiaba hasta la playa como lo hizo con Jonás, que me hizo descubrir la conciencia de ser hijo amado y hermano.

Son tal vez sólo balbuceos pero empiezo a sentir que hemos sido invitados a recuperar algo que es un inmenso valor para todos, y sobre todo para todos aquellos que tienen la necesidad de la voz de Dios  y que sólo les llegará por medio nuestro.

Y no, no me he olvidado de la Biblia. Una de las razones por la que la cuestión gay se ha vuelto importante en los círculos cristianos es que pertenecemos a una generación que encuentra cada vez más difícil leer la Biblia, comprenderla y no sentirse escandalizado por ella. Para aquellos que se ven tentados a dejar de leerla por algunos comentarios que se escucha que ésta dice sobre nosotros, deberíamos tener en cuenta que la lectura debiéramos hacerla desde el único lugar desde qué puede dar fruto, que es el de la compañía del crucificado y resucitado mientras acompaña a los discípulos a Emaús. ¡La Biblia como vulnerabilidad ante Dios y no para protegernos de Dios!

A los que han sido pisoteados por la idolatría de una cierta lectura bíblica se les ha dado el extraordinario placer que conlleva la tarea de regresar de esa aniquilación para hacer así que las Escrituras se conviertan en un instrumento de bien afinado con el que el Espíritu de Dios pueda tañer sus palabras en nuestros corazones.

Lo que con esto quiero decir es que una vez que nos encontramos vivos respirando aire puro aprendemos a respetar lo que nos trajo hasta aquí y a mirar atrás, a nuestro viaje y a los malos tratos que sufrimos... sin resentimiento.

 Dios te llama por tu nombre para dar testimonio de la Verdad.

“Si ustedes permanecen en mi palabra, son verdaderamente discípulos míos: conocerán la verdad y la verdad los hará libres”.

Será hasta la próxima.

jueves, 14 de julio de 2016

Con M de Misericordia

Hace un tiempo atrás en el FACEBOOK de éste blog se sugirió la lectura del libro "Una fe más allá del resentimiento" de James Alison.

A raíz de ello hemos decidido de a poco ir caminando en el analisis y la reflexión de éste libro, no necesariamente respetando el orden de los capítulos, para poder comprender un poco más y mejor nuestra fe de personas homosexuales, lejos de lo que muchos llaman el "silencio de Sodoma".



Con M de Misericordia es sólo una reflexión personal en base a la lectura de algunos capítulos del libro, pero también es invitación a una reflexión grupal porque TU palabra dentro de este escrito es también de gran importancia.

Y -para dejar en claro- aunque cite textualmente algunos pasajes es sólo para que no se pierda el espíritu ni el contenido enriquecedor de tales pasajes. 


 Con M de Misericordia



No hay nada de elegancia en habitar un espacio que ha sido tildado histórica, social y teológicamente de irrisorio, en el mejor de los casos, y en el peor de los casos de maligno.

Hace un mes ya que ha sido la masacre de Orlando y desde entonces -como desde antes, porque esto ocurre desde mucho antes- se escuchan voces que salen en defensa de homosexuales y otras tantas que hacen todo lo contrario. El Papa pide perdón (o dice que habría que pedirnos perdón), algunos Obispos (de México y de EEUU por ejemplo) piden más respeto hacia los homosexuales -NOSOTROS- porque no son (somos) cristianos de segunda. De echo hasta se han armado de valor para pedir al Vaticano que se quite (o al menos que se reformule) del Catecismo de la Iglesia Católica (alias CIC o CATIC) el artículo 2357 que  refiere a los actos homosexuales como intrínsecamente desordenados. Y aunque no sea bien visto hasta podemos encontrarnos con algún que otro sacerdote católico que bendice parejas homosexuales. Claro que también nos encontramos con los que de la vereda de enfrente matan gays o rezan para  los “maricas” tengan SIDA o vayan al infierno (por creerse que el Señor Dios de la Vida así lo ha pedido) o, peor aún, no aceptan el cadáver de su hijo muerto (como sucedió en Orlando) porque éste (su HIJO) era gay.

Y todos estos se dicen hombres de fe.

Pero la fe no se nos da para “pertenecer a la iglesia”, sino para entender y AMAR al ser humano. ¡Pequeña diferencia!

Este don de la FE, por tanto, nos debería ayudar a descubrir cómo amar y cómo compartir una dignidad de personas homosexuales (amadas por Dios) que los siglos nos ha quitado, ya que DIOS no tiene nada que ver con la violencia religiosa.

Y como Dios no tiene nada que ver con la violencia religiosa es que debemos descubrirnos verdaderamente amados por Él., porque que Dios se encarnara y viviera entre nosotros supone un verdadero terremoto de Misericordia.

Dicen que una vez hubo un ciego. Este hombre era ciego de nacimiento y, según parece, en aquel entonces todos suponían que era un pecador. De echo hubo quien preguntó a un tal Jesús que por ahí pasaba: “Rabí, quien pecó, para que éste naciera ciego: él o sus padres”. “¿Quién pecó” es la pregunta lógica -diría- porque este razonamiento es común y hasta lo podemos encontrar a nuestro alrededor: se llama culpar a la victima. Si alguien tiene SIDA ha de ser un castigo de Dios por haber tenido una conducta aberrante. Y así pensamos TODOS en algunas situaciones. Pero la actitud de Jesús está muy lejos de esto: y no sólo está muy lejos sino que nos da una lección de subversión de esta mentalidad desde su interior. Lo que él lleva a cabo es una inclusión. Y no sólo desde lo simbólico gestual sino desde la experiencia interpersonal ya que se acerca y le habla de TU. El (“el ciego”) siempre ha sido EL -el otro- hasta que ahora irrumpe con un soy YO. A partir de ese momento le dirigen la palabra y le hablan... aunque claro que a las autoridades les cuesta un poquitín más ya que la existencia de excluidos no supone ningún problema para el orden establecido ya que más bien ese orden depende de ellas. Por eso el primer paso es cerrar filas afirmando la bondad del grupo.

El famoso NOSOTROS y ELLOS donde el ELLOS son los malos y NOSOTROS los buenos; donde “nosotros” somos los justos y  “ellos” los pecadores. Pero el PECADO ahora ya no es un defecto que en principio excluye a alguien del grupo de los justos sino que el pecado es -tengámoslo en cuenta- participar en el mecanismo de expulsión. Los que forman parte del grupo de los justos pensando que ven se hacen ciegos al aferrarse al orden que piensan que tienen que defender. El pecado consiste en RESISTIRSE, en nombre de DIOS, a Su obra creadora que nos quiere incluir a todos.

Es de inmensa importancia que lo que hace sentirse excluidos no tiene nada que ver con Dios sino que es una reacción puramente social. Dios lo que quiere es acogernos y llevarnos a una plenitud de vida que probablemente provocaría el escándalo de quienes son partidarios al orden vigente.

Pero cuidado que las VICTIMAS se pueden convertir en un grupo RABIOSO para excluir a los fariseos que -por cierto- siempre han sido fácil objeto de burla. Y convertirse en un grupo rabioso no nos haría como victimas muy diferente de los rabiosos victimarios. Y esto lo logramos en el mismo instante en que desde un SOY YO comenzamos a aprender a no ser un expulsor, porque dejemos claro que muchos -aun no siendo excluidos- desde el uso de las palabras crean (creamos) una bondad expulsora.

El ser humano nunca puede prescindir del esfuerzo de aprender, poco a poco y en la vida real, a separar las palabras morales y religiosas de ese mecanismo expulsor que exige sacrificios humanos, para hacer que esas palabras sean palabras de MISERICIORDIA que liberen. Y eso significa que el camino hacia la bondad pasa indefectiblemente por la toma de conciencia de nuestras acciones y nuestras propias palabras.

Lo que nos ofrece la fe cristiana en la esfera moral no es una ley ni una forma de mantener una estructura de la supuesta bondad de este mundo, sino un procedimiento para subvertir desde su interior mismo la bondad humana, empezando por nuestra propia bondad. Lo que viene a significar que el primer paso para llevar una vida moral correcta desde un punto de vista cristiano es ser conscientes de nuestra propia complicidad en la hipocresía y caer en la cuenta de lo violenta que ésta puede llegar a ser.

Sigamos pues avanzando e intentemos aprehender día a día un poco más lo que quiere decir “Misericordia quiero” quitando de nuestros esquemas mentales las posibles actitudes violentas de las victimas y los silencios bondadosos de los que excluyen, porque ya no debería haber un orden sagrado que se base en la existencia de una victima más o menos camuflada para que sacrificándola el orden perviva.

El “yo” del hijo de Dios nace de entre los escombros de la idolatría arrepentida.
Porque Dios te ama tal y como eres para que NO te escondas ni te niegues a ti mismo la búsqueda de la integridad y de las virtudes que tú tienes como la persona que eres.

“Ni el pecó ni sus padres - dijo Jesús- sino que esto es para que se manifiesten las obras de Dios en él”. Y las obras de Dios se manifestaron porque al poco tiempo el hombre que ya veía comenzó a hablar sobre las maravillas de Dios en su vida... también a los fariseos y al resto del pueblo... para que también ellos pudieran ver.



miércoles, 13 de julio de 2016

Monseñor Robert Lynch: "Es la religión, incluida la nuestra la que pone en el punto de mira a los homosexuales"


Lanzan una petición al Papa para que revoque el lenguaje homófobo en el Catecismo.


Cameron Doody, 12 de julio de 2016












Robert Lynch, obispo de St. Petersburg, Florida


(Cameron Doody).- En una carta pastoral publicada en su blog -la trascendencia de la cual solo ahora está haciéndose evidente, a un mes de la matanza en un club homosexual de Orlando- el obispo de St. Petersburg en Florida en los Estados Unidos, Robert Lynch, afirmó que las religiones que fomentan el odio hacia los homosexuales -incluido el catolicismo- tienen la culpa de la masacre y de actos de odio o violencia similares.

"Por desgracia, es la religión, incluida la nuestra, la que pone en el punto de mira, sobre todo verbalmente, a los homosexuales, lesbianas y transexuales, y también a menudo alimenta el desprecio hacia ellos", escribió Lynch en esta entrada en su bitácora. "Los ataques contra los hombres y mujeres LGBT plantan hoy a menudo la semilla del desprecio, que se transforma en odio, y finalmente puede conducir a la violencia", continuó en esta misiva el obispo de St. Petersburg.
En vez de avivar el desdén hacia las personas en función de su orientación sexual, opinó Lynch, la auténtica misión de la Iglesia es la de resaltar y celebrar la dignidad de estos individuos como hijos de Dios. "Aquellas mujeres y hombres que fueron asesinados [en la matanza] fueron hechos a imagen y semejanza de Dios", destacó el obispo. "Enseñamos esto. Debemos creerlo ... Señalar a la gente a causa de su religión, su orientación sexual o su nacionalidad debe ser ofensivo para los oídos de Dios", zanjó el prelado.
Colectivos católicos LGBT han recordado hoy, en el aniversario de la masacre, que el obispo Robert Lynch ha sido defensor de los derechos de las personas homosexuales y transexuales durante mucho tiempo. En enero de 2015, por ejemplo -tras la legalización del matrimonio homosexual en el estado de Florida- Lynch firmó una tribuna en el periódico The Tampa Bay Times en la que opinaba que relaciones entre personas del mismo sexo pueden ser marcadas perfectamente por "el amor y la santidad" y pueden contribuir "a la edificación tanto de la Iglesia como la sociedad en general".


Las últimas reflexiones del obispo Lynch, pastor de St. Petersburg, han sido particularmente bien agradecidas por los responsables de uno de los ministerios católicos a las personas homosexuales más grandes de los EEUU, el New Ways Ministry. En una entrada en su blog , Bob Shine recordó que solo 10 de los obispos estadounidenses reconocieron que las víctimas del ataque de Orlando fueron mayormente homosexuales, de entre los cuales Lynch fue el único en admitir la contribución de la Iglesia a la hora de fomentar actitudes homófobas.
Pero quizás el acontecimiento más alentador en la Iglesia a un mes de la masacre en el club PULSE de Orlando ha sido la organización de una petición al Papa Francisco -que ya cuenta con el apoyo de 1.500 firmantes- reclamando la retractación del lenguaje homófobo en el Catecismo. Este manifiesto - que se puede subscribir aquí - reza en parte:

En la lucha necesaria contra el terror [de Orlando], no podemos contentarnos con meras expresiones de dolor o compasión. Es nuestro deber el de combatir, de forma incansable, las causas originarias del desprecio... Papa Francisco: hay algo que puedes hacer contra el odio. Te pedimos que revoques inmediatamente el artículo 2357 (1) del Catecismo Católico Romano, que estigmatiza a la homosexualidad ... Reclamos que la Santa Sede apoye, en las Naciones Unidas, cualquier esfuerzo o resolución a favor de la descriminalización universal de la homosexualidad.

Fuente:  Religión Digital

sábado, 9 de julio de 2016

¡Cuidamelo!

Liturgia del Domingo 15º
Ciclo C                 

1 Lectura Dt 30,10-14
2 Lectura Col 1,15-20
Evangelio Lc 10, 25-37

 Aquel maestro de la ley quería debatir con Jesús, como casi siempre, con doble intención. “Maestro, ¿qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna?” Jesús, que ya debía estar acostumbrado a la incitación al debate que tanto gustaba a los eruditos de la ley, le contesta escuetamente: “¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?” Esto último debió sentarle poco bien al que preguntó pues, en cierto modo, cuestionaba  si se enteraba de lo que leía o no… y era un maestro de la ley.

Respondió rápidamente dejando claro que conocía la letra de la Ley con puntos y comas: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y al prójimo como a ti mismo”. Jesús le dijo: “Bien has respondido. Haz eso y vivirás”. No dijo nada de herencia ni de vida eterna. Dijo: “Vivirás”, desde el momento presente y para siempre; dando finalizado el debate, o al menos eso pensó.

Pero el maestro de la ley “queriendo justificarse” y requiriendo una atención de Jesús más a la altura de su categoría, preguntó: “Y quién es mi prójimo?”

Entonces Jesús le contó una historia del todo pedagógica, en forma de parábola, para que no hubiera peligro de olvido. El maestro de la ley debió de quedarse algo perplejo. Él era un erudito que sabía de leyes y no necesitaba “cuentitos” como el pueblo llano e ignorante.

La historia empieza de una forma que enseguida adentra en el tema y anima a escuchar atentamente para conocer el final. El letrado dejó su ego académico e intelectual  y puso oídos a las palabras que Jesús iba desgranando: “Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos bandidos que, después de despojarle y darle una paliza, se fueron, dejándolo medio muerto. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote (alguien superior para los judíos) que, al verlo, dio un rodeo. De igual modo, un levita (servidor en el Templo) que pasaba por  aquel sitio lo vio y dio un rodeo. Pero un samaritano (es decir, un extranjero ajeno al pueblo de Israel y considerado enemigo) que iba de camino llegó junto a él y, al verlo, tuvo compasión. Se acercó, vendó sus heridas y echó en ellas aceite y vino; lo montó luego sobre su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y cuidó de él”.

Jesús debió hacer un punto y aparte para que el maestro de la ley fuera integrando por dentro la escena y los personajes. Continuó: “Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al posadero, diciendo: ‘Cuídamelo’, y si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva”.

Hagamos aquí una pequeña pausa, deteniéndonos en la palabra que hizo saltar por los aires el habitual significado del verbo “cuidar”, haciéndolo más amplio, extenso y profundo. En otras traducciones se lee: “cuídale…” o “cuida de él…”. Pero “cuídamelo…”, es otra cosa.

Vamos a ver como siguió Jesús: “¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los bandidos?”. Respondió el otro: “El que practicó la misericordia con él”. Y Jesús, ahora sí dando por acabado el debate y la parábola le dijo: “Vete y haz tú lo mismo”, es decir, muévete, asume a tu prójimo como algo tuyo, como carne de tu carne y “cuídamelo”.

En las traducciones habituales (“cuídale” o “cuida de él”) la persona tuvo compasión y se solidarizó con el caído para que saliera de su delicada situación. Después transfiere a un tercero la responsabilidad del cuidado, al menos hasta su vuelta.

En este caso, la biblia pone en boca del samaritano un término que implica que le deja a alguien que reconoce como suyo. Ese pronombre personal, integrado en la palabra que expresa atención al otro, intensifica la comprensión del compromiso que asumió el samaritano. Le pide que lo cuide indicando que le afecta a él mismo. Este término se comprende cuando se habla de alguien de  la propia familia o de un amigo muy cercano. No es normal para quien se encuentra al borde del camino, maltratado y abandonado, porque no se siente como responsabilidad personal. Pero cuando entra en escena el pronombre “ME” es la Misericordia la que está actuando en primera persona.


Adentrémonos así en el meollo de la auténtica Misericordia escuchando el murmullo de “Vete y haz tú lo mismo”.

¡Que me comporte como verdadero prójimo de aquel que me necesite!

Fuente: Eclesalia

lunes, 4 de julio de 2016

"Debe"

Los discursos son la forma en que las ideas se materializan en nuestro plano de existencia provenientes desde el mundo ideal, pues por el Verbo fue creado el mundo. Y nosotros somos copartícipes de ese poder creador. Nuestras palabras tienen el poder de crear, recrear y destruir todo nuestro contexto.

Confieso que en un primer momento, las declaraciones de Su Santidad después de su viaje a Armenia respecto a que la Iglesia debe pedir perdón a los gays, a los pobres, a las mujeres explotadas, a los niños explotados en el trabajo, por haber bendecido muchas armas, por no haberse comportado muchas veces, me causaron mucha alegría. 

Pero en un segundo momento me causaron confusión. Sé que esta declaración viene como consecuencia de una previa que hizo el cardenal Marx respecto a que la Iglesia debe ofrecer disculpas a los gays por habernos marginado de forma escandalosa y terrible. También sé que en más de un cuarto de siglo, Francisco es el primer Papa que ha puesto la colegialidad de los obispos sobre la Infabilidad Papal.

Es aquí en donde surge mi duda, pues a pesar de las acertadas declaraciones, no parece haber un conjunto de acciones específicas para habilitar una pastoral dirigida al sector lésbico gay de la Iglesia Universal y del que formamos parte. Todavía no hay unidad en el camino de la Iglesia en ese sentido

Mientras que el catecismo obliga a no discriminar a los homosexuales, sino que a tratarnos con respeto, en muchos lugares del mundo, hoy mismo, después de las declaraciones del Papa, hay obispos que olvidan este punto de catequesis y están en discordancia con los dichos de  Marx y Su Santidad, no se diga la comunidad católica de a pie. Tampoco ha habido un enérgico llamado al orden desde el Vaticano para calmar la ola de homofobia que se ha desatado en el mundo tras la masacre de Orlando y que en gran medida tiene su origen en los púlpitos y los altares.

¿A qué me refiero? Lo aclaro.

 Escribo pensando en que es muy fácil dar este tipo de declaraciones desde la cabina de un avión, y son palabras que se agradecen, por cierto. Pero hace mucha falta complementarlas con acciones específicas que empiecen, primero, por recordar a la feligresía que la discriminación por cualquier causa es pecado, por que es excluir de la familia del Padre a un hijo de Dios. Y posteriormente a trabajar en conjunto para asegurar que todas las personas homosexuales que quieran encontrar refugio espiritual en la Iglesia, puedan hacerlo sin temer ser atacadas física o psicológicamente, porque el temor no es un fruto del Espíritu Santo y por tanto, no debería emanar de las acciones de la Iglesia.

Sí. Está claro. La Iglesia debe pedir perdón a los gays por habernos marginado y seguir marginándonos. ¿Cuándo será esto? No sé. Ejemplifico con el caso de los hermanos judíos, a quienes la Iglesia pidió perdón más de treinta años después del concilio Vaticano II y más de cincuenta años después de que terminó la Segunda Guerra Mundial. Signo claro de que no hay prisa para ejecutar acciones tan importantes.

Sin embargo, ahí están dos declaraciones emitidas por un Sumo Pontífice que ha sido instrumento de los nuevos vientos del Espíritu Santo en el Siglo XXI. Las cimientos de algo renovado se están construyendo y seguramente Dios Misericordia tiene algo muy bueno preparado para nosotros dentro de la Iglesia y en nuestra vida personal. Oro por que así sea.

domingo, 3 de julio de 2016

XIV Domingo Ordinario



Is. 66, 10-14c
Sal. 65 1-3a. 4-5, 16 y 20
Gal 6, 14-18
Lc. 10, 1-12. 17-20

Jesús los mandó a predicar, eran 72 a quienes se les dio autoridad similar a la de los Apóstoles y actuaron de la misma manera en que se les encomendó a los 12. Sin nada. Sin talega, alforja ni sandalias, sin comida ni un lugar en donde descansar. Incluso, sin el orgullo de poder expulsar a los demonios. 

Pero con dos cosas muy importantes:

1. La paz: Ésta es un estado de tranquilidad y de quietud que se otorga a quienes están en constante comunicación con nuestro Dios que es Padre y Madre, y que se manifiesta en el cumplimiento de sus Leyes. La promesa que nos ha hecho está cumplida, la de encontrar esa Jerusalén Celestial que nos amamanta y nos protege, que nos enriquece y consuela. Es verdad que no siempre cumplimos las Leyes del Señor, porque nuestra naturaleza es pecadora. Pero la promesa no termina ahí, es en nuestra lucha diaria por alcanzar la Virtud que dicha promesa se hace patente, solo debemos estar atentos y encontraremos ese remanso que nos da la paz. Desde nuestra humanidad no es tan importante el destino, sino lo que se nos queda a lo largo del camino.

2. La alegría. En los últimos años he creído que la tristeza nos aleja de Dios. La vida está compuesta de dos momentos: los de triunfo y los de enseñanza. Muchas de estas pruebas terminan dándonos momentos de enojo y frustración, pero siempre debemos considerarlos de enseñanza. Los que tenemos la doble fortuna de ser homosexuales y haber aceptado la Fe católica, pasaremos constantemente por una serie de pruebas sui generis, pero si tenemos el sentido de Santo Abandono en Dios que nos enseña la Iglesia, solo nos queda confiar en que son para darnos enseñanza y aumentar nuestra fortaleza.

Como hijos de Dios somos capaces de expulsar demonios en su Nombre. Es por eso que constantemente somos atacados por ellos, fuimos mandados como corderos en medio de lobos. Esas bestias que buscan robar nuestro equilibrio emocional y nuestra paz mental, que a veces se manifiestan incluso en los integrantes de nuestra familia o mejores amigos. Pero, con ese sentido de fe al que nos invita la liturgia de hoy hemos de confiar en que incluso ellos son nuestros maestros, y que una vez que hayamos aprendido que su negatividad no afecta nuestras vidas nunca más nos volverán a atacar. Es en ese momento en el que se renueva la promesa de llegar a habitar esa Jerusalén Celestial que ya está en nosotros, que no es algo que se viva en el futuro, sino una lucha que hemos de ganar cada día: Vencer a los demonios internos que nos atacan para poder conquistar la Santa Ciudad en la que encontraremos la Paz.