PRIMERA LECTURA Gn 2, 4b. 7a. 18-24
SALMO Sal 127, 1-6
SEGUNDA LECTURA Heb 2, 9-11
EVANGELIO Mc 10, 2-16
El gran desafío que nos presenta este pasaje del Evangelio es lograr que continúe siendo Evangelio, es decir, que siga siendo un anuncio de una buena noticia y protegerla de quienes pretenden transformarlo en Ley. Los comentarios y el posicionamiento de muchas comunidades de fe frente a este debate reflejan claramente ese peligro y esa tentación. Toda la reflexión de este día tiene como objetivo mantener su naturaleza de Evangelio y evitar con todas las fuerzas la gran tentación de transformarlo en el anuncio de una nueva Ley en labios de Jesús de Nazaret. Toda la predicación tiene como objetivo proteger el Evangelio para que nadie lo transforme en ley y mostrar que Jesús de Nazaret no es Moisés.
Es por ello que importa en gran manera redescubrir el contexto y la intencionalidad que subyace detrás de este dialogo y debate con quienes representan la autoridad interpretativa que encuadraba en aquel tiempo la comprensión de las Escrituras. Este es el primer desafío.
También es importante destacar que el debate sobre los diversos modelos de familia no es un tema exclusivamente moderno. Ya en aquel momento existe un similar y acalorado debate. Dentro del mundo mental judío, tenemos dos escuelas interpretativas: una liberal y otra conservadora tal como ocurre aún hoy entre los líderes sociales y de las comunidades de fe. Frente a esa diversidad interna se alza la otra diversidad externa entre la comprensión de familia y sexualidad del mundo cultural judío y la del mundo que se rige por las pautas culturales romanas.
El siguiente elemento que es importante destacar en este desafiante texto del Evangelio es la libertad con la cual Jesús de Nazaret interpreta la Ley. Nos enfrentamos con dos conceptos interpretativos sobre el concepto de familia. Por un lado Jesús tiene una comprensión constructivista sobre ese tema y por ello siente que aquello que construyó Moisés se puede modificar porque en esa área no se define la relación con Dios sino que es un elemento que define y regula las relaciones de justicia y equidad de los seres humanos entre si. Frente a esa libertad de entender que las reglas relacionadas con el matrimonio y la familia es una construcción que se ha realizado y varia a lo largo de la historia y del tiempo y, que así como se construyó ese concepto se puede deconstruir y volver a construir. Pero en la base y fundamento de esa diversidad y cambios hay un elemento que es esencial y que no es negociable y al cual todo siempre y en toda circunstancia, esas normas y reglas se deben subordinar. Ese valor esencial es la igualdad de los seres humanos fundamentado en perspectiva de creación. Allí está el escándalo evangélico porque esa equidad e igualdad de origen es lo que toda legislación debe proteger, manifestar y a lo cual se debe subordinar. Muchas veces hemos ocultado ese valor indiscutible bajo estructuras familiares patriarcales, machistas y heterosexistas que han desconocido y aún desconoce esa igualdad y muy por el contrario nos hemos ocupado de un tema secundario como es el debate de la legitimidad del divorcio.
Como se refleja en el texto, el derecho al divorcio lo gozaban solo y exclusivamente los varones. No era un derecho que pudieran ejercer en igualdad de situación las mujeres porque detrás la concepción cultural de adulterio, divorcio y relaciones familiares subyace un concepto de propiedad. Es ese concepto de propiedad el que relaciona estos dos momentos de la lectura del Evangelio porque mujeres y niños eran propiedades del patriarca y toda la legislación y costumbres sociales estaban construidas para garantizar y proteger ese ejercicio de propiedad.
Es por ello que Jesús de Nazaret enfrenta en este debate dos lecturas enfrentadas de las Escrituras. Están quienes no aceptan el anuncio de las buenas noticias a los excluidos y para ello se fundamentan en algunos textos tomados de la Ley de Moisés. Frente a esa interpretación Jesús de Nazaret tiene un posicionamiento claro de ruptura de esa lectura de las Escrituras. Toda legislación se debe subordinarse a la intencionalidad primera y primordial de la creación: la igualdad de todos los seres humanos, la equidad de hombres y mujeres en el ejercicio de los derechos y obligaciones en el contexto la vida familiar y en espacial de la asociación matrimonial. Jesús de Nazaret descalifica los poderes que esa legislación le concede en exclusividad a los varones y les obliga a tratar en un pie de igualdad y equidad a las mujeres. Ese es el núcleo de la buena nueva escandalosa anunciada a los miembros vulnerables y débiles de ese contrato y de esa situación. Allí está la palabra central sobre la cual debemos profundizar nuestra reflexión.
También es totalmente nueva y escandalosa la comprensión de adulterio que tiene Jesús de Nazaret y que también es una ruptura. En el antiguo sistema toda la legislación que encontramos en las Escrituras tenía la finalidad de proteger la propiedad de los patriarcas y evitar luchas entre ellos. Por eso no se consideraba adulterio las relaciones de un varón con sus propias esclavas, con sus diversas concubinas y otras mujeres que estaban bajo su propiedad o con mujeres que no fueran propiedad de otros patriarcas. Si esas relaciones sexuales de los varones no desconocían el derecho de propiedad de otros patriarcas la relación sexual no se consideraba como adulterio. Aquí nuevamente Jesús de Nazaret coloca los valores y criterios de ese sistema literalmente patas para arriba y equipara escandalosamente la situación de hombres y mujeres. Esa equidad e igualdad es el tema que tenemos que debatir, proteger y promover.
En consecuencia, hoy no podemos hacer una lectura literal de este pasaje porque en todo momento tenemos que pensar en que toda legislación se debe subordinar a ese criterio de igualdad porque lo que se está discutiendo no es lo que hoy entendemos como divorcio sino que es el repudio como derecho exclusivo de varones que coloca en situación de vulnerabilidad a las mujeres. En su declaración Jesús de Nazaret da por terminado el privilegio de los varones patriarcas de familia, de repudiar a sus esposas que las empujaba a una total marginación. Se termina con los privilegios que gozaban en ese sistema exclusivamente los varones.
Nosotros también hoy tenemos que estar atentos a subordinar toda legislación social, eclesial y familiar a esa radical igualdad. Es necesario reconocer los cambios sociales, culturales y religiosos que se han producido entre nuestro contexto y aquel que transitaba Jesús de Nazaret y en todo debemos tener la misma respuesta fundamentada en la justicia, la igualdad y la misericordia. No podemos olvidar que este texto tiene que ser Evangelio, es decir, un anuncio del amor incondicional de Dios que no se lo puede someter a ninguna Ley que desconozca la gracia sorprendente de Aquel que nos ha creado iguales.
Es en este contexto de un concepto de propiedad ejercida como privilegio por los patriarcas de aquel entonces, que debemos comprender la siguiente escena cuando algunas personas, en una actitud realmente escandalosa le traían niños y niñas para que los tocara. Esos niños y niñas eran propiedad absoluta del patriarca y estaban colocados en el nivel más bajo de la escala jerárquica que tenía a esos mismos patriarcas en la cúspide de la piramide. Este gesto simple y sencillo cuestiona esa jerarquía y esos criterios de valorar a las personas. Nuevamente esos criterios son puestos patas para arriba. Estos niños y niñas son el signo y símbolo de quienes nuestros sistemas sociales, culturales y religiosos colocan en situación de marginación y vulnerabilidad. Nuevamente estamos frente a criterios de igualdad ya no basados en argumentos legales que desconocen la esencial fundamentación en la creación de los derechos humanos.
Indudablemente muchos discípulos de Jesús de Nazaret no han comprendido este gesto revolucionario y siguen reprendiendo a quienes aproximan a la comunidad de fe, para que sean tocados por la gracia radicalmente inclusiva de Dios a personas colocadas por el sistema en el nivel más bajo de la construcción jerárquica. Las personas y grupos en situación de vulnerabilidad conocen muy bien la actitud de muchos de esos discípulos que aún discuten la legitimidad de muchas identidades para participar de la mesa sacramental y compartir el mismo espacio de comunión.
Jesús de Nazaret se enojó entonces y seguramente nunca permitirá que el sol se ponga sobre su enojo frente a quienes reprendían a los discípulos que traían a los marginados, vulnerados por los sistemas teológicos y sociales, para que sean tocados por él. Jesús de Nazaret nos dice que tenemos que facilitar y dejar que los excluidos, aquellos a quienes nuestros sistemas de poder no les reconoce ningún derecho, a que se acerquen a él. Tenemos que revisar leyes y reglamentos que actualmente no permiten el pleno ejercicio de sus derechos de proximidad a tantas identidades de hombres y mujeres y sobre quienes nos consideramos con el derecho de facilitar u obstaculizar que puedan ser tocados por Jesús de Nazaret. El Reino de Dios le pertenece justamente a quienes les negamos esos derechos y dignidades. Nuevamente nuestros criterios son puestas totalmente patas para arriba ¡Este es el tema que tenemos que debatir y no distraernos en situaciones bastantes secundarias a esta propuesta escandalosa!
Y en esto no terminan las exigencias de Jesús de Nazaret porque nos pide como condición para entrar en ese Espacio de soberanía de Dios que quienes desean formar parte del mismo tenemos que despojarnos, tal como lo deben hacer los patriarcas machistas y heterosexista, de todo privilegio y poder. Sin ese despojo no podemos entrar en el espacio que reconoce como único poder la voluntad de igualdad y equidad de Dios en su acto de creación.
Tenemos que preguntarnos si como personas y como comunidades de fe estamos dispuestos y dispuestas a tocar y abrazar a quienes son tocados y abrazados por Jesús de Nazaret. Ese abrazo y esa bendición que hace Jesús de Nazaret sobre esos niños es el modelo de abrazo y bendición que debemos llevar a cabo en nuestro encuentro con las personas estigmatizas, invisibilizadas y marginadas por todos los sistemas actuales de poder, para que podamos todas y todos entrar en la nueva dimensión donde todas las personas con todas sus identidades y con todos sus derechos son abrazadas y abrazados con las manos de Jesús mismo, que revela y hace visible el gran abrazo de Dios.
(Jesús de Nazaret, el Cristo del Dios del Reino, tu has enfrentado las dudas, silencios y preguntas tendenciosas de cada generación. Perdónanos por tratar de enjuiciarte en tu ejercicio de una gracias radicalmente inclusiva y concédenos esa fe desafiante que construye comunidades que son santuario de dignidades y derechos, donde todos y todas te puedan reconocer y hacer tu voluntad. Amén.)
Pastor Lisandro Orlov
Buenos Aires, Argentina.
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