“Esta fue la culpa de su hermana Sodoma: ella y sus hijas tenían orgullo, exceso de comida y próspera tranquilidad, pero no ayudaron al pobre y al necesitado”. (Ez 16, 48-49)

lunes, 23 de mayo de 2011

Milagro Eucarístico

Quiero recatar del foro de Cristianos Gays esta entrada, en la que sin ser magisterio, puedo determinar que a todas luces esto es un milagro, puesto que determina la voluntad de Jesús Eucaristía al respecto de quién lo puede recibir y quién no y bajo qué condiciones.

Hola a todos. Escribo por primera vez en este foro que he encontrado con mucha alegría y en el que espero poder encontrar un cauce para compartir mi vivencia cristiana. Para empezar quiero compartir con todos una experiencia personal para añadir a la reflexión sobre la conveniencia o no de comulgar siendo gay, que está tan de moda estos días por la negación de algunos obispos y sacerdotes católicos a administrar la eucaristía a homosexuales públicos.

En mi caso siempre he sido un gran devoto de la Eucaristía, considero que Cristo entregó a la humanidad un regalo increible y que ninguno de nosotros, ni el más virtuoso, es remotamente digno de tal regalo, acoger en nuestro seno el cuerpo y la sangre de Dios hecho hombre es en cualquier caso algo muy por encima de todos nosotros.

Como muchos he tenido malas experiencias con sacerdotes que me han indicado que por mi condición homosexual no podían administrarme la comunión. Quería comentaros una anécdota que cada uno puede interpretar como quiera pero que para mi es un regalo más del Señor. El día de la boda de una hermana mía, a medida que se acercaba el momento de la comunión, yo me encontraba atormentado por las dudas tras una conversación unas semanas antes con un sacerdote de estos negacionistas que he comentado antes. Luchaba contra mi deseo de comulgar porque obviamente no quería ser motivo de escandalo para nadie aunque pienso que Dios me considera tan digno como cualquiera, es decir, tan poco digno como cualquiera. 

Finalmente decidí con tristeza no acudir a comulgar. Pues bien, mientras mis primos, invitados a la boda, iban acudiendo a recibir la comunión, un primo mío jovencito no tuvo mejor idea que compartir la hostia con nuestra sobrina de tres años que se la demandaba. Los acontecimientos ocurrieron de repente de forma muy precipitada. Del fondo de la iglesia surgió rauda nuestra tía monja que gritó, en voz a susurros, "Es el cuerpo de Cristo!!". Yo me encontraba justo sentado en el banco de delante de la niña y fui el que tuvo más reflejos de abrirle la boca y extraerle la sagrada forma, entonces me quedé con la forma sostenida en la mano sin saber qué hacer y mi tía monja me miró y me gritó: "Tómatelo!"... Y comulgué, contra todo pronóstico y en contra de mis intenciones originales, mi ser se llenó de alegría y de agradecimiento y de alabanza a Dios. Fue un momento alucinante y aquí lo comparto con vosotros. Un beso a todos.

Miguelón

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