“Esta fue la culpa de su hermana Sodoma: ella y sus hijas tenían orgullo, exceso de comida y próspera tranquilidad, pero no ayudaron al pobre y al necesitado”. (Ez 16, 48-49)

lunes, 7 de marzo de 2011

Jonás es enviado por Dios a Nínive

Dijo Dios a Jonás: "Levántate y ve a Nínive, la ciudad grande, y anúnciales que su maldad ha subido ante mí." Levantose Jonás, pero no quiso ir a Nínive. Bajó al puerto de Jope y halló un barco que estaba listo para zarpar a Tarsis. Dios levantó en el mar un violento huracán y fue tal la tormenta en el mar que creyeron se rompería la nave.

Llenos de miedo, los marineros invocaban cada uno a su dios y echaron al mar lo que llevaban en la nave para aligerarla de ella. Jonás, que había bajado al fondo de la nave, se había acostado y dormía profundamente. Le despertó el patrón y le dijo: "Levántate y clama a tu Dios."

Luego se dijeron unos a otros: "Vamos a echar a suertes a ver por quién nos viene este mal." Echaron a suertes y la suerte cayó sobre Jonás. Aquellos hombres se atemorizaron sobremanera y le dijeron: "¿Porqué has hecho eso?" Pues sabían que iba huyendo de Dios porque Jonás lo había declarado. Como el mar iba embraveciéndose cada vez más, les dijo Jonás: "Cogedme y echadme al mar y el mar se aquietará."

Le cogieron y le echaron al mar, y el mar se aquietó en su furia. Dios había dispuesto un pez muy grande para que tragase a Jonás y Jonás estuvo en el vientre del pez tres días y tres noches. Desde el vientre del pez dirigió Jonás su plegaria a Dios, diciendo: "Clamé a Dios en mi angustia y El me oyó. Cuando desfallecía mi alma, me acordé de Yavé, y mi súplica llegó a su santo templo." Por orden de Dios el pez vomitó a Jonás en la playa.

Llegó por segunda vez a hablar Dios a Jonás, diciéndole: "Levántate y ve a Nínive, la ciudad grande, y pregona en ella lo que yo te diré." Jonás fue a Nínive, segun la orden de Dios. Era Nínive una ciudad grande sobremanera, de tres días de andadura. Comenzó Jonás a penetrar en la ciudad y pregonaba diciendo: "De aquí a cuarenta días Nínive será destruida."

Las gentes de Nínive creyeron a Dios y guardaron ayuno y se vistieron de saco desde el más grande al más pequeño. Llegó la noticia al rey de Nínive y, levantándose de su trono, se desnudo de sus vestiduras, se vistió de saco y se sentó sobre el polvo e hizo pregonar una orden del rey y de sus príncipes, diciendo: "Hombres y animales, bueyes y ovejas, no probarán bocado, no comerán nada, ni beberán agua.

Cúbranse de saco hombres y animales y conviértase cada uno de su mal camino, de la rapiña y de sus manos. ¡Quién sabe si se volverá Dios y se arrepentirá del furor de su ira y no pereceremos!"

Ante su arrepentimiento, Dios tuvo, pues, misericordia con Nínive y a sus habitantes no los castigó. Jonás ya suponía que Dios iba a perdonar a Nínive por el ayuno y penitencia que iba a hacer, por eso dijo al Señor. "Sabía que eres Dios clemente y piadoso, tardo a la ira, de gran misericordia y que te arrepientes del mal".

El cuarto mandamiento de la Santa Madre Iglesia es: "Ayunar y abstenerse de comer carne cuando lo manda la Santa Madre Iglesia."

Si nos fijamos bien, la Iglesia no es triste porque nos obligue a ayunos y abstinencias. Eso no es verdad. Por ejemplo, cuando estamos en la Navidad, en la Nochebuena del 24 de diciembre, día grande y alegre, la celebramos con gozo y alegría. Construimos belenes o nacimientos, cantamos villancicos al son de panderetas, guitarras y música, comemos turrón. Y todo ello lo hacemos por festejar al Salvador que nos ha nacido.

Luego viene la cuaresma en que guardamos ayunos y abstinencias con el fin de santificar el alma y también la preparamos mejor para la Semana Santa. Y a continuación vienen la, alegrías de la resurrección del Señor, en que la misma Iglesia, con su liturgia, se regocija de la resurrección de Cristo Con el ayuno y abstinencia fortalecemos el alma para vencer al pecado, al mundo, al demonio y a la carne.

El Señor nos recomendó el ayuno y Él mismo nos dio ejemplo ayunando cuarenta días. Una vez Jesús arrojó al demonio de un muchacho que estaba endemoniado y les dijo a sus discípulos: "Esta especie no puede ser lanzada, sino por la oración y el ayuno." (Mateo, 17.) Aquí vemos la fuerza poderosa que tiene la oración con el ayuno.
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"Recuerda que eres polvo y al polvo volverás. ¿Cómo me acordaré de dónde vengo y a dónde voy? Basta que me vea al espejo. Por más que lo limpie siempre me reflejará como ser que no vale nada.... soy polvo. Me miraré al espejo y me sacaré la lengua por ridículo al creer que soy más que polvo".

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