Reflexión para el 9º Domingo Ordinario (Rom. 3, 21-28)
Jesús, justicia de Dios, aministía, vida, libertad, paz, bondad nuestras: "hoy", "ahora", sigues alentando en todo el mundo; sigue habiendo entre nosotros personas "convencidas" de tu amor. Tenemos testigos de tu justicia, capaces de vivir hasta la muerte lo que rezan:
"Señor Jesucristo, nos da miedo gastar la vida. Pero la vida Tú nos la has dado para gastarla; no se la puede economizar en estéril egoísmo. Gastar la vida es trabajar por los demás, aunque no paguen; hacer un favor al que no va a devolver; gastar la vida es lanzarse aun al fracaso, si hace falta, sin falsas prudencias; es quemar las naves en bien del prójimo. Somos antorchas que sólo tenemos sentido cuando nos quemamos; solamente entonces seremos luz. Líbranos de la prudencia cobarde, la que nos hace evitar el sacrificio, y buscar la seguridad. Gastar la vida no se hace con gestos ampulosos, y falsa teatralidad. La vida se da sencillamente, sin publicidad, como el agua de la vertiente, como la madre da el pecho al niño, como el sudor humilde del sembrador. Entrénanos, Señor, a lanzarnos a lo imposible, porque detrás de lo imposible está tu gracia y tu presencia. No podemos caer en el vacío".
Testigos que prefieren, como Tú, Jesús de Nazaret, estar con los más débiles: "Una vez más, me reúno con los trabajadores sin papeles de la construcción, centro de París. De lejos, diviso las banderas de los sindicatos que flotan al viento y las pancartas reclamando la legalización de estos asalariados sin derechos. En la acera, un frupo de africanos charlan entre ellos, llevas pasquines de información... Disfruto estando y hablando con ellos. A pesar de su situación tan precaria, saben mostrarse acogedores y fraternos. Mahamadou me propone ir a tomar un te antes de ir a visitar el sótano. Descubro el lugar y saludo personalmente a todos los que se encuentran allí".
Testigos de tu sinceridad, que reconocen la verdad de nuestra vida: "Me asalta la sospecha de que los llamados a ser profetas del Altísimo nos reducimos una y otra vez al papel de ideólogos de Dios y de la religión, ideólogos carentes de oído, mera apariencia de profetas... Si escuchas como profeta, saldrás a los caminos de los hombres sin pan, ni alforja, ni dinero en la faja; saldrán con la palabra del que te envía, con el pan de su vida para repartir, con su autoridad para liberar, con el aceite de su misericordia para curar".
Jesús, profeta audaz, más amigo de los excluidos, convencido del amor divino, aviva en nosotros "la fuerza de salvación" que es tu puro amor; haz de nosotros hermanos de cualquier persona; danos fe para hacer tu "justicia", tu evangelio, en nuestra familia, en nuestro barrio y pueblo, en nuestro trabajo, en nuestras iglesias.
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