Primera Lectura: Ap 7, 2-4. 9-14
Salmo: 23
Segunda Lectura: Jn 3, 1-3
Evangelio: Mt 5, 1-12
¡Alabado y glorificado sea el Señor porque los santos han sido llamados amigos de Dios!
Las primera lectura de esta solemne fiesta nos indica en su número 144,000 que todos seremos salvos. El año pasado el padre nos lo explicaba de esta forma: 12 eran las tribus de Israel, que representan a los seres humanos de la era antes de Cristo; y 12 son los Apóstoles que simbolizan a los seres humanos de la era cristiana. Si multiplicamos 12 por 12 obtenemos el 144, y si luego este número lo multiplicamos por mil, que representa a la infinada, entonces obtenemos el 144,000. Todos los hombres seremos salvos, pues esa es la voluntad del Padre.
Hermanos católicos gays, a veces los obispos generan confusión entre nosotros, pero cuando eso suceda y nos hagan dudar de que en verdad somos hijos de Dios recordemos las bienaventuranzas y pongámoslas en práctica. Realizarlas es prácticamente un instructivo para alcanzar la santidad desde nuestro ámbito personal.
Demos gracias a Dios por todos aquellos que se nos adelantaron y fueron ejemplos de vida cristiana, y hagámoslo especialmente por los santos y mártires LGBTI que aun no han subido a los altares, pero ya gozan de la visión beatífica porque en vida pasaron por grandes pruebas en su persona y las superaron.
Y finalmente, si ellos pudieron, nosotros también, así que sigamos sus pasos, que son los pasos del Camino verdadero que es Jesús y luchemos por alcanzar la santidad desde nuestra condición de hombres y mujeres no heterosexuales. No importa que la iglesia nunca nos lo reconozca, luchemos por ser santos cada día en vida, para que en muerte sea Dios mismo quien nos invite a tomar parte en el banquete de la Eternidad.
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