Salmo: 71
Segunda Lectura: Rm. 15, 4-9
Evangelio: Mt 3, 1-12
¡Qué la paz del Señor esté con todos ustedes! Y ojalá en verdad lo esté. Año con año, por estas fechas del Adviento en las que solemos prepararnos para la Navidad recordamos este pasaje de la Biblia que sin duda alguna nos pide que enderecemos los caminos, porque están torcidos y pedregosos. Y año con año este pasaje se actualiza con la situación personal de nuestra vida.
El mundo entero está lleno de injusticias y faltan la paz y el amor. Y desafortunadamente la Iglesia algunas veces parece estar contagiada de esta enfermedad, en la que el capitalismo salvaje nos arrebata nuestra dignidad humana y algunos obispos y cardenales actúan como si no existiera Dios. Actualicemos las Escrituras y pongamos en lenguaje actual lo que nos dice el profeta San Juan Bautista: "yo les aseguro que hasta de estas piedras puede Dios sacar buenos católicos".
Y no sólo se trata de nuestros bienamados pastores de almas, sino también de todos los laícos y seglares que formamos la Iglesia. ¿Pero cómo ser verdaderos católicos? El profeta Isaías ya nos lo dice desde hace más de dos mil años: es la fe verdadera respaldada por las buenas obras.
Cada quien sabe cómo actúar en su entorno general. Si has de ser justo con los salarios de tus trabajadores; si has de ser leal con tu pareja de vida o si has de respetar y cuidar tu cuerpo protegiéndolo de las Enfermedades de Transmisión Sexual (por la abstinencia, la fidelidad o el condón), alimentándolo correctamente, dándole la higiene y el descanso necesarios; si has de luchar contra la discriminación injusta y la desigualdad jurídica.
Pero la forma más importante que nos señala la Palabra que nos da hoy el magisterio de la Iglesia viene en el salmo. Se trata de ayudar a Jesús a instaurar su reino de justicia y de paz. Mantener un equilibrio en el que el débil y el poderoso, los buenos y los malos, los homosexuales y los homofóbicos y todas las demás diadas que nos podamos imaginar vivan en armonía y paz sin atacarse. De eso se trata ser verdaderos católicos realmente, de glorificar a Jesús y amar a Dios por sobre todas las cosas.
Pero no todo queda en el plano físico. En nuestras ideas reside un poder muy grande, pero la batalla principal está dentro de nosotros, en nuestro espíritu. Retomo una frase de una película de reciente estreno que acabo de ver: "para eliminar el mal allá afuera, primero hay que eliminar el mal dentro de ustedes mismos". La lucha es a nivel espiritual, y mientras más en paz estemos con la Santísima Trinidad, más oportunidades tendremos de llevar a los pobres y oprimidos la jusitica y la paz. Por eso mantengámonos cerca de los Sacramentos, como fuente de Gracia que son y luego de recibirlos proclamémoslo por todo el mundo.
Algunos ya hemos puesto nuestro árbol de navidad, otros debemos estar por ponerlo. Cuando lo veamos pensemos sobre qué tipo de árbol queremos ser, aquel que por sus frutos es fácilmente reconocible como árbol del Jardín del Edén cuyo destino es dar siempre frutos a semejanza de los del Espíritu Santo, o del que cuyas raíces ya se ven amenzadas por el hacha, y que sin dar fruto será arrojado al fuego. La decisión es personal.
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