Salmo: 123
Evangelio: Mt 2, 13-18
Todavía no puedo entender como los grupos hipócritamente llamados pro-vida están en contra del aborto y al mismo tiempo en contra de las adopciones homoparentales. Así como tampoco puedo entender cómo es posible que las personas que están en contra de las corridas de toros puedan estar a favor del aborto. Son posturas incongruentes, pues en teoría ambos grupos buscan conservar lo sagrado de la vida, pero aceptan la muerte de una u otra forma y no es precisamente con esa cristiana resignación que debe imperar en los funerales.
Hoy no es una gran fiesta la que celebramos en la Iglesia Católica, sino un gran momento de reflexión enmarcardo en la temporada navideña. Con Jesús lo único seguro es la Salvación, porque hasta la vida misma está en riesgo. Desde muy pequeño estuvo amenazado de muerte. Si Herodes hubiera tenido éxito en su capricho no habríamos tenido Rey crucificado, pero de todas formas tendríamos a alguien que diera la vida por nosotros, un Hijo de Dios sacrificado por mano humana.
Y ese Hijo de Dios sigue muriendo todos los días. Que el aborto debe ser legal en todos los países llamados laícos y democráticos es una necesidad, puesto que no todos son cristianos en el mundo ni se rigen bajo el mismo código de moral (Dios se apiade de ellos). La Iglesia no debe tener miedo ante esa legalización, puesto que significa mayor seguridad clínica para el cuerpo de la mujer. Acabo de leer una estadística de la Argentina que demuestra que por cada 500 mil abortos sólo mueren 100 mujeres. Pero esas 100 muertes no son justificantes para mantener el aborto ilegal. Si estuviera al amparo de la ley la tasa seguramente se reduciría más.
Decía que la Iglesia no debe temer a la legalización del aborto. Lo que debe hacer es luchar contra la ejecución del aborto provocado aunque éste sea legal. Y no lo va a hacer en las cámaras donde se legisla. Sino a través de reconocer la dignidad femenina, hacerles saber cuál es su valor como mujeres ante Dios, aunque eso signifique destruir la estructura tradicionalmente patriarcal. Y hacerlas saber que Dios las ama como hijas suyas que son.
El reto consiste en evitar que la mujeres católicas aborten. Para eso también se debe erradicar el estigma que un embarazo no deseado provoca. Debemos entender que precisamente de ahí viene la importancia del preservativo. La mujer tiene derecho a decidir sobre su cuerpo, por eso está la opción para decidir cuándo embarazarse y cuándo no. Una vez concebido, el cigoto, eso ya no es parte del cuerpo de la madre y es su cristiano deber respetar la vida y el cuerpo en formación del no nacido.
También habría que reconocer que la adopción es una vía de salida ante un embarazo no deseado que llegue a buen fin. Son muchas las parejas que están en espera de adoptar algún pequeño. Pero son más las mujeres que están desesperadas por haber quedado embarazadas sin planearlo. A fin de que esa nueva vida se respete y tenga mayores posibilidades de éxito en este mundo es necesario que se reconozca el derecho a la adopción homoparental. Pues todos aquellos argumentos que nos dicen que tener dos papás o dos mamás harían mucho daño al menor son puras calumnias. Las parejas del mismo sexo son tan humanas como las de heterosexuales y por tanto tienen las mismas posibilidades de acertar o fallar al momento de ser padres y madres.
Por lo demás... ¿En verdad creemos que si el aborto permanece ilegal se va a reducir su tasa de ejecución? Eso es una mera fantasía. Mientras los católicos no generemos un cambio de ideas al respecto va a seguir habiendo abortos por la vía legal o la ilegal. Eso no causa ninguna diferencia. Excepto, por supuesto, en el tipo de condiciones en que este se realiza.
Pero no sólo los pequeños abortados son santos inocentes. Aquí cabe mencionar también a todos aquellos pequeños y pequeñas hijos e hijas de Dios que han sido mandados a asesinar por el egoísmo de los demás en un sistema en el que la mayoría a penas tiene qué llevarse a la boca, mientras unos pocos tienen tanto como para decorar sus teléfonos celulares con oro y diamantes o comprarse yates de super lujo sin compartirlo (el dinero), acentuando la injusticia. Eso también incluye las mitras adornadas con oro y gemas preciosas que representan un escándalo para el mensaje de Jesús, especialemente cuando quien las usa se atreve a decir que se solidariza con Haití y sus desgracias.
Que Dios ilumine y aconseje a esa madre que se ve obligada a matar a su hijo porque no tiene ni un pedazo de pan duro que darle. Que también ilumine al campesino que perdió su cosecha por las inundaciones o las heladas acentuadas por el cambio climático que nuestros gobiernos están reacios a detener, sin entender que para que ellos puedan gobernar y lucrar se necesita un clima estable capaz de sostenernos a todos.
Mientras que a nosotros como católicos únicamente nos queda actuar por esos pobres y desamparados de la mano del sistema capitalista y hacerles saber que son de Dios. Por eso es nuestro deber ayudarles en la medida de nuestras posibilidades. Darles de comer, beber, regalarles algo para vestir mientras encuentran trabajo. Darles un trabajo si somos esos empresarios. Hace falta que hagamos algo por esos pequeños inocentes que, aunque ciertamente son responsables por su situación, tal vez haga falta un pequeño empujón para que puedan salir adelante.
Están también esos inocentes que no han sido capaces de soportar la homofobia imperante en la sociedad y se deprimen. Niños, adolescentes y en ocasiones también adultos que sienten que su orientación sexual es diferente pero que son atacados por comentarios homófobos por parte de la familia, la sociedad o la Iglesia aun antes de que tengan el valor de salir del clóset. Ellos necesitan alguien que los reciba y acoja para hacerles saber que lo que sienten es completamente normal, y así evitar que tomen la puerta falsa del suicidio. Hacerles saber que Dios los ama porque así los creó, a pesar que muchos quieran utilizar la Biblia para justificar su odio irracional. Para esas personas un simple mensaje que espero que puedan entender: "AMARÁS a Dios sobre todas las cosas y a tu prójimo com a ti mismo". En eso se resumen toda la Ley y los Profetas.
Y todavía nos faltan aquellos inocentes que casi nadie menciona. Todo mundo habla de las almas de los niños abortados. Unos cuantos denuncian la inmoralidad sostenida por el sistema capitalista. Pero casi nadie habla del trato injusto que se le da a aquellos que no pueden hablar y rara vez se pueden defender. Aunque ellos no son santos, si son inocentes y mártires de nuestro egoísmo y complejo de superioridad. Se trata de los animales que utilizamos para nuestro provecho y diversión, como los toros que mencionaba al principio. Así como en el prójimo debemos ver la figura del Hijo, en la creación debemos ver las manifestaciones del Padre y por tanto respetarlas. Árboles, plantas, animales, todos sucumben bajo el poder de nuestro egoísmo, sin recordar que a Adán y a Eva Dios los puso por sobre toda la creación y los hizo responsables por ella. Así como de ellos heredamos el pecado original, también recibimos esa responsabilidad y no deberíamos ignorarla.
Cuando hablamos de inocencia automáticamente también debe venir a nuestra mente la pérdida de esta, que es la que origina el pecado. Y entonces si nos reconocemos pecadores no basta con ir a la Iglesia ante el sacerdote y confesarnos, sino realmente arrepentirnos por nuestras faltas y actuar para cambiar el sentido de nuestras vidas. Si nuestro egoísmo nos ha hecho ciegos ante todas estas situaciones, entonces hagamos una reflexión, meditemos sobre todos nuestros actos y omisiones y si realmente nos arrepentimos de ellos habrá que ir a confesarnos. Una vez ejecutada dicha acción no volver a pecar más, tarea difícil por los méritos propios. Pero con un poco de organización y mucha ayuda de la gracia divina seremos capaces de respetar la vida y la creación por encima de nuestro impulso egoista natural.
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