“Esta fue la culpa de su hermana Sodoma: ella y sus hijas tenían orgullo, exceso de comida y próspera tranquilidad, pero no ayudaron al pobre y al necesitado”. (Ez 16, 48-49)

domingo, 29 de agosto de 2010

XXII Domingo Ordinario

Primera Lectura: Ec 3, 19-21. 30-31
Salmo: Salmo 67
Segunda Lectura: Hb 12, 18-19. 22-24
Evangelio: Lc 14, 1. 7-14

Este Domingo, día en que Cristo resucitó de entre los muertos, nuestra Madre la Iglesia nos quiere dar a conocer lecciones de humildad, las cuales vienen de la misma palabra de Dios y que se imponen tanto a obispos y sacerdotes como a laicos. La soberbia es uno de los pecados capitales y el principal entre ellos, ya que de él emanan todos los demás pecados y fue el que pervirtió a Satanás al querer equipararse con Dios; es también el antónimo de la humildad que nos quiere enseñar el Evangelio y que nos puede dar la clave para liberarnos del pecado.

¿A cuántos obispos, sacerdotes, diáconos y laicos vemos todos los días en estas últimas semanas queriendo posicionarse por encima de todos los que somos homosexuales? Ellos, que dicen ser los representantes y ejecutores de la palabra del Señor al fijarse en unos cuantos versículos de la Biblia que han sido mal interpretados y por tanto mal traducidos del griego o el arameo o el latín al español, al inglés o a todas las demás lenguas modernas, pero que olvidan que el Libro Sagrado se puede resumir en una sola palabra y ella es Amor, porque ya nos dice el apóstol San Pablo que Dios es Amor.

Ellos que olvidan las enseñanzas de Cristo y se ponen no al servicio de los más pequeños, sino que buscan poner a los más pequeños y pequeñas bajo sus dominios y en nombre de la Santa Iglesia cometen el absurdo de realizar movimientos laicos para obstaculizar tal o cual ley que pone a todos al mismo nivel. Y es que el Señor de la Casa finalmente nos invita a tomar un lugar principal. Son como el hermano del hijo pródigo que se pone celoso por la fiesta que su padre le hace al volver a casa después de haberse alejado durante tanto tiempo; como el pastor que se encela del cazador y le da muerte por brutal asesinato.

Pero el mensaje no sólo va contra los que se dicen buenos católicos pero actúan como fariseos, sino que también advierte a los que somos homosexuales de cuidarnos del orgullo gay, porque si bien es movido por una causa noble, también se puede convertir en soberbia y entonces dominarían las bajas pasiones, queriendo colocarnos por encima de nuestros hermanos homosexuales al etiquetarnos como obvios, machos, activos, pasivos, o por tratar de vernos siempre mejor que el de al lado, y no sólo eso, sino que también humillando al que aparentemente es más pequeño. Por que cuando hacemos algo así, cometemos exactamente el mismo pecado que los obispos y sacerdotes que nos condenan.

Por eso el Señor mismo nos invita a ser concientes de lo que realizamos, y si bien es necesario hacer visible el orgullo gay, porque Dios da libertad y riqueza a los cautivos, hay que tratar ese orgullo con mucho cuidado y respeto para impedir que sea contraproducente. Orgullo porque igual que todos los demás somos hijos de Dios y herederos de la Creación, orgullo porque ya no sentimos vergüenza de ser diferentes, finalmente hemos entendido que ante los ojos del Señor todos somos iguales. No me malintrepten, una cosa es sentir orgullo por cosas buenas y otra cosa es ser orgulloso, esto último nunca es recomendable.

Y así en esta selección de lecturas de hoy vemos como Dios nuevamente oprime a los poderosos y levanta a los más débiles y los exalta. Y cuando estemos en la cima, habrá que cuidarnos de convertirnos en lo mismo que antaño repudiamos, porque si actuamos bien, ya se nos pagará cuando resuciten los justos.

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