Adopto el saludo franciscano para dirigirme a ustedes, Paz y bien hermanos.
Ser católico es una bendición inestimable. La belleza y profundidad de nuestras liturgias y rituales; la claridad de las interpretaciones de las Sagradas Escrituras, la siempre clara aplicación práctica de los Concilios, desde el de Jerusalén hasta el Vaticano II, nos dan una increíble y clara guía al respecto del Camino de la Salvación en la imitación del ejemplo de Jesucristo, nuestro Señor y Salvador, y la Virgen María, su Santa Madre.
Mi deseo es expresar una clara felicitación a todos los jóvenes que ayer impidieron el acceso a la Plaza del Sol en Madrid a todos los manifestantes de la llamada Marcha Laíca. Y hago esta felicitación a esos jóvenes católicos porque supongo y espero que su objetivo fuera vilipendiar a nuestra amada madre Iglesia y meterla en un escándalo tan grande como lo han hecho algunos de nuestros sacerdotes con sus pésimos testimonios.
“Por sus frutos los reconocerán” (Mt. 7, 16), nos dice el Evangelio. Y hoy, cuando me levanté y vi la noticia en Internet sentí tanta vergüenza por ser católico como nunca había sentido en la vida. Mas en poco tiempo la Luz del Espíritu Santo me hizo mover a no sentirme así por mi catolicismo, que como ya dije es una bendición inestimable, además de ser una cuestión de gran orgullo. Lo que realmente me dio un bochorno terrible fue pensar que gente como ustedes se autodenominan católicos, pero actúan de forma que un ateo o un judío por su propia dignidad jamás harían.
¿Debo recordarles que la Fe cristiana está regada por la Sangre preciosísima de Cristo y nuestros mártires? La Fe católica nunca ha necesitado valentones agresivos, sino de corderos que van silenciosos al matadero. Los mártires romanos hicieron crecer el número de los fieles cristianos. Pero actitudes como las que ayer se vieron reflejadas en Madrid son reprobables, pues atentan contra el espíritu del Evangelio y las enseñanzas del Magisterio, que en el 28 de la constitución pastoral Gaudium et Spes nos habla clarísimamente sobre nuestra forma de actuar con aquellos que son diferentes a nosotros en materia social, política e incluso religiosa.
Pero lo que más tristeza me da es que se comportaron peor que los soldados romanos en el tiempo de la ocupación de Palestina. Queriendo defender al Papa añadieron patadas, escupitajos, insultos y más dolores a la ya de por si dolorosísima Pasión de nuestro Señor. Recordemos que “cuando lo hicieron con alguno de estos más pequeños, que son mis hermanos, lo hicieron conmigo.” (Mt. 25, 40) Y me pregunto ¿Qué necesidad había de que un sacerdote tirara la bandra del colectivo LGBT para pisotearla? O peor aún, ¿Qué necesidad había de patear al manifestante que se arrodilló para recogerla, según indica la prensa española?
Espero se convenzan del mal que han hecho a nuestra Iglesia y pongan en práctica una de las más altas enseñanzas de nuestro Señor: perdonar y pedir perdón. En este caso a los manifestantes españoles de la Marcha Laíca a fin de evitar que se propague más el escándalo provocado con su actitud anticristiana y antievangélica.
Finalmente, ruego a la Virgen María para que interceda ante Dios por ustedes y nosotros a fin de que seamos cada vez más capaces de encontrar el punto de equilibrio con las distintas ideologías que se desarrollan en el mundo sin perder el sentido cristiano de nuestra fe, y se nos facilite así la conservación del Reino de Dios que Jesús instauró con su muerte y resurrección a través del Espíritu Santo en nosotros.
Con esperanza cristiana:
Arturo.
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