Existió un Rey que tenía un sabio; un hombre anciano de avanzada edad, pasos lentos y larga barba blanca; el Rey para cualquier acción o decisión que tomara siempre se refería primeramente a su sabio, en ningún momento dudaba en consultarle siempre los problemas y las cosas que sucedían en su reino, sintiéndose siempre seguro de que todo le decía salía siempre bien.
Hasta que un día el sabio por su avanzada edad enfermo de gravedad... en su lecho de muerte el Rey desesperado le decía: - Sabio y viejo amigo, ¿Qué voy hacer sin ti cuando tú no estés?, ¿Quién me dará sus sabios consejos y me ayudará cuando tenga problemas que no pueda resolver?... ¿Qué haré... qué haré?.
El sabio al ver su desesperación le entregó un anillo que tenía un compartimento secreto, pero le dijo que sólo y únicamente cuando tuviera un problema que fuera imposible resolverlo... solo así lo abriera y allí encontraría la respuesta. El sabio murió y pasaron muchos años; al Rey en varias ocasiones se le presentaron múltiples problemas. En varias ocasiones estuvo a punto de romper el sello y abrir el compartimento de la sortija, sin embargo no lo hizo, posponiéndolo para un problema mayor que no pudiera ser resuelto.
Siguió pasando el tiempo y un día al Rey se le presentó un problema tan grande que no podía resolver. Pasaron los días tratando de resolverlo, hasta que no pudo más. Se acordó de lo que le dijo el sabio: ¡solo ábrelo cuando tengas un problema que pienses que no tenga solución!.
El Rey rompió el sello y abrió el compartimento secreto. Adentro había un papelito que decía: Esto también pasará.
Eso es lo que siempre ha dicho el Señor: Abandónate en Mí, confía en Mí, todo lo que veas difícil y sin solución. Todo pasará cuando lo pongas en mis manos!.
Por más grande que sea tu problema, si te acoges al amor maravilloso de Dios, todo se resolverá, pues Él todo lo puede, y en Él y con Él, todo se puede.
Hasta que un día el sabio por su avanzada edad enfermo de gravedad... en su lecho de muerte el Rey desesperado le decía: - Sabio y viejo amigo, ¿Qué voy hacer sin ti cuando tú no estés?, ¿Quién me dará sus sabios consejos y me ayudará cuando tenga problemas que no pueda resolver?... ¿Qué haré... qué haré?.
El sabio al ver su desesperación le entregó un anillo que tenía un compartimento secreto, pero le dijo que sólo y únicamente cuando tuviera un problema que fuera imposible resolverlo... solo así lo abriera y allí encontraría la respuesta. El sabio murió y pasaron muchos años; al Rey en varias ocasiones se le presentaron múltiples problemas. En varias ocasiones estuvo a punto de romper el sello y abrir el compartimento de la sortija, sin embargo no lo hizo, posponiéndolo para un problema mayor que no pudiera ser resuelto.
Siguió pasando el tiempo y un día al Rey se le presentó un problema tan grande que no podía resolver. Pasaron los días tratando de resolverlo, hasta que no pudo más. Se acordó de lo que le dijo el sabio: ¡solo ábrelo cuando tengas un problema que pienses que no tenga solución!.
El Rey rompió el sello y abrió el compartimento secreto. Adentro había un papelito que decía: Esto también pasará.
Eso es lo que siempre ha dicho el Señor: Abandónate en Mí, confía en Mí, todo lo que veas difícil y sin solución. Todo pasará cuando lo pongas en mis manos!.
Por más grande que sea tu problema, si te acoges al amor maravilloso de Dios, todo se resolverá, pues Él todo lo puede, y en Él y con Él, todo se puede.
Envió: Jorge E. Chan
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