Primera Lectura: Núm. 6, 22-27 Invocarán mi nombre y yo los bendeciré.
Salmo: 66 Ten piedad de nosotros, Señor, y bendícenos.
Segunda Lectura: Gal. 4, 4-7 Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer.
Evangelio: Lc 2, 16-21 Encontraron a María, a José y al Niño. Al cumplirse los ocho días le pusieron por nombre Jesús.
Cuando Dios decide hacerse hombre y encarna su Santo Espíritu que es Verbo en el vientre de la bienaventurada Virgen María sucede un milagro increible: todo en la creación vuelve a ser sagrado y los seres humanos nos convertimos en hijos de Dios porque Dios se ha convertido en Hijo de la virgen humana Santa María.
El panorama no es alentador ni en España ni en América Latina. La crisis económica y de alimentos, el narcotráfico, la homofobia y la corrupción de nuestras autoridades especialmente en México nos dejan mucho que desear y nos obligan a sentir que Dios nos ha abandonado. Pero a nosotros no nos conviene gritar preguntándole a Dios por qué nos ha abandonado, puesto que no lo ha hecho. Sino que al contrario, en María nos adoptó como hijos suyos.
Veamos que a pesar de todo lo que hemos permitido que el mal permee en nuestra sociedad, a pesar del hambre, las sequías, las inundaciones, la repartición desigual de la riqueza, el desempleo, los ataques homofóbicos por parte de autoridades y población en general, la corrupción, etc., a pesar de todo aún tenemos la dignidad bien plantada en las raíces de nuestro corazón y en pie, como ese árbol de Jessé que es bendición para todas las naciones.
Cuando la noche sea tan oscura y no podamos ver ni una estrella de esperanza, invoquemos a esa stella maris que es la Madre de Dios y por su mediación pidamos que se nos muestre una luz para poder seguir en el camino.
Hermanos homosexuales y lesbianas, a pesar de la terrible y antitestimonial actitud de las autoridades eclesiales y de algunos actores políticos de nuestras naciones, a pesar de las opiniones desfavorables que sobre nosotros puedan tener la sociedad y nuestra familia no perdamos la fe, ni la esperanza ni dejemos de confiar en el Amor indiscutible del Padre Dios y de la Madre María hacia nosotros.
Demos gracias a Dios porque es bueno y demos testimonio firme y fiel de esa bondad. Recordemos a nuestros hermanos infectados de VIH, nunca los dejemos solos en su camino. Ayudemos a aquellos cuyos padres han sacado de sus casas por no entender que la homosexualidad ni es delito ni pecado. Y en compañía de María estrella de la Evangelización seamos ejemplo vivo de Aquel que es Palabra de vida eterna.
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