La crónica del martirio de Poliecto data del siglo IV. Cuenta que él y otro soldado, el cristiano Nearco, eran “hermanos no de nacimiento sino por afecto” (una crónica del S. X recoge la tradición según la cual “cada uno de ellos creía vivir y respirar por entero en el cuerpo del otro”). Ambos eran de origen griego. La historia se desarrolla en Armenia.
Sucedió que Félix, suegro de Poliecto, funcionario romano, promovió una persecución contra los cristianos, hacia quienes éste sentía simpatía. Trató entonces su suegro de apartarlo de ellos mentándole a su esposa e hijos para que por amor a ellos ofreciera un sacrificio a los ídolos, pero Poliecto se negó.
Sabiendo Nearco que de ser descubierto sería decapitado, se entristeció por la posibilidad de no hallar en la otra vida a Poliecto, quién sentenció: “aún cuando la muerte nos separase, nadie sería capaz de disminuir la devoción y el amor que tenemos el uno por el otro.” Y le confesó que también él creía en Cristo, Quien Se le había aparecido en visión.
Así, Poliecto, “unido a Nearco por un amor sin límites”, compareció voluntariamente ante Félix declarando su fe. Ni las suplicas de su mujer Paulina quebrantaron su decisión. “Pero nunca olvidó a Nearco, pues eran una sola alma, una alianza en dos cuerpos”. Sus últimas palabras fueron para Nearco – de quien la crónica no dice si padeció martirio: “Hermano, recuerda nuestro pacto sagrado”. Al punto, fue decapitado. Sucedió esto hacia el 259.
Al cristiano o cristiana actual tal vez le sorprendan los tintes de adulterio que parece sugerir la relación entre Nearco y Poliecto (casado y con hijos). Aquí caben dos consideraciones:
1- Dentro de la cultura griega, a la que ambos pertenecían -pese a ser soldados de Roma-, ni el esposo ni la esposa consideraban que la relación de aquel con otro hombre (normalmente más joven) fuera adulterio. Si el casado amaba a otra mujer, eso sí se consideraba una afrenta a la esposa. Ni Poliecto, ni Nearco, ni el redactor del S. IV ni su público consideraron que el amor entre los dos soldados era una traición al amor conyugal de Poliecto y Paulina. Ni la propia Paulina –si es que estaba al tanto de la relación con Nearco- debió de considerar a su esposo un adúltero, pues en ningún pasaje de la crónica se lo reprocha.
2- Aún se puede traer a la memoria el “privilegio paulino” (I Cor VII,12-16), según el cual si en una pareja, aún habiendo amor –y nada indica que no lo hubiese entre Poliecto y Paulina-, una de las partes se convertía en un obstáculo para que la otra viviese su fe, el vínculo quedaba disuelto. En la medida en que Paulina se opusiera, como su padre Félix, a la simpatía de su esposo por el cristianismo y luego a su conversión, tratando de disuadirle del martirio, es probable que Poliecto dejara de sentirse obligado para con ella y empezara a sentir al cristiano Nearco como su verdadera pareja. Así lo habrían podido entender el redactor y los lectores.
Que gran historia. Pero no creo que les sirva a los fundamentalistas.
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