“Esta fue la culpa de su hermana Sodoma: ella y sus hijas tenían orgullo, exceso de comida y próspera tranquilidad, pero no ayudaron al pobre y al necesitado”. (Ez 16, 48-49)

lunes, 17 de enero de 2011

Ordinario de la Misa



RITOS INICIALES

Ante la asamblea reunida, al terminar el canto de entrada, el sacerdote dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
El Pueblo responde:
Amén.

SALUDO

El sacerdote saluda al pueblo, diciendo:
La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo estén con todos ustedes.

O bien:
La gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y de Jesucristo, el Señor, estén con todos ustedes.

O bien:
El Señor esté con ustedes.

El sacerdote puede emplear otro saludo de los que se encuentran en el misal del altar.

RESPUESTA

El pueblo responde:
Y con tu espíritu.

ACTO PENITENCIAL

El sacerdote invita al acto penitencial diciendo:
Hermanos: para celebrar dignamente estos sagrados misterios, reconozcamos nuestros pecados.

El sacerdote puede emplear otra invitación de las que se encuentran en el misal del altar.

Se hace una breve pausa de silencio.

Después, todos hacen en común la fórmula de la confesión general:
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante ustedes, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión.
Y golpeándose el pecho, dicen:
Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Luego prosiguen:
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a ustedes, hermanos, que intercedan por mí ante Dios, nuestro Señor.
El sacerdote concluye:
Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
El pueblo responde:
Amén.

El sacerdote puede emplear otra f´romula para el acto penitencial, de las que se encuentran en el misal del altar. En su lugar puede usar la bendición y aspersión del agua en memoria del Bautismo.

Siguen las invocaciones Señor, ten piedad (Kýrie eléison), a no ser que ya se hayan utilizado en alguna de las fórmulas del acto penitencial.

V: Señor, ten piedad.
R: Señor, ten piedad.
V: Cristo, ten piedad.
R: Cristo, ten piedad.
V: Señor, ten piedad.
R: Señor, ten piedad.

GLORIA

A continuación, cuando está prescrito, se canta o se dice el himno:

Gloria a Dios en el cielo,
y en la tierra paz a los hombre
que ama el Señor.

Por tu inmensa gloria
te alabamos,
te bendecimos,
te adoramos,
te glorificamos,

te damos gracias,
Señor Dios, Rey Celestial,
Dios Padre todopoderoso.
Señor, Hijo único, Jesucristo;
Señor Dios, Cordero de Dios,
Hijo del Padre;
Tú que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros;
Tú que quitas el pecado del mundo,
atiende a nuestra súplica;
Tú que estás sentado a la derecha del Padre,
ten piedad de nosotros;
porque solo Tú eres Santo,
solo Tú Señor,
solo Tú Altísimo, Jesucristo,
con el Espíritu Santo
en la gloria de Dios Padre.
Amén.

ORACIÓN COLECTA

Acabado el himno, el sacerdote, con las manos juntas, dice:
Oremos.
Y todos, junto con el sacerdote, oran en silencio durante un breve espacio de tiempo. Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración colecta.
La colecta termina con la conclusión:
...por los siglos de los siglos.
Al final de la oración el pueblo aclama:
Amén.

LITURGIA DE LA PALABRA

PRIMERA LECTURA
El lector va al ambón y lee la primera lectura, que todos escuchan sentados.
Para indicar el final de la lectura, el lector dice:
Palabra de Dios.
Todos responden:
Te alabamos, Señor.

SALMO
El salmista, o el cantor, canta o recita el salmo, y el pueblo pronuncia la respuesta.

SEGUNDA LECTURA
El lector lee la segunda lectura desde el ambón, como la primera.
Para indicar el final de la lectura, el lector dice:
Palabra de Dios.
Todos responden:
Te alabamos, Señor.

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO
Sigue el Aleluya, u otro canto, según lo requiera el tiempo litúrgico.

EVANGELIO
Después el diácono, o el sacerdote, va al ambón, y dice:
El Señor esté con ustedes.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
El diácono o el sacerdote:
Del santo Evangelio según san N.
El pueblo aclama:
Gloria a ti, Señor.
Luego el diácono o el sacerdote, proclama el Evangelio.
Acabado el Evangelio, el diácono, o el sacerdote, aclama:
Palabra del Señor.
Todos responden:
Gloria a ti, Señor Jesús.

HOMILÍA
Luego se hace la homilía.

PROFESIÓN DE FE
Terminada la homilía, se canta o se dice el Símbolo o Profesión de fe:

Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible.
Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajó del cielo,
En las palabras que siguen, hasta se hizo hombre, todos se inclinan.
y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre; y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin.
Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas.
Creo en la Iglesia que es una, santa, católica y apostólica.
Confieso que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados.
Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro.
Amén.

En lugar del Símbolo Niceno-constantinopolitano, sobre todo en el Tiempo de Cuaresma y en el Tiempo de Pascua, se puede emplear el Símbolo bautismal de la Iglesia de Roma, también llamado "de los Apóstoles".

Creo en Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor,
En las palabra que siguen, hasta María Virgen, todos se inclinan.
que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.
Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia Católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna.
Amén.

ORACIÓN UNIVERSAL

Invitatorio
El sacerdote invita a los fieles a orar, por medio de una breve monición.

Intenciones
Las intenciones son propuestas por un diácono o, en su defecto, por un lector o por otra persona idónea.
El pueblo manifiesta su participación con una invocación u orando en silencio.

Conclusión
El sacerdote termina la plegaria universal con una oración conclusiva.

LITURGIA EUCARÍSTICA

PRESENTACIÓN DE LAS OFRENDAS
Terminado lo anterior, comienza el canto para el ofertorio.
Conviene que los fieles expresen su participación en la ofrenda, bien sea llevando el pan y el vino para la celebración de la Eucaristía, bien presentando otros dones para las necesidades de la Iglesia o de los pobres.

PRESENTACIÓN DEL PAN Y DEL VINO
El sacerdote, de pie junto al altar, toma la patena con el pan y teniéndola con ambas manos un poco elevada sobre el altar, dice en voz baja:
Bendito seas, Señor, Dios del universo, por este pan, fruto de la tierra y del trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos; él será para nosotros pan de vida.
Si no se hace el canto para el ofertorio, el sacerdote puede decir estas palabras en voz alta; al final, el pueblo puede aclamar:
Bendito seas por siempre, Señor.
Después, el sacerdote toma el cáliz y, teniéndolo con ambas manos un poco elevado sobre el altar, dice en voz baja:
Bendito seas, Señor, Dios del universo, por este vino, fruto de la vid y del trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos; él será para nosotros bebida de salvación.
Se no se hace el canto para el ofertorio, el sacerdote puede decir estas palabras en voz alta; al final, el pueblo puede aclamar:
Bendito seas por siempre, Señor.

LAVABO
Luego el sacerdote, de pie a un lado del altar, se lava las manos.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Invitación
El sacerdote, de pie en el centro del altar, dice:
Oren, hermanos, para que este sacrificio, mío y de ustedes, sea agradable a Dios, Padre todopoderoso.
El sacerdote puede emplear alguna otra de las fórmulas que se encuentran en el misal del altar.
El pueblo se pone de pie y responde:
El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria de su nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia.

Oración
Luego el sacerdote dice la oración sobre las ofrendas.
La oración sobre las ofrendas termina con la conclusión:
Por Jesucristo, nuestro Señor.
O bien:
...por los siglos de los siglos.
Concluida la oración sobre las ofrendas, el pueblo aclama:
Amén.

PLEGARIA EUCARÍSTICA

DIÁLOGO INTRODUCTORIO AL PREFACIO

El sacerdote empieza la Plegaria eucarística con el prefacio. Dice:
El Señor esté con ustedes.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
El sacerdote prosigue:
Levantemos el corazón.
El pueblo:
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
El sacerdote dice:
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
El pueblo:
Es justo y necesario.
El sacerdote prosigue el prefacio.

PREFACIO II/A DE ADVIENTO
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y fuente de salvación darte gracias y alabarte siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
A quien todos los profetas anunciaron y la Virgen esperó con innegable amor de madre; Juan Bautista anunció su próxima venida y lo señaló después ya presente.
Él mismo es quien nos concede ahora prepararnos con alegría al misterio de su nacimiento, para encontrarnos así cuando llegue, velando en oración y cantando su alabanza.
Por eso, con los ángeles y los arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria: Santo, Santo, Santo...

PREFACIO II DE NAVIDAD
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y fuente de salvación darte gracias y alabarte siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Quien, en el misterio santo que hoy celebramos, siendo invisible en su naturaleza divina, se hizo visible al asumir la nuestra y, engendrado antes de todo tiempo, comenzó a existir en el tiempo para reintegrar en la unidad a la creación entera, reconstruyendo en su persona cuanto en el mundo yacía derrumbado y para llamar de nuevo al hombre caído al Reino de los cielos.
Por eso, unidos a los coros angélicos, te aclamamos, llenos de alegría: Santo, Santo, Santo...

PREFACIO V DE CUARESMA
En verdad es justo bendecir tu nombre, Padre rico en misericordia, ahora que, en nuestro itinerario hacia la luz pascual, seguimos los pasos de Cristo, maestro y modelo de la humanidad reconciliada en el amor.
Tú abres a la Iglesia el camino de un nuevo éxodo a través del desierto cuaresmal, para que, llegados a la montaña santa, con el corazón contrito y humillado, reavivemos nuestra vocación de pueblo de la alianza, convocado para bendecir tu nombre, escuchar tu palabra, y experimentar con gozo tus maravillas.
Por estos signos de salvación, unidos a los ángeles, ministros de tu gloria, proclamamos el canto de tu alabanza: Santo, Santo, Santo...

PREFACIO I DE PASCUA
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y fuente de salvación glorificarte siempre, Señor, pero más que nunca (en esta noche) (en este día) (en este tiempo), en que Cristo, nuestra Pascua, fue inmolado.
Porque Él es el verdadero Cordero que quitó el pecado del mundo: muriendo, destruyó nuestra muerte, y resucitando, restauró la vida.
Por eso, con esta efusión del gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría y también los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles, cantan sin cesar el himno de tu gloria: Santo, Santo, Santo...

PREFACIO I PARA LOS DOMINGOS DEL TIEMPO ORDINARIO
El Misterio Pascual y el Pueblo de Dios
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y fuente de salvación darte gracias y alabarte siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Quien, por su Misterio Pascual, realizó la obra maravillosa de llamarnos de la esclavitud del pecado y de la muerte al honor de ser estirpe elegida, sacerdocio real, nación consagrada, pueblo de tu propiedad, para que, trasladados por ti de las tinieblas a tu luz admirable, proclamemos ante el mundo tus maravillas.
Por eso, con los ángeles y los arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria: Santo, Santo, Santo...

PREFACIO VII PARA LOS DOMINGOS DEL TIEMPO ORDINARIO
La salvación por la obediencia de Cristo
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y fuente de salvación darte gracias y alabarte siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque tu amor al mundo fue tan misericordioso, que no sólo nos enviaste como Redentor a tu propio Hijo, sino que lo quisiste en todo semejante a nosotros, menos en el pecado, para poder así amar en nosotros lo que en Él amabas.
Y con su obediencia nos devolviste aquellos dones que por nuestra desobediencia habíamos perdido.
Por eso, ahora nosotros, llenos de alegría, te aclamamos con los ángeles y santos, diciendo: Santo, Santo, Santo...

SANTO
En unión con el pueblo, concluye el prefacio, cantando o diciendo con voz clara:
Santo, Santo, Santo, es el Señor, Dios del Universo.
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna en el cielo.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en el cielo.

PLEGARIA EUCARÍSTICA II

V: El Señor esté con ustedes.
R: Y con tu espíritu.
V: Levantemos el corazón.
R: Lo tenemos levantado hacia el Señor.
V: Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R: Es justo y necesario.

En verdad es justo y necesario es nuestro deber y fuente de salvación darte gracias, Padre santo, siempre y en todo lugar, por Jesucristo, tu Hijo amado. Él es tu Palabra, por quien hiciste todas las cosas; Tú nos lo enviaste para que, hecho hombre por obra del Espíritu Santo y nacido de María, la Virgen, fuera nuestro Salvador y Redentor. Él en cumplimiento de tu voluntad, para destruir la muerte y manifestar la resurrección, extendió sus brazos en la cruz, y así adquirió para ti un pueblo santo. Por eso, con los ángeles y los santos, proclamamos tu gloria, diciendo: Santo, Santo, Santo...

El sacerdote dice:
Santo eres en verdad, Señor, fuente de toda santidad; por eso te pedimos que santifiques estos dones con la efusión de tu Espíritu, de manera que se conviertan para nosotros en el Cuerpo y + la Sangra de Jesucristo, nuestro Señor.
El cual, cuando iba a ser entregado a su Pasión, voluntariamente aceptada, tomó pan, dándote gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:
Tomen y coman todos de él, porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por ustedes.

Hace genuflexión y prosigue:
Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz, y, dándote gracias de nuevo, lo pasó a sus discípulos, diciendo:
Tomen y beban todos de él, porque este es el cáliz de mi Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por ustedes y por muchos para el perdón de los pecados. Hagan esto en conmemoración mía.

Hace genuflexión. Luego dice una de las siguientes fórmulas:
1.
Éste es el Misterio de la fe.
o bien:
Éste es el Sacramento de nuestra fe.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!
2.
Éste es el Misterio de la fe. Cristo nos redimió.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
Cada vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz, anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vuelvas.
3.
Éste es el Misterio de la fe. Cristo se entregó por nosotros.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
Salvador del mundo, sálvanos, Tú que nos has liberado por tu cruz y resurrección.

Después el sacerdote dice:
Así, pues, Padre, al celebrar ahora el memorial de la muerte y resurrección de tu Hijo, te ofrecemos el pan de vida y el cáliz de salvación, y te damos gracias porque nos haces dignos de servirte en tu presencia. Te pedimos humildemente que el Espíritu Santo congregue en la unidad a cuantos participamos del Cuerpo y la Sangre de Cristo. Acuérdate, Señor de tu Iglesia extendida por toda la tierra;
Así, pues, Padre, al celebrar ahora el memorial de la pasión salvadora de tu Hijo, de su admirable resurrección y asención al cielo, mientras esperamos su venida gloriosa, te ofrecemos, en esta acción de gracias, el sacrificio vivo y santo. Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia, y reconoce en ella la Víctima por cuya inmolación quisiste devolvernos tu amistad, para que, fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo y llenos de su Espíritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu.
_____________________________________
En los domingos, cuando no hay otro Acuérdate, Señor propio, puede decirse:
Acuérdate, Señor, de tu Iglesia extendida por toda la tierra y reunida aquí en el domingo, día en que Cristo ha vencido a la muerte y nos ha hecho partícipes de su vida inmortal;
_____________________________________
y con el Papa N., con nuestro obispo N. y todos los pastores que cuidan de tu pueblo, llévala a su perfección por la caridad. Acuérdate también de nuestros hermanos que se durmieron en la esperanza de la resurrección, y de todos los que han muerto en tu misericordia; admítelos a contemplar la luz de tu rostro. Ten misericordia de todos nosotros, y así, con María, la Virgen Madre de Dios, los apóstoles y cuantos vivieron en tu amistad a través de los tiempos, merezcamos, por tu Hijo Jesucristo, compartir la vida eterna y cantar tu alabanzas.

Toma la patena con el pan consagrado y el cáliz, los eleva y dice:
Por Cristo, con Él y en Él, a ti, Dios Padre Omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.
El pueblo aclama:
Amén.
Después sigue el rito de la Comunión.

PLEGARIA EUCARÍSTICA III

Santo eres en verdad, Padre, y con razón te alaban todas tus creaturas, ya que por Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro, con la fuerza del Espíritu Santo, das vida y santificas todo, y congregas a tu pueblo sin cesar, para que ofrezca en tu honor un sacrificio sin mancha desde donde sale el sol hasta el ocaso. Por eso, Padre, te suplicamos que santifiques por el mismo Espíritu estos dones que hemos separado para ti, de manera que se conviertan en el Cuerpo y + la Sangre de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro, que nos mandó celebrar estos misterios. Porque Él mismo, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan, y dando gracias te bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:
Tomen y coman todos de él, porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por ustedes.
Después prosigue:
Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz, dando gracias te bendijo, y lo pasó a sus discípulos, diciendo:
Tomen y beban todos de él, porque éste es el cáliz de mi Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por ustedes y por muchos para el perdón de los pecados. Hagan esto en conmemoración mía.
Hace genuflexión. Luego dice una de las siguientes fórmulas:
1.
Éste es el Misterio de la fe.
O bien:
Éste es el Sacramento de nuestra fe.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!
2.
Éste es el Misterio de la fe. Cristo nos redimió.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
Cada vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz, anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vuelvas.
3.
Éste es el Misterio de la fe. Cristo se entregó por nosotros.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
Salvador del mundo, sálvanos, Tú que nos has liberado por tu cruz y resurrección.
Después el sacerdote dice:
Que Él nos transforma en ofrenda permanente, para que gocemos de tu heredad junto con tus elegidos: con María, la Virgen Madre de Dios, los apóstoles y los mártires, (san N.: santo del día o patrono) y todos los santos por cuya intercesión confiamos obtener siempre tu ayuda.
Te pedimos, Padre, que esta Víctima de reconciliación traiga la paz y la salvación al mundo entero. Confirma en la fe y en la caridad a tu Iglesia, peregrina en la tierra: a tu servidor, el Papa N., a nuestro obispo N., al orden episcopal, a los presbíteros y diáconos, y a todo el pueblo redimido por ti. Atiende los deseos y súplicas de esta familia que has congregado en tu presencia.
_____________________________________
En los domingos, cuando no hay otro Atiende propio, puede decirse:
Atiende los deseos y súplicas de esta familia que has congregado en tu presencia en el domingo, día en que Cristo ha vencido a la muerte y nos ha hecho partícipes de su vida inmortal
_____________________________________
Reúne en torno a ti, Padre misericordioso, a todos tus hijo dispersos por el mundo. + A nuestros hermanos difuntos y a cuantos murieron en tu amistad recíbelos en tu reino, donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria, por Cristo, Señor nuestro, por quien concedes al mundo todos bienes. +

Cuando esta Plegaria eucarística se utiliza en las Misas de difuntos, puede decirse:
+ Recuerda a tu hijo (hija) N., a quien llamaste (hoy) de este mundo a tu presencia: concédele que, así como ha compartido ya la muerte de Jesucristo, comparta también con Él la gloria de la resurrección, cunado Cristo haga resurgir de la tierra a los muertos, y transforme nuestro cuerpo frágil en cuerpo glorioso como el suyo. Y a todos nuestros hermanos difuntos y a cuantos murieron en tu amistad recíbelos en tu reino, donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria; allí enjugarás las lágrimas de nuestros ojos, porque, al contemplarte como Tú eres, Dios nuestro, seremos para siempre semejantes a ti y cantaremos eternamente tus alabanzas, por Cristo, Señor nuestro, por quien concedes al mundo todos los bienes. +

Por Cristo, con Él y en Él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.
El pueblo aclama:
Amén.

RITO DE LA COMUNIÓN

Una vez depositados el cáliz y la patena sobre el altar, el sacerdote dice:
Fieles a la recomendación del Salvador y siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos a decir:
O bien:
Llenos de alegría por ser hijos de Dios, digamos confiadamente la oración que Cristo nos enseñó:
O bien:
El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado; digamos con fe y esperanza:
O bien:
Antes de participar en el banquete de la Eucaristía, signo de reconciliación y vínculo de unión fraterna, oremos juntos como el Señor nos ha enseñado:

Junto con el pueblo, continúa:
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.
Solo el sacerdote prosigue diciendo:
Líbranos de todos los males, Señor, y concédenos la paz en nuestros días, para que, ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo.
El pueblo concluye la oración, aclamando:
Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.

Después el sacerdote dice en voz alta:
Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: "La paz les dejo, mi paz les doy", no tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu palabra, concédele la paz y la unidad. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
El pueblo responde:
Amén.
El sacerdote añade:
La paz del Señor esté siempre con ustedes.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
Luego el diácono, o el sacerdote, añade:
Dense fraternalmente la paz.
O bien:
Como hijos de Dios, intercambien ahora un signo de comunión fraterna.
O bien:
En Cristo, que nos ha hecho hermanos con su cruz, dense la paz como signo de reconciliación.
O bien:
En el Espíritu de Cristo resucitado, dense fraternalmente la paz.
Y todos, según las costumbres del lugar, se intercambian un signo de paz.
Se canta o se dice:
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, danos la paz.

El sacerdote hace genuflexión, toma el pan consagrado y, sosteniéndolo un poco elevado sobre la patena o sobre el cáliz, dice:
Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor.
Y, juntamente con el pueblo, añade:
Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.

Después de comulgar, el sacerdote se acerca a los que van a comulgar. Muestra el pan consagrado a cada uno y le dice:
El Cuerpo de Cristo.
El que va a comulgar responde:
Amén.
Y comulga.
Si se comulga bajo las dos especies, se observa el rito descrito en el misal del altar. Cuando el sacerdote ha comulgado el Cuerpo de Cristo, comienza el canto de Comunión. Finalizada la Comunión, el sacerdote puede volver a la sede. Si se considera oportuno, se puede dejar un breve espacio de silencio sagrado o entonar un salmo o algún cántico de alabanza.

Luego, de pie en el altar o en la sede, el sacerdote dice:
Oremos.
Y todos, junto con el sacerdote, oran en silencio durante unos momentos, a no ser que este silencio ya se haya hecho antes. Después el sacerdote dice la oración después de la Comunión.
La oración después de la Comunión termina con la conclusión:
Por Jesucristo, nuestro Señor.
O bien:
...por los siglos de los siglos.
El pueblo aclama:
Amén.

RITO DE CONCLUSIÓN

Siguen, si es necesario, breves avisos para el pueblo.

BENDICIÓN FINAL

Después tiene lugar la despedida. el sacerdote extiende las manos hacia el pueblo y dice:
El Señor esté con ustedes.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
El sacerdote bendice al pueblo, diciendo:
La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo +, y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes.
El pueblo responde:
Amén.
En algunos días u ocasiones, a esta fórmula de bendición precede otra fórmula de bendición más solemne, o una oración sobre el pueblo.

Luego el diácono, o el mismo sacerdote, dice:
Pueden ir en paz.
O bien:
La alegría del Señor sea nuestra fuerza. Pueden ir en paz.
O bien:
Glorifiquen al Señor con su vida. Pueden ir en paz.
O bien:
En el nombre del Señor, pueden ir en paz.
O bien:
En la paz de Cristo, vayan a servir a Dios y a sus hermanos.
O bien, especialmente en los domingos de pascua:
Anuncien a todos la alegría del Señor resucitado. Pueden ir en paz.
El pueblo responde:
Demos gracias a Dios.
Después el sacerdote se retira.

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