Patriarca homófobo Irineo I |
El fin de semana pasado la Iglesia Ortodoxa Serbia, bajo la guía del patriarca Irineo I, se declaró frontalmente opuesta a la realización de la marcha del orgullo gay en Belgrado por razones que nos parecen tan familiares como que "viola la moralidad pública y desafía los más sagrados valores cristianos". El comunicado expresó su oposición a “la expresión pública de la orientación sexual o de cualquier otra inclinación personal, especialmente si insulta el derecho de los ciudadanos a la privacidad y a la vida familiar”. La iglesia ortodoxa serbia también manifiesta no entender de qué se sienten orgullosos los participantes en la marcha, dado que el único amor natural es el existente “entre un hombre y una mujer"
Cuando los jerarcas se expresan de esa forma parecen ignorar que mueven a gente con escasa educación y sentido común a cometer actos vandálicos. Los homófobos nuevamente nos dieron la verdadera cara en Belgrado, y superando el estilo hooligan causan disturbios por todo el recorrido de la primera marcha del orgullo LGBTI desde hace 9 años, a la que asistieron el millar de valientes homosexuales. Golpean a marchistas y policías por igual y dejan 122 heridos por los ladrillos que arrojaron, la patrulla que destruyeron o el autobús al que le rompieron los vidrios. Y no conformes con ello van e incendian el edificio sede del partido político del presidente en turno. ¿Ese es el tipo de gente que está en contra de la homosexualidad? Pues sí, nos demuestran de lo que son capaces y quieren sembrar miedo, pero ni las autoridades serbias ni los homosexuales nos intimidaremos ante sus muestras violentas de cobardía. Después de todo han actuado como si estuvieran libres de pecado y arrojaron más que la primera piedra.
Lo que más lástima me da es que sea uno de los líderes de la comunidad cristiana que se dice velar por el privilegio de la vida y el amor quien encabece este tipo de manifestaciones desde el interior del templo que por gracia del Espíritu le tocó administrar. Y veamos su reflejo fatal en las declaraciones de la jerarquía católica en México que se niegan a abrir un proceso de conciliación por lo que dijeron hace unas semanas, y lo más triste es que lo hacen argumentando que dicha postura viene de su religión (que también es nuestra) y su conciencia (así la han de tener).
Para practicar el Evangelio realmente en el área de la homosexualidad y la comunidad LGBTI habría que crear pastorales como las que monseñor Vera creó en la diócesis de Coahuila o las misas mensuales que se hacen en el Soho en Londrés en vez de despotricar irracionalmente en contra de homosexuales y lesbianas. Ojalá algún día los jerarcas escuchen al Santo Espíritu que les habla y les dice: "dialoguen, amen" en vez de atacar y dividir.
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