Primera Lectura: Hab 1, 2-3; 2, 2-4
Salmo 94
Segunda Lectura: Tim 1, 6-8. 13-14
Evangelio: Lc 17, 5-10
Si hay algún niño o adolescente gay que esté leyendo esto, no importa si está en o fuera del clóset le voy a pedir que ponga mucha a tención a las palabras que siguen. En el blog de Cristianos Gays tracendió que han habido otros tres suicidios de homosexuales en los Estados Unidos, mientras que en el canal de youtube de los 5 Fabulosos Gays se hizo eco al respecto y en el video del viernes se habló sobre el mismo tema.
La Liturgia de la Palabra de este XXVII Domingo del Tiempo Ordinario no pudo ser más ad hoc para tratar este tema que ya empieza a ser un foco rojo, una alerta sobre la cual tenemos que trabajar. Pues nos habla de la Fe. La Fe viene directamente del Espíritu Santo, y es una virtud que todos podemos desarrollar en mayor o menor grado. Si tuviéramos Fe como un grano de mostaza, dice el Señor y lo repite la canción, seríamos capaces de mover montañas. Sin embargo en otra parte el Señor nos dice que somos hombres y también mujeres de poca Fe.
Bueno, si así fuera, aún seguimos conservándola y es mejor orar para que nos sea aumentada. Pero en esta sociedad del Siglo XXI, en la que los valores han cambiado tanto y pareciera ser que el principal de ellos es el dinero acompañado del éxito, los cuales se han convertido en fines y no en medios, todo lo demás se hace a un lado y entonces empezamos a experimentar el miedo. Podríamos decir que el ateísmo es el antagónico de la Fe, pero no es cierto, es el miedo. Pues si por la Fe somos capaces de hacer y crear cualquier cosa, por el miedo nos vemos bloqueados y no damos ningún paso.
Es cierto que en una cantidad moderada este sentimiento podría salvarnos la vida, pues el estrés y el miedo vienen de la carne para su propia supervivencia. El problema es cuando dejamos que éste se sobreponga a la Fe, pues nuestra vida se vería gobernada por él y estaríamos ofendiendo a Dios dejándonos llevar por una emoción tan carnal.
Yo sé que cuando estamos entre los 12 y los 19 años de edad a veces la vida nos parece insufrible, es como si nadie nos escuchara y nuestros problemas se nos vienen encima y nos causan un gran peso que a veces no podemos soportar. Los suicidios que se han dado en los Estados Unidos son sólo la punta del iceberg, la parte visible de esta problemática que se está viviendo en todo el mundo y de la cual no hay tantos registros. Pero esa no es la solución.
Cuando alguien se suicida comete un pecado imperdonable, pues atenta contra el primer mandamiento, el cual es Amar a Dios sobre todas las cosas. Amarlo es respetar sus leyes y sus designios. Y si todas las veces que nos molestan por ser gays, por no ir de acuerdo a la norma nos parecieran motivo suficiente para regresarle a Dios de forma violenta el regalo de la vida que nos da cada día, entonces no lo estamos amando por sobre todas las cosas.
Y también está la desobediencia al quinto mandamiento, que nos dice: No matarás. Cuando alguien se suicida no solamente comente suicidio, sino asesinato sobre su propia persona. Y el asesinato es delito y es pecado, por lo que al ejecutarlo nuestra alma se condenaría, y lo peor del caso es que no nos daría tiempo ni para arrepentirnos y recibir de esa forma el perdón que viene de la contrición, mucho menos nos daría tiempo para recibir los sacramentos y morir sin pecado mortal alguno.
Y finalmente se encuentran los efectos que dejaríamos tras nosotros. Pues al acabar con nuestra vida por la presión que nos causa la sociedad sería un motivo para hacer que aquellos que nos molestaron se sintieran mal el resto de su vida, pero lo sería sólo si se enteran de las razones del suicidio, y eso sólo si les interesa, pues si su homofobia es tan grande, entonces en vez de llorar y arrepentirse de su actitud es muy probable, aunque nada correcto, que se alegren por la eliminación de un homosexual. ¿Y qué decir queda de nuestras familias? Toda la tristeza que les causaríamos, pues el suicidio no sólo es movido por el miedo y la desesperación, sino también por el egoísmo, que en si no es pecado pero mueve a cometer muchos pecados. Entristeceríamos de forma inimaginble a nuestro padre y a nuestra madre, a nuestros hermanos, primos, nuestros amigos y también a Dios.
Suicidarse no es la respuesta a ninguna pregunta ni la solución a ningún problema. Es un delito y un pecado que podemos evitar. Por eso, es mejor luchar por aumentar nuestra Fe. A pesar de que la jerarquía de la Iglesia muchas veces ocasiona este tipo de situaciones y tal vez ni se den cuenta, Jesús nos sigue amando y nos hace una invitación diaria a apreciar el regalo de Dios Padre y utilizarlo para hacer el bien a toda la humanidad. Ellos no aguantaron y cometieron el suicidio. Si están condenados o no, no me atrevería a decirlo. Lo que si puedo hacer es invitarlos a hacer oración para que el sufrimiento y el acoso que sufrieron sean motivo suficiente para que el Señor les de la Salvación y la Vida Eterna pues todos cometemos errores.
Si te ves acosado por esta situación de homofobia y tienes ganas de cometer suicidio. Alto, no lo hagas, ni siquiera lo pienses más. Reza el Rosario, asiste a Misa, comulga para estar siempre cerca de Dios(después de haberte confesado debidamente), acércate a algún especialista, puede ser un sicólogo, el orientador de tu escuela, algún médico, o alguna asociación civil o gubernamental en la cual se trabaja con chicos homosexuales, las hay extendidas por toda España y América Latina. También puedes buscar ayuda por Internet, en este sitio o en algún otro. Con tus amigos o con algún familiar, pues aunque no lo creas debe haber por lo menos otro familiar homosexual muy cerca de ti, aunque tal vez no lo sepas. Hermano, no estás solo en tu carrera por esta vida. Habemos muchas personas que te podemos ayudar a mantenerte firme en la Fe y arraigado a la vida hasta que Dios decida llamarte de este mundo a su presencia.
Redomendación: Película "Oraciones por Bobby" de Leroy Aarons
No hay comentarios:
Publicar un comentario