Primera Lectura: Is 56, 1. 5-6
Salmo: 66
Segunda Lecutra: Tim 2, 1-8
Evangelio: Mt 28, 16-20
Paz y bendiciones a todos mis hermanos.
Hoy celebramos el Domingo Mundial de las Misiones y recordamos especialmente a los misioneros extendidos por toda la faz de la Tierra para llevar a todos los hombres y mujeres el mensaje salvador y libertador de nuestro Señor Jesucristo.
Hoy con más fuerza que nunca desde que este blog fue creado, la Palabra de Dios que escuchamos en al Misa nos invita a velar por los derechos de los demás y practicar la justicia. ¿Pero cuáles son los derechos de los demás y qué es la justicia?
Pues bueno, para no abordar un aburrido pasaje de definiciones de la ciencia del Derecho o del Derecho Canónico, pongamos aquí la definición de los Derechos Humanos, que son por los que aquí luchamos con más ahínco, y los que nos hablan sobre equidad de género o el acceso al matrimonio igualitario como ya sucede en Argentina, España o Ciudad de México.
Para la declaración de la Organización de las Naciones Unidas (ONU, hoy también festejamos su día), los Derechos Humanos "son aquellas libertades, facultades, instituciones o reivindicaciones relativas a bienes primarios o básicos que incluyen a toda persona, por el simple hecho de su condición humana, para la garantía de una vida digna". Mientras que la definición más simple de justicia que tomaremos aquí es la de Ulpiano que nos dice que "La justicia es la constante y perpetua voluntad de dar a cada uno lo que se merece".
Ahora veámoslo desde el punto de vista de la Biblia, si la ONU nos dice que merecemos tales o cuáles derechos por el simple hecho de nuestra condición humana, con cuanta mayor razón Dios nos los concedera por nuestra condición de hijos suyos. Recordemos que el Señor juzga con igualdad a los pueblos y rige en la Tierra a las naciones.
Por eso es necesario que en nuestro tiempo, en que medios como el Internet y las telecomunicaciones en general hacen más fácil la comunicación y el manejo de la información, llevemos esta premisa de Isaías al extremo y denunciemos cualquier caso de homofobia, aun los que se dan en países no cristianos. En los cinco continentes tenemos homosexuales, cristianos y homofóbicos. Oremos a Dios para que el cristianismo actúe siempre acorde con los Derechos Humanos y apoye, como lo hizo Jesús, al pobre, al manso, al desconsolado, al hambriento, al sediento, al perseguido, al discriminado, etc. y seamos la sal del mundo y el reflejo de la Luz que es Jesucristo.
En Occidente las cosas van mejorando poco a poco para los homosexuales, a pesar de las protestas de muchos líderes cristianos antievangélicos y todavía falta mucho por hacer, trabajar y por lo cual orar. Pero en Oriente especialmente en las tierras donde rige el Islam las cosas dejan mucho que desear, el derecho de los más poderosos se sigue imponiendo a la voluntad de Dios que siempre nos pide el respeto a la vida.
Por eso, sigamos también el consejo de San Pablo en su carta a Timoteo que hemos venido reflexionando en las últimas semanas y roguemos por los jefes de Estado que están necesitados de tanta luz de Dios para gobernar a sus pueblos de forma pacífica y justa, para que aprendan que los derechos de los ciudadanos y el bien común (que sigue sonando a utopía pero puede ser posible) están por encima de sus intereses personales o de facción política.
Y ya que estamos hablando de fuerza, no dudemos en poner toda la que esté en nuestras posibilidades para obedecer las palabras de Jesús en el Evangelio, que siempre son mandato, y enseñemos a todas las naciones, empezando por nuestros hogares y comunidades a cumplir todo lo que Jesús nos ha mandado. Armémonos de valor para denunciar cuando algo no está bien para que todo vuelva al sendero del Señor.
Así pues apoyemos a las misiones que se realizan al rededor de todo el mundo con nuestra aportación económica y nuestras oraciones que siempre serán escuchadas por el Señor. También levantemos nuestros ojos al cielo y pidamos por todos los homosexuales y lesbianas que viven en lugares donde la homofobia es más fuerte que el diálogo y viven temerosos o deprimidos por esa situación, para que en Jesús nuestro Señor y María su santa madre encuentren la esperanza y el consuelo que necesitan para salir adelante y adorar al Señor con su condición humana y de hijos de Dios ya restablecida. Pero sobre todo demos testimonio de lo que significa ser hombres y mujeres gay fuera del clóset estando cómodos con el anuncio de Cristo en el Evangelio a través de nuestras acciones.
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