“Esta fue la culpa de su hermana Sodoma: ella y sus hijas tenían orgullo, exceso de comida y próspera tranquilidad, pero no ayudaron al pobre y al necesitado”. (Ez 16, 48-49)

lunes, 27 de septiembre de 2010

Meditación LGBTI de los Misterios Dolorosos

1o.- La oración en el huerto. (Lc 22, 39-44)

¿Cuántos de nosotros quisiéramos en algún momento de nuestra vida que se aleje de nosotros el cáliz de la homosexualidad, y así evitar los dolores de salir del clóset o en caso contrario vivir una doble vida? Y sin embargo ha de hacerse la voluntad de Dios y no la nuestra, pues sólo Él conoce el fin de los caminos para glorificarle. Oremos en comunidad para evitar caer en la tentación de pretender ser alguien que no somos, de desperdiciar el regalo divino de nuestra homosexualidad. Como el Señor, tal vez tengamos que sentir miedo, pero valdrá la pena pues seguramente después encontraremos la satisfacción de haber cumplido nuestra misión desde nuestra condición personal.



2o.- La flagelación del Señor. (Mt 27, 24-26)

¡Cuánto dolor le causamos a Jesús nuestro Señor cuando somos indiferentes a las situaciones ajenas, cuando nos lavamos las manos y nuestras acciones u omisiones quedan en la impunidad. Cuando caemos en la promiscuidad y olividamos la responsabilidad que es tener una vida sexual plena en Cristo, cuando nos entregamos al ídolo del dinero y nos confundimos pensando que somos nuestra ropa, nuestro peinado o nuestras posesiones y discriminamos a los demás por ello, olvidando que ante los ojos de Dios todos somos iguales. En fin, cuando desobedecemos la Ley de Dios que es la Ley del Amor.



3o.-La coronación de espinas. (Mc 15, 16-20)

Nuestras culpas siguen atormentando al único que ha sido Justo. Engañamos a nuestra pareja, humillamos a los pequeños, nos ensoberbecemos ante el VIH, pensamos que no necesitamos reconocer la existencia de Dios ni de su Hijo y luego ya no encontramos el camino de retorno al Padre. Por eso es inteligentísima idea unir nuestros dolores, aquellos que nos causan la discriminación, la homofobia, los ataques de la jerarquía, a la corona de amor de Jesús, que resignado a la voluntad del Padre aceptó ese suplicio. Y así como Él, manso y humilde de corazón aceptó las burlas e insultos que le hicieron los soldados romanos, aceptemos los que se nos hacen por nuestra condición y preferencia, pues a través de ellos se nos da la fuerza para superarlos y aceptarnos.


4o.- Jesús con la Cruz a cuestas. (Jn 19, 17-18. Lc 23, 26-28.32)

¿Cuánto pesa la Cruz? ¿Cuál es la culpa con la que hemos cargado a Cristo? Sabemos que lo hemos cargado con nuestra iniquidad. Ya nos lo dice el Evangelio de Lucas, "en donde abunda el pecado sobreabunda la gracia", pues esa es la voluntad del Eterno. Sabemos que la comunidad LGBTI está llena de pecadores, algunos más y otros menos, pero todos somos pecadores. Por eso, sea cual sea la cruz que nos haya tocado vivir aceptémosla con cristiana devoción, y en un acto de sublime adoración unamos nuestra cruz a la de Cristo Salvador para participar con Él de la Vida Eterna.




5o.- Crucifixión y muerte de Jesucristo. (Lc 23, 33-46)

El máximo sacrificio se cumplió en la persona de Jesús, pues nadie amó tanto a su prójimo como el que dio la vida por él. Al hacer sagrada la Creación, con su muerte Jesús nos libra del yugo del pecado, y sin embargo hay dolor, hay tristeza y desesperación. María, Juan y los Apóstoles están confundidos; ella destrozada por la espada que le atravezó el alma, ellos dispersos por el miedo y Juan resignado al pie de la Cruz acompañando a su Señor. Y en nuestra comunidad también los hay cuando la muerte se enfrenta a nuestros ojos y nuestros amigos y familiares de la comunidad LGBTI sucumben ante el SIDA o sus vidas son violentamente arrebatadas por los crímenes de homofobia. Unámos su deceso y el nuestro también a la muerte de Jesús para participar con Él de la promesa para los justos.

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