“Esta fue la culpa de su hermana Sodoma: ella y sus hijas tenían orgullo, exceso de comida y próspera tranquilidad, pero no ayudaron al pobre y al necesitado”. (Ez 16, 48-49)

domingo, 5 de septiembre de 2010

XXIII Domingo Ordinario

Primera Lectura: Sb 9, 13-19
Salmo: Salmo 89
Segunda Lectura: Filem 9-10. 12-17
Evangelio: Lc 14, 25-33

Por fin, el servicio de Internet se restableció a tiempo para compartir con ustedes cómo entiendo las lecturas de este Domingo.

Hoy el Señor nos recuerda que seguirlo es una tarea muy difícil y en la cual siempre tenemos que sacrificar algo que amamos. Esto nos habla más que nada del desprendimiento que tenemos que tener para con los demás como una ofrenda a Dios mismo. Para seguir al Maestro tenemos que pagar un precio, pero ¿acaso no siempre estamos pagando uno? Es decir, cuando estamos en casa con nuestra familia o con nuestra pareja estamos pagando el precio del tiempo que podemos invertir en nuestro trabajo, escuela o amigos, y viceversa.

Pero hace aún más énfasis en decirnos que quien no carga su cruz y lo sigue no puede ser su discípulo. Los homosexuales, al igual que todas las demás personas, no nos vemos excentos de este imperativo. Y así, en medio de la lucha por el reconocimiento de nuestros derechos, es menester aprender a tomar la cruz que nos haya correspondido, cualquiera sea esta. Puede ser la discriminación que tenemos por parte de la mayoría de la sociedad heterosexual o de la jerarquía de la Iglesia, nuestra falta de empleo, o la muerte de algún familiar o ser querido. Pero lo importante al momento de cargar la Cruz es glorificarla, y así como Cristo Jesús glorificó la suya con su resurrección, venciendo a la muerte, a nosotros nos corresponde hacerlo aprendiendo de esa situación y luchando por lograr convertirla en algo positivo. Cargar la cruz no significa dejarnos someter por situaciones o personas injustas.

Y precisamente por eso el libro de la Sabiduría nos invita a encomendarnos al Señor para que nos de su Sabiduría, justo como lo hizo con el Rey Salomón, para que podamos descubrir cuál es su voluntad y como lograrla desde nuestra particular cruz, y sobre todo por cuál camino transitar, agradeciéndole que nos ha hecho lo suficientemente fuertes para superar todas y cada una de las pruebas que nos pone y que definitivamente nos hacen más sabios y fuertes para trabajar en su comunidad como hermanos aportando el aprendizaje de nuestras experiencias.

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