Primera lectura: Am 8, 4-7
Salmo 112
Segunda lectura: Tm 2, 1-8
Evangelio: Lc 16, 1-13
Hoy la Liturgia de la palabra desde Amós hasta Lucas nos hablan un poco, pero tajantemente, sobre el estilo de vida que debemos llevar en la Tierra. Y así primero condena el Señor el estilo de vida de aquellos que son poderosos y buscan hacerse más todavía muy a pesar de aquellos pobres que no siempre ganan lo suficiente para hacer dos o tres comidas al día. Y vienen a mi mente las imágenes de todas esas personas que han sufrido por causa de un fenómeno natural (cada vez más frecuentemente), pues mientras les es envíada la ayuda humanitarira los precios en esos lugares se elevan demasiado, dejando a los damnificados en la posición de tener que decidir si quieren comprar agua, comida, o medicinas, si es que las hay.
Y también me recuerda el hecho de que algunos gobiernos cobran impuestos sobre todos sus ciudadanos pero no a todos les conceden los mismos derechos ni las mismas obligaciones. Hablemos únicamente de los países en donde se practica la Santa Religión Católica, como lo son los de Europa Occidental o América Latina entre otros. Las tasas de impuestos generalmente se cobran a las clases medias y bajas, sin distinguir ninguna otra condición. Pero a la hora de conceder derechos a la comunidad LGBT no sólo lo piensan, sino que en todos los casos ha habido detractores de esta lucha por la igualdad pero no hacen nada por que paguen menos impuestos.
Por eso en la carta a Timoteo, San Pablo lejos de darnos consejos para que los cristianos busquemos el control estatal que hemos logrado, nos solicita que roguemos por nuestros gobernantes, y eso claramente incluye al papa, al presidente, al primer ministro, al rey, y en su tiempo seguramente al césar. ¿Y para qué rezar por personas que en muchos casos han contravenido la ley del Evangelio autorizando cosas como la esclavitud, la sumisión de las mujeres, el apartheid o prohibido las uniones de parejas del mismo sexo? Pues precisamente porque ningún acto que hagamos en la Tierra, ninguna manifestación pacífica, ninguna marcha, ninguna manifestación cultural en contra de estas circunstancias llegaría a buen término si la enérgica lucha en el sentido del bien no fuera acompañada de una intensa oración hacia Dios de parte del pueblo unido, justo como Israel oró al Señor, y Él escucho sus lamentos y los liberó de la esclavitud en Egipto.
Así, en esta ocasión, la carta de Pablo remata expresando el deseo que todos los hombres libres de odios y divisiones hagamos oración en donde quiera que estemos, levantando al Cielo las manos puras. Por eso es una lástima que sea el Papa, garante de la unidad entre los cristianos, el primer católico que siembre la semilla de la división entre católicos homosexuales y heterosexuales con declaraciones como las que acaba de hacer ante el nuevo embajador de Alemania en el Vaticano. Pero como siempre, ya que Dios levanta del polvo al desvalido y saca al indigente del estiércol para hacerlo sentar entre los grandes, seguiremos orando para que Su Santidad sea verdaderamente lleno del Espíritu Santo y reconozca en la ciencia antropológica, biólogica y social, así como en la fe, que no hay ningún problema ni ningún pecado con la homosexualidad ni con el homosexualismo.
Y todos estos pensamientos se vienen a resumir y exaltar en el Evangelio, cuando Jesús nos cuenta la historia del mal administrador, malo porque robó, pero muy hábil para sobrevivir a la situación que se le venía encima. Y de esta forma todos deberíamos aprender de él, pero pasarlo al plano espiritual. Pues hemos sido muy malos administradores de la gracia salvadora cuando discriminamos por alguna causa a los que fueron creados por el Señor y también con cada uno de nuestros pecados.
Y también viene la cuestión del dinero, el cual puede causar una desobediencia al séptimo mandamiento, ya que siempre habrá quien desee robarlo. Pero se puede ir más allá y entonces encontramos negocios deshonestos como la piratería, el peculado, el narcotráfico o simplemente darnos cuenta que nos dieron mal el cambio a la hora de ir a comprar algo y no decimos nada. Pero también se puede usar para causas nobles como ayudar a los damnificados de los que hablábamos al principio, gastarlo en dar de comer al hambriento, vestir al desnudo, dar hospedaje al viajero, dar atención especializada a los enfermos de VIH/SIDA o inviriéndolo en campañas para eliminar la homofobia y exaltar la igualdad de derechos ante la ley terrestre, pues ante el Señor todos somos iguales. Eso además de procurarnos y ayudar a los demás a procurarse un sano estilo de vida.
Así que principalmente, el estilo de vida que hoy Jesús nos invita a tener se puede resumir en una sola palabra, y esa es HONESTIDAD.
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